Iba a ser Valentino, pero las exigencias del modisto italiano llevaron al Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid a dedicar su primera gran exposición de alta costura a otro icono de la moda que no por llegar en segundo lugar merece menos elogios. Al contrario, el genio de un leyenda viva como Hubert de Givenchy funciona como un puente privilegiado entre el estilo de los grandes iconos clásicos –fue un gran admirador de la obra de su amigo Cristóbal Balenciaga– y el diseño de vanguardia durante más de medio siglo de vida. Desde la apertura de su maison en 1952 a su retirada profesional en 1996, pasando por su pionera línea de prêt-à-porter, un gran número de personalidades femeninas encontraron en las creaciones de Givenchy, marcadas por la pureza de líneas y volúmenes, la representación del canon ideal de la mujer de la segunda mitad del siglo XX.
Ideada por el propio Givenchy y comisariada por Eloy Martínez de la Pera, la exposición que puede verse hasta el 18 de enero en Madrid reúne hasta cien creaciones del modisto que dialogan con pinturas de otros artistas que le influenciaron como Zurbarán, Rothko, Ernst, Sargent, Miró, Robert y Sonia Delaunay o Georgia O’Keeffe. El recorrido comienza por los orígenes de la firma de moda, con modelos como la famosa blusa Bettina, y continúa con vestidos cortos y de noche, trajes de seda, sus característicos diseños en color negro –el famoso little black dress–, vestidos de novia, bordados y muselinas.
Jacqueline Kennedy, Wallis Simpson o Carolina de Mónaco, entre otras, fueron algunas de las fieles clientes de Givenchy. Pero ninguna como su gran amiga Audrey Hepburn, con la que manturvo una relación única que comenzó en 1954 y a la que esta exposición dedica un apartado especial. Hepburn vistió sus diseños en algunas de sus películas más conocidas, como Sabrina, Una cara con ángel o Desayuno con diamantes, cuyo famoso vestido se exhibe en la muestra. La actriz también fue modelo del primer perfume de la maison, L’Interdit, fotografiada por Richard Avedon.
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