Dionte Greene estaba sentado en su coche cuando le pegaron un tiro en la cabeza. Todo el delito que había cometido para ser asesinado es ser negro y gay. Tenía 22 años, era de Kansas y se dirigía a una fiesta donde era obligatorio disfrazarse del sexo contrario para luchar contra la discriminación. “No le gustaba salir y no tenía enemigos. Por eso creo que ha podido ser alguien que no haya salido del armario o que esté en contra de los gays”, explica su madre, Coshelle Greene, en declaraciones a la versión americana de The Guardian.
Y es que, amigos de Dionte cuentan que llevaba tiempo chateando con un hombre que no había reconocido abiertamente su homosexualidad. De él se sospecha que podría ser el asesino, pues no quería que su secreto se desvelase y, pese a ello, había aceptado a conocer a la víctima en persona el día de autos. Las últimas palabras de Dionte antes de morir pueden ser reveladoras: se encontraba hablando por teléfono con un amigo cuando comentó que su cibernovio se parecía “a su avatar de Facebook”. Lo que vino inmediatamente después fueron gritos antes de que la comunicación se cortase… De momento, el crimen sigue sin aclararse.
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