Que alguien le quite el micrófono. Steven Anderson, pastor de la Iglesia Bautista en Arizona, dejó un sermón antológico en el Día Mundial del Sida. Es un iluminado, está bendecido y menos mal que está entre nosotros para, primero, dejar claro su afecto por el colectivo LGTB, y después, aportar la solución mágica para la erradicación del VIH. “Alrededor del 1’6% de la población de Estados Unidos es homosexual, y un 0’7 es bi… da igual, son todos sodomitas”, afirma seguro de sí mismo.
Y claro, todo error conlleva un castigo: “Si un hombre miente a la humanidad, y miente a la mujer, habrá cometido un acto abominable que debe llevarle a la muerte, la sangre debe estar por encima de ellos”. Las perlas se suceden y, dada su afición por el asesinato, decide matar dos pájaros de un tiro: “Y esto, amigos, es la cura para el VIH. Si ejecutamos a los homosexuales como Dios recomienda, se acabará con esta enfermedad desenfrenada, y eso que se gastan billones de dólares en investigación”. Las bases están establecidas, ahora solo queda encomendarse a la Biblia para que tengamos un mundo mejor. Los resultados serán inmediatos, y es que, “si seguimos este camino, en Navidad no existirá el sida”. Gracias.
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