Ilustración: Iván Soldo
Tenemos que hablar, Lee Daniels . El problema no eres tú, entiéndeme, que desde que nos conocemos te hemos considerado un adalid de los derechos LGTB en Estados Unidos, y ya sabemos lo difícil que puede ser predicar en el desierto. Seguimos celebrando la naturalidad con la que posas con tu novio en las entrevistas, pero el problema viene por tu nueva serie de televisión, esa con la que estás rompiendo récords de audiencia a cada nuevo episodio pero en la que, nos tememos, has vuelto a hacer de las tuyas.
Sabemos que Empire quiere ser una adaptación televisiva de El rey Lear pasada por el filtro del culebrón ochentero y, además, musical. Nada que objetar, sobre todo cuando has sido tan valiente de juntar, para goce de la audiencia, a dos díscolas como Naomi Campbell y Courtney Love a sabiendas de que son eclipsadas por ese imparable huracán enfundado en animal print que se hace llamar Cookie Lyon. Pero creíamos que, en lo que a representación de la homosexualidad se refiere, habían cambiado mucho las cosas desde los tiempos de Dinastía.
Algo no cuadra entre los vástagos de esta saga familiar que se enfrentan entre ellos por ver quién heredará el negocio del patriarca. No importa lo pisacabezas que puedan llegar a ser, todos urden su maquiavélico plan para salirse con la suya. ¿Todos? No exactamente. En esta historia de rivalidad fraternal hay un ser angelical, inocente, prístino, valiente, de voz dulce y aspecto de efebo que nunca se ensucia las manos. ¿De verdad es necesario tratar con tanto mimo a Jamal, el modélico personaje gay que interpreta el también abiertamente homosexual Jussie Smollett, para que captemos tu mensaje? Si el objetivo ya estaba cumplido desde el capítulo piloto: contarle a todos esos hogares de clase media, y más en concreto a la comunidad negra, que no hay nada de malo en que tu hijo sea gay.
Pero lo has vuelto a hacer. Del mismo modo que en Precious y El mayordomo no dejabas resquicio alguno para el beneficio de la duda, Empire te sale, paradójicamente, demasiado blanca cuando quieres abordar a un personaje gay desde lo políticamente correcto. La idealización te nubla la vista y, aunque lo aceptamos como un noble ejercicio de propaganda, no parece que se ajuste mucho a la realidad de la serie. Te perdonamos tu candidez porque, hemos de reconocer, ocurren más cosas en un capítulo de Empire que en dos temporadas de Looking. Ahí ganas la partida.