Sandra, Rosa, Raúl y Miguelito. El trío habitual al que estamos acostumbrados en Adán y Eva se ha convertido esta semana en orgía. Mientras descubres qué es lo que más te gusta, en el manual de las probaturas está establecido no cerrarse en banda. Así, en el juego del todos contra todos, aparece un quinto elemento que marcaría el devenir del programa: los celos.
Y claro, son puñales que se clavan. Sandra, la Eva de ébano y trasero poderoso, cree que lo tiene todo controlado, pero se ha olvidado de su patología. Puede pasar de la felicidad al odio en décimas de segundo para asombro de los que estábamos al otro lado de la pantalla. Su batalla con Rosa dejará perlas antológicas: “Cuidado que mi pollo es mío”. Le llega a bailar una vocal y…
Por su parte, Raúl bastante tiene con sus canciones, y Miguelito con sus decepciones. El chico está tan metido entre los árboles que no ve el bosque. Nadie le quiere. La competencia parece sana, las burlas comienzan a adquirir protagonismo y la armas de seducción empieza a hacer mella. “Yo creo que se ha puesto palote”, comenta Rosa sobre Miguelito. Las espadas están en alto.
Todo era correcto hasta que a Sandra se le vuelve a cortocircuitar la cabeza. Comienza a ver a Rosa como una amenaza y en plena cena el ataque será total: “Eres una sosa, no sé qué haces en la isla”, es la lindeza más suave que esputa antes de enrocarse y mandar al personal “a tomar por culo”. La fractura es total.
El estoque llegará cuando nuestra Eva de chocolate se encuentra con la potestad de expulsar a su rival. “Ganó la chica bruta contra la más fina”, sentencia la despechada. Raúl tiene dudas y Miguelito bastante tiene con evitar la erección. El desenlace está en manos del poeta, que decide que es necesario tener una musa para seguir guitarreando…
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