Fotos y collages: Jesús Colmenero
El gaydar es un término que siempre está asociado a cierta controversia. El hecho de que por ser gays tengamos o no capacidad para identificar la orientación sexual de otros es algo que despierta polémica. En este estudio de investigación –que he realizado en colaboración con la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Camilo José Cela de Madrid– con casi medio millar de participantes, se obtuvieron unos resultados clarificadores que, espero, sirvan para dar un poco de luz a un tema que suele estar rodeado de leyendas oscurantistas.
El gaydar, criticado por muchos por generador de estereotipos, alabado por otros muchos por ser un mecanismo de socialización gay potente, es un fenómeno que casi todos conocemos, pero que la tradición investigativa española no había traído aún a nuestras fronteras. Diversos equipos de investigación, sobre todo norteamericanos, han intentado sentar las bases científicas de este mecanismo perceptivo, pero no es hasta ahora cuando ha empezado a teorizarse en España. Línea de investigación que se espera que prospere.
Diversos autores han definido el gaydar como algo que los homosexuales creen tener, como un ‘sexto sentido’ o habilidad para identificar a sus congéneres. A través de claves auditivas, visuales (¡e incluso olfativas!), este gaydar permitiría reconocer la orientación sexual de otros, teniendo esto una función adaptativa. Hay investigadores que abogan por que este mecanismo serviría para reconocer incluso el rol sexual preferente (“creo que es activo/pasivo”, ¿te suena?). Otros autores, los más detractores del término, alegan que simplemente es un generador de estereotipos y una lacra de la pop culture actual. La polémica está servida…
El estudio que se acaba de publicar en España va un paso más allá, ya que se ha intentado relacionar el gaydar con dos factores: la ‘apertura mental’ (uno de los factores de personalidad que todos tenemos) y las ‘actitudes hacia gays’ (la mayor o menor homofobia que presente el sujeto). Se intentaba averiguar si estos dos constructos influían o mediaban de alguna forma en la exactitud de los juicios perceptivos. Se realizó de forma completa durante cinco meses, desde octubre de 2017 hasta febrero de este año.
Un estudio con casi 500 sujetos investigados
En la investigación participaron de forma completa casi medio millar de hombres. 20 de ellos eran sujetos modelo, a los que se les realizaron fotografías homogeneizadas y fragmentos de vídeo, y nada menos que 472 sujetos experimentales de todas las orientaciones del deseo, que fueron los encargados de ‘juzgar’ la orientación sexual de los modelos presentados en formato fotográfico y videográfico. Como puedes comprobar en las imágenes de más abajo, las imágenes de los sujetos modelo fueron estrictamente homogeneizadas, siendo estas lo más asépticas posible. Una de las dos imágenes es de un hombre exclusivamente heterosexual y otra es de un hombre casi exclusivamente homosexual… ¿Te atreverías a emitir un juicio sobre qué orientación pertenece a cada uno de ellos? ¡De eso se trata el gaydar!
Los casi quinientos encuestados (de todas las orientaciones sexuales) respondieron a más de doscientas preguntas mientras se les mostraba fotos y vídeos de modelos como estos, veinte hombres elegidos en un casting para dar una apariencia ‘neutra’. Previamente, a todas las personas que participaron en el estudio se les había hecho una encuesta en formato presencial. Para que cada uno de ellos pasase formar parte de la muestra de sujetos modelo debían reunir concretamente veinticuatro criterios de inclusión estrictos, entre los que se encontraban los que siguen: llevar camiseta blanca básica, no tener accesorios o adornos faciales, sin tatuajes, no llevar el pelo teñido, mirar directamente a la cámara del investigador, no reír, etc.
Tras una evaluación mediante una batería de cuestionarios de casi media hora de duración, y con el empleo de inventarios psicológicos estandarizados y muy consagrados, esta investigación arrojó los siguientes resultados:
En el caso de hombres homosexuales, el etiquetado en cuanto a orientación sexual no se realiza por mera casualidad. Esta pericia perceptiva arroja resultados superiores al azar. Además de que los juicios perceptivos de los gays son más certeros, también son significativamente superiores a los emitidos por hombres heterosexuales, y arrojan resultados estadísticamente significativos.
En general, cuanta menos apertura tenga un hombre heterosexual, más dificultades tendrá en identificar orientaciones del deseo. Sin embargo, en el caso de las ‘actitudes hacia gays’ (o, lo que es lo mismo, ser más o menos homófobo), no tuvo relación alguna con la identificación de la orientación sexual. Lo que sí se constató es que, en términos generales, un factor que sí que se relacionó con etiquetar correctamente la orientación de otros fue, precisamente, la edad de los sujetos. Esto es, a menor edad tenga un hombre –sea homo u heterosexual– mejor emitirá estos juicios perceptivos. En definitiva, parece que, aunque los dos factores ‘extra’ utilizados en el estudio no obtuvieron mucha relación con la identificación de la orientación sexual, sí que existiría cierto mecanismo al que podríamos llamar ‘gaydar’.
Entonces, ¿existe o no el gaydar? Para ver las conclusiones del estudio, sigue leyendo
Entonces, ¿qué es y qué no es exactamente este gaydar? ¿Existe o no? Parece ser que no se trata de un mecanismo innato o neurobiológico, tampoco de algo tangible o evidenciable físicamente, y muchísimo menos algo mágico o místico. Por el contrario, se propone en esta investigación, la existencia de un gaydar siempre que lo concibamos como una herramienta psicosocial fruto de los siguientes factores interrelacionados:
– Aprendizaje: mediante ensayo-error, los gays han aprendido a repetir respuestas (juicios sobre la orientación) si estas han venido acompañadas de consecuencias sociales positivas.
– Habituación: los gays etiquetan la orientación sexual de otros desde que son bien pequeños, mientras que los heterosexuales no han desarrollado este mecanismo porque no lo han necesitado, y por eso cometen más errores.
– Expectativa de la heterosexualidad: al vivir en una sociedad heteronormativa, tendemos a asumir que todo aquel que nos rodea es heterosexual. Los gays, al formar parte de la diversidad, tienen en menor medida instaurada la idea de que todo el mundo es heterosexual.
– Cuestión de práctica: ya que los hombres gays están mucho más acostumbrados a decidir si otros también pueden o no serlo.
– Comparación con gente ya conocida: está demostrado que los hombres gays tienen más red de apoyo gay que los heterosexuales. Por tanto, al conocer a alguien, un hombre gay tendrá un abanico mucho más amplio de hombres homosexuales almacenados en su memoria con los que compararle.
– Fruto de la necesidad de socialización: como los hombres gays fueron desde sus inicios víctimas de la represión, han necesitado desarrollar su habilidad para captar señales de lenguaje no verbal en otros hombres, para descubrir si estos pueden también serlo y socializar con ellos.
– Motivos ‘románticos’ o de vinculación: los hombres gays realizan un sobresfuerzo en averiguar si otro hombre también lo es, porque es por hombres por quienes se sienten atraídos. Los heterosexuales, por motivos obvios, tampoco han necesitado desarrollar esta faceta.
Conclusiones
En definitiva, para los hombres gays la información sobre la orientación sexual de otros sí que es mucho más relevante que para los heterosexuales, que habitualmente ignoran e incluso rechazan esta información. A pesar de ello, no se trataría más que de una visión habilidosa que cualquiera podría adquirir y desarrollar simplemente socializando con hombres gays.
Por decirlo de una manera coloquial, distendida, incluso con un punto de frivolidad: hay un pilar del refranero gay, en relación con el protagonista de este trabajo de investigación, que dice “ojo de loca no se equivoca”. ¿No se equivoca? Pues claro que puede equivocarse (esto no es un mecanismo infalible), pero los resultados de este estudio concluyen que sí que funcionaría si se dan algunos de los factores psicosociales mencionados con anterioridad.