Una estupenda noticia para empezar. La espontaneidad de Paz Vega, cualidad que contribuyó decisivamente a convertirla en una estrella de la noche a la mañana, permanece intacta. Otra buena noticia: Paz regresó el pasado septiembre a nuestro país, y ha vuelto a convertir Madrid en su lugar de residencia. “Estoy feliz. Me he encontrado una España más positiva en cuanto a estado de ánimo general, y estoy encantada de reencontrarme con la familia y los amigos”.
Mantiene su voluntad de seguir desarrollando una carrera con acento internacional, aunque en esta ocasión va a priorizar el desarrollo de proyectos españoles; una nueva etapa que arranca con la serie Perdóname, señor. “Siempre he sido muy culo inquieto… Cuando estoy cómoda en un sitio, empiezo a sentirme incómoda. Lo mismo me pasa con los proyectos, siempre busco algo diferente a lo que haya hecho hasta ese momento”. Solo agradece la estabilidad en determinados aspectos de su vida, “como la amistad. Mis amigos de toda la vida siguen siéndolo, y moriremos siendo mejores amigos. Lo mismo con la pareja y familia. En mi trabajo no, ahí me gusta experimentar y ponérmelo difícil”.
Han sido diez años con su base de operaciones fija en Estados Unidos –y cuatro más yendo y viniendo–, pero ni las alfombras rojas ni el contacto con el universo hollywoodense le hicieron perder en ningún momento el norte, o que le subiera una posible tontería. “Sigo siendo la misma, quienes me conocen de toda la vida lo saben”. Si ha cambiado, ha sido, inevitablemente, por la experiencia acumulada. “Me veo más madura, y más tranquila en algunos aspectos, nada más. Me he reencontrado con gente que igual hace quince años que no veía, y me fascina ver que también siguen igual”.
“Tienes que vivir tu parte masculina, tu parte femenina, tu parte animal…”
Evidentemente, haber formado una familia sí que ha hecho que cambie sus hábitos. “Ahora todo gira en torno a mis tres hijos. Cuando no trabajo, me dedico al cien por cien a ser mamá”. Atrás quedó la Paz que vivía intensamente la noche madrileña, hasta el punto de haber regentado un club mítico en la capital, Goldfield. “Fue una etapa estupenda, muy divertida, pero que ya quemé. Entonces podía salir, ir a trabajar al día siguiente y no pasaba nada. Ahora, sales un día… y tus hijos se levantan a las siete, es complicado”. Así que los planes de ocio han cambiado. “Me sigue gustando ver a los amigos, pero ahora organizamos cenas en casa y cosas así, es otra manera de disfrutarlos”.
Confiesa que le costó mucho acostumbrarse al ‘American way of life’; los tiempos, los horarios y las distancias no tenían nada que ver con los españoles. “Por eso después de rodar Spanglish me volví a España, pensaba que sería una cosa puntual. Pero empezaron a salir más cosas y vi que tenía que establecerme allí”. Y poco a poco se fue haciendo a la vida en Los Ángeles. “Fue un proceso de desaceleración, porque allí todo es más pausado, en contra de lo que la gente piensa”. Y terminó por cogerle el gusto. “Es una ciudad supersana, disfrutas las playas, el sol, la montaña… Para una familia con niños es fantástica. Esa tranquilidad y ese contacto con la naturaleza continuo los echo de menos ahora”.
Tanto viajar le ha obligado a ir creando hogar allá donde se situaba. Y siempre ha tenido claro qué elementos le hacen falta para convertir sus residencias en una casa que siente propia. “No viajo con grandes muebles, pero hay cosas, pocas, que sí son imprescindibles para mí, como mis jarrones, mis cerámicas, algunas tallas que he comprado en sitios especiales o mis cuadros. Esos siempre viajan conmigo, esté en Sevilla, en Los Ángeles o en Madrid”. En su última mudanza de vuelta a la capital asegura que se ha desprendido de prácticamente todo lo que había acumulado a lo largo de la última década, salvo de esos contados tesoros. “Porque forman parte de mi identidad, y son esos pequeños detalles los que crean un hogar”. Es algo que tiene muy claro, y por eso asegura que nunca ha necesitado la ayuda de interioristas para decorar sus casas. “Desde mi primer apartamento de soltera en Madrid (¡cómo suena eso!), siempre las he decorado yo. Y solo incorporo aquello que voy a usar. Disfruto encontrando cosas que me gustan y que puedo ir añadiendo a una casa, pero sin fijarme en tendencias ni nada parecido. Ahora, por ejemplo, me ha dado por la cerámica: platos, tazas, jarrones chinos…, no sé si será cosa de la edad, porque jamás antes me había fijado en ellos”, confiesa entre risas. ¿Y qué hace con todo aquello de lo que se desprende en cada mudanza? “Me encanta regalarlo todo. Y me libera mucho deshacerme de aquello que ya no quiero; disfruto metiéndolo todo en bolsas para luego darlas”. Y con la ropa le pasa como con los accesorios decorativos. “Hay prendas que guardo como reliquias, de las que jamás me desprenderé, porque les tengo un cariño especial; el resto, cuando llega el momento, las doy”.
La serie The OA, dirigida por Zal Batmanglij, cuya primera temporada ha tenido una enorme repercusión mundial, le ha permitido ser descubierta por una generación que quizá ni había nacido cuando Paz protagonizó Lucía y el sexo. Nada puede avanzar de la segunda –salvo que Brit Marling y Batmanglij están ya trabajando en los guiones–, pero a toro pasado sí confiesa que no se esperaba ni remotamente el éxito que ha tenido. “Creo que ni los productores se lo esperaban. Era un experimento muy especial, pero hemos comprobado que la gente joven, sobre todo, está muy abierta a nuevas maneras de contar historias”. En ella, interpreta a la cubana Renata, de la que poco descubrimos en sus apariciones, salvo que vivió, como la protagonista, una experiencia cercana a la muerte que la convirtió en un ser especial. “Hay personajes de los que es mejor saber poco, yo no necesitaba más”, explica. “Me dejaba llevar por las situaciones creadas en el rodaje. El director quería que ese personaje lo hiciera yo sí o sí, y cuando leí los guiones me quedé en shock, me costaba imaginar cómo se iban a poner en imágenes”. Se fio del director tras varias charlas con él, y asegura que el rodaje –en Nueva York y Cuba– lo disfrutó muchísimo. Se emocionó especialmente en La Habana, porque rodó algunas secuencias en uno de los edificios que aparecen en Fresa y chocolate. “Incluso hay una placa que lo recuerda. Se me ponía el vello de punta, porque es un sitio maravilloso, con una atmósfera increíble”.
De repente, una nueva conexión con el imaginario LGTB de Paz Vega, que de siempre ha tenido una especial afinidad con la comunidad. “Es que soy un poco gay, la verdad”, dice entre risas. “El ser humano es multidimensional, y es maravilloso no tener mentalmente nada que te coaccione. En este sentido, no tengo aristas, me dejo llevar. Tienes que vivir tu parte masculina, tu parte femenina, tu parte animal…”. En este reportaje, se dejó llevar más por su parte masculina, por exigencias del guion, como le gusta a ella, y realmente se metió en el papel. Las fotos que lo ilustran son buen reflejo de ello. “El rollo andrógino lo utilizo más en mi vida privada que en mis apariciones públicas. Utilizo un rollo muy masculino para vestirme y moverme por casa, hasta el punto de que me pongo mucha ropa de mi marido Orson [Salazar, también su mánager]”.
“Ni los productores se esperaban el éxito de The OA, es un experimento muy especial”
A raíz de cortarse el pelo por exigencias de un guion, potenció aún más esa imagen no tan tradicionalmente femenina, y además se sintió muy feliz de hacerlo. “Llevaba mucho tiempo deseando llevar el pelo corto, como cuando era adolescente. Por exigencia de contratos publicitarios, llevé más tiempo del que hubiera querido el pelo largo, porque me querían con esa imagen”. Cuando las tornas cambiaron, vio que era la suya. “Es que la feminidad no se mide en centímetros de pelo, de pestañas, de tacón o de pecho. Y me gusta explorarla desde un punto más neutro”.
De ahí que celebre la fuerza que está cobrando el concepto de la fluidez de género, con el que se identifica y por el que apuesta. “Es que la mujer ha estado siempre sometida a unos cánones y a un rigor en la moda tremendo. Gracias a las películas de época que he hecho, y los corsés que me he tenido que poner, he ido aprendiendo cómo vestía la mujer a lo largo de la historia. En unas épocas se realzaba el pecho con los corsés, en otras, se aplastaba…, un suplicio. ¿Qué es la feminidad? La que cada una lleva dentro”. Y se esfuerza por inculcar esas ideas también a sus hijos. “El pequeño llevaba el pelo larguísimo el verano pasado, y él feliz, era como mi Tarzán… Y cuando mi hija pequeña llevaba el pelo corto y me contaba que en el colegio le decían que parecía un chico, yo le hacía ver que eso no tenía ninguna importancia”.
Si en este reportaje explora más su parte masculina, y lo disfruta, ¿cómo ha sido volver a explorar su lado monjil –tras dar vida a Santa Teresa– en la serie Perdóname, señor? “Estupendo. Ya he interpretado a dos religiosas, muy diferentes entre sí. Encontrarme con un personaje tan bien escrito como el de Perdóname, señor, al que le pasan tantas cosas, ha sido maravilloso. Viví un viaje catártico, de darlo todo en cada plano. Me he involucrado mucho porque me enamoré del proyecto”. Y en él ha coincidido con uno de nuestros guapos oficiales, Jesús Castro. “Guapo no, ¡lo siguiente! Hay planos en los que ríete tú de Paul Newman…”.
Todo son alabanzas hacia sus compañeros de reparto, entre los que están Estefanía de los Santos, Stany Coppet, Paco Thous o Luisa Gavasa, en esta miniserie en donde el narcotráfico es uno de los principales ingredientes de un drama romántico que gira en torno al personaje de Paz, que regresa a la televisión nacional. “En Estados Unidos sí he hecho algo de televisión, aquí no me llegaba nada que me gustara… hasta que apareció Perdóname, señor”. Y está encantada de ver o que ha cambiado la percepción de las series desde que ella participó en Siete vidas. “Entonces se diferenciaba entre los actores de cine y los de televisión. Ahora aquí se está haciendo una televisión estupenda, las series se han convertido en una fábrica de nuevos talentos, y a mí siempre me ha parecido que es el medio en el que más se aprende”.
Se ha licenciado con honores en las mejores alfombras rojas, otro de los medios naturales en los que, por su profesión, se le exige soltura, y reconoce que le sorprende la importancia que han cobrado dentro de la industria del entretenimiento. “Me hace gracia que la alfombra roja en sí sea algo a considerar, no entiendo la importancia que se le da a ese paseo”, dice. “Se nos ha ido de las manos la situación. Porque una red carpet es el camino hacia lo importante, lo que sucede dentro de un cine o un teatro. Me parece ridículo; el hecho de que participe no quiere decir que no lo critique, se ha sobredimensionado. Porque lo importante ya no es tanto el actor o la actriz que va a un evento, ¡sino lo que lleva!”.
Es un juego al que sabe que no se puede negar, aunque confía en que llegue un momento en que se relativice su trascendencia. “Para las actrices es una presión terrible. Y yo, la verdad, paso bastante de esa tensión. Cuando era más jovencita me lo tomaba más en serio, ya no”. Y asegura que no vive en absoluto preocupada de lo que puedan decir de ellas las ‘fashion police’ y de si entra o no en los tops de las mejor vestidas. “¡No, por favor, es ridículo! Hay muchos intereses creados, obviamente, y es un juego al que al final jugamos todas, pero confío en que esta psicosis pase pronto, porque somos actrices, no modelos”.
“No entiendo la importancia que se da a las alfombras rojas, para las actrices es una presión terrible”
Se enfrenta a la actuación como a la decoración: en cuanto puede se deshace de todo aquello que ya no necesita, suelta lastre. “Según maduras, tienes más opciones para enfrentarte a un personaje”, explica. “De joven la interpretación para mí era algo mucho más intuitivo. Ahora veo muchos caminos posibles para abordar un personaje. Y eso me genera un mayor sentido de la responsabilidad”. Una mayor autoexigencia, sin duda, pero que no implica que por ello el disfrute sea menor. “También he aprendido a no sufrir con el resultado, porque sé que siempre he dado lo mejor de mí durante el proceso. Al principio lo pasaba fatal cuando veía mis películas o series, ahora ya no. He aprendido a no darle tanta importancia al trabajo; al fin y al cabo, somos cómicos, nada más. Asumirlo ha supuesto una liberación”.
Fotos CHESCO LÓPEZ
Estilismo JOSÉ HERRERA
Maquillaje RAQUEL ÁLVAREZ PARA SENSILIS
Peluquería RAQUEL ÁLVAREZ
Ayte. FOTOGRAFÍA LAURA JIMÉNEZ
Ayte. ESTILISMO SAMUEL SANZ
Agradecimientos HOTEL ME MADRID REINA VICTORIA
LA SERIE PERDÓNAME, SEÑOR SE ESTRENA EN MAYO EN TELECINCO. LA PRIMERA TEMPORADA DE LA SERIE THE OA ESTÁ DISPONIBLE EN NETFLIX.