Se apagó el volcán. 2021 será conocido como ‘el año del volcán’ que, por cierto, aún no tiene nombre. Pero eso es ya historia, pasado. El presente y el futuro, es decir 2022, tiene que ser el que posicione a la maravillosa isla de La Palma –mi isla– como lugar preferente de todos aquellos que buscan la excelencia.
Los palmeros han dado ejemplo con su modo de comportarse ante un monstruo sin piedad que ha destrozado sus vidas. Los habitantes de la isla –tanto los nativos como los que se sienten palmeros por elegir vivir en este paraíso no solo de Canarias sino del mundo entero– han llenado miles de horas de televisión con un decálogo de buenas maneras, educación y ganas de salir adelante con su trabajo, como han hecho siempre, por otro lado.
Eso es lo que define al pueblo palmero, más que del manido término ‘resiliencia’, que está llenando las bocas de todos en los últimos años.
No, señoras y señores; lectores y lectoras; espectadores y espectadoras. No, lo de los palmeros no es resiliencia. No es una moda lingüística: es una forma, innata, de ser.
Ahora empieza lo realmente complicado; ahora es cuando empieza ‘la fiesta’. Por ello pido –sin cortarme– a todos los responsables que sepan estar a la altura para que La Palma vuelva a dar ejemplo de que es posible el milagro de la unidad, y los palmeros puedan reconstruir sus vidas.
Es preferible que se dediquen a ello, que busquen soluciones rápidas a los problemas que conlleva la Administración pública, y que no gasten tantas energías en quedar bien hablando como cotorras de “los palmeros y las palmeras”, preocupándose más de cumplir con el lenguaje inclusivo que de ayudar a los que se han quedado sin casa.
Ni resiliencia, ni palmeras y palmeros; isleñas e isleños. Que los dineritos que entre todos hemos donado lleguen a las cuentas de los afectados, en el amplio sentido del término. Luego ya seremos inclusivos y dejaremos de ser resilientes (y resilientas). Incluso con los y las que han tardado en acelerar los trámites. Ahora es el momento de que ayuden a los palmeros a poder volver a trabajar.
PD: Para quien me lo vaya a criticar: esto no es demagogia barata; es, hoy por hoy, la triste realidad.
Fotos: Saúl Santos