Conoce al candidato al parlamento británico VIH+

Adrian Hyyryläinen-Trett es el primer candidato parlamentario del Reino Unido que declara su condición de VIH positivo. Lo hacía enuna publicación inglesa, donde confesaba su turbia vida y cómo contrajo la enfermedad. Adrian era un niño de 12 años de edad,  flaco, con el pelo corto y un uniforme escolar arrugado. Nos situamos en 1993, […]

1 abril, 2015
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Conoce al candidato al parlamento británico VIH+

Adrian Hyyryläinen-Trett es el primer candidato parlamentario del Reino Unido que declara su condición de VIH positivo. Lo hacía enuna publicación inglesa, donde confesaba su turbia vida y cómo contrajo la enfermedad.

Adrian era un niño de 12 años de edad,  flaco, con el pelo corto y un uniforme escolar arrugado. Nos situamos en 1993, en un pueblo llamado Cringleford, en las afueras de Norwich. Es la primera vez que Adrian piensa en el suicidio; sometido a un fuerte bullying en el colegio, siente que nada merece la pena.

«Me sentía solo, me daba vergüenza», confiesa ahora, a los 36 años de edad.

Hace un par de semanas, el candidato contactaba con la publicación por las redes sociales, y pedía una entrevista donde contar la historia de cómo se infectó con el virus, quería hacerlo público y ser el primer candidato al Parlamento en revelar su condición de VIH positivo. Pero este acto de valor, en una sociedad que aún estigmatiza a los enfermos de VIH, fue solo la mitad de la historia que encontramos en su relato.

El candidato comenzó contando su historia en los años de escuela: «Traté de tirarme por la ventana un par de veces. Pero la suerte, o el destino, quisieron que me salvara de estos intentos. En ambas ocasiones mi padre interrumpió mi propósito, sin darse cuenta de lo que había interrumpido. Yo estaba justo fuera de la ventana, y él se acercó y me preguntó qué demonios estaba haciendo subido al alféizar. Yo solo argumentaba estar mirando por la ventana, fingiendo que no pasaba nada». Su padre no podía imaginarse las burlas y vejaciones que recibía en la escuela nuestro protagonista.

Adrian sufría incluso agresiones físicas. «Un alumno de un curso superior me golpeó en el baño, cerró la tapa del inodoro en mi cara. El golpe fue tan fuerte que me desmayé, cuando recuperé el conocimiento me levanté y me dirigí a mi siguiente clase, fingiendo que no había pasado nada».

Sin embargo, la agresiones físicas siempre fueron más llevaderas que las psicológicas, según cuenta. La mayor parte de las burlas hacia él eran por su aspecto físico: delgado, menudo, y con comportamientos que evidenciaban su homosexualidad, era víctima de comentarios ofensivos y ataques físicos: “Nunca tuve un amigo cercano aquellos años”.

“Ya desde bien pequeño supe que era gay, pero sabía que mis padres y las personas que me rodeaban no lo entenderían. Sabía que no podía decírselo a nadie. Pero sí lo debieron de saber, los niños de la escuela siempre decían cosas sobre mí y a veces las gritaban cuando mis padres iban a recogerme a la puerta del colegio”.

A los 13 años tuvo la oportunidad de salir con una chica que se interesó por él, pero admite avergonzado que solo lo hizo para tener una tapadera, un respiro al acoso. «La gente pensaba: si él tiene una novia, no puede ser gay. Me sentía culpable, pero fue mi único medio de salvación aquellos años, y evitó que siguiera pensando en el suicidio”.

Cuando todo parecía más fácil, empezó a sentirse mal físicamente, sentía como si se estuviese partiendo en pedazos, primero sus brazos y después sus piernas, algo estaba fallando. El diagnóstico fue de fibromialgia, una enfermedad inflamatoria crónica que afecta el sistema nervioso. Adrian pasó el siguiente año escolar en casa, sin poder salir, en un estado de frustración y rabia.

«No estaba contento con lo que era. Pensé: ¿Cuál es el sentido de la vida?». Pero el traslado familiar a Canterbury le hizo cambiar de idea.

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Consiguió recuperarse de la fibromialgia y se fue a estudiar a la Universidad de Kent, y allí tendría sus primeras experiencias homosexuales y relaciones sociales satisfactorias.«Era la primera vez que me sentía cómodo con quién era yo».

La entrevista continúa, pasa página

Después de graduarse, se fue a Londres para trabajar para una empresa de traducción. Podría haber sido una época de emancipación, pero el aislamiento de la gran ciudad le engullió y volvió a recaer en la depresión y los pensamientos suicidas.

Comenzó a tener encuentros en chats y páginas de contactos gays. «Fue una manera de conocer chicos sin ir a los clubes, yo era muy tímido como para entrar en esos sitios y hablar con alguien”.

«Tenía la esperanza de agradar lo suficiente a alguien como para que quisiera ser mi novio. Iba de una persona a otra tratando de encontrar a alguien que me amara, dándome a todos. Terminé haciendo todo esto porque estaba muy solo y mi autoestima estaba muy baja».

La depresión se hizo más fuerte y empezó a frecuentar los lugares más oscuros del mundo gay de Londres. Sus flirteos con la drogas le llevaron a pensar que una mala combinación de estas podrían darle la solución que siempre había buscado: acabar con su vida. Pero, de repente, una temeraria idea se cruzó por su cabeza: “A pesar de que sabía que la gente sobrevivía al VIH, pensé que si no me cuidaba esta podría ser la forma de acabar conmigo. Creí que el virus podría ser la respuesta a mis plegarias”.

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Adrian lo cuenta avergonzado: «Esto es lo que hace la mala salud mental. Estaba pasando por un terrible momento y no me dejaba razonar con claridad. Pensé en quién podía estar infectado, quién podría ser la persona que pudiera darme lo que estaba buscando”.

Comenzó a tener relaciones de riesgo con personas que hacían uso de drogas inyectables y practicaban sexo sin protección. También comenzó a pincharse, bajo los efectos de las drogas le resultaba más fácil someterse sexualmente a quien quisiera acostarse con él; este consumo excesivo le provocó varias sobredosis, a las que también sobrevivió.

A veces, la sobredosis lo dejaba inconsciente durante horas, y cuando se despertaba encontraba a desconocidos con los que seguramente había tenido sexo sin condón, e incluso sabe que en más de una ocasión fue filmado mientras estaba drogado y mantenía relaciones sexuales con varios hombres.

De este modo contrajo el VIH en 2004: «Fue mi culpa, yo lo estaba buscando desde hace tiempo”. Pero cuando se infectó, se dio cuenta de que no era esto lo que realmente estaba buscando: «Yo no quería el VIH. En realidad solo buscaba mi aniquilación».

Este golpe le hizo abrir los ojos: quería vivir. Así que empezó el tratamiento antirretroviral y recondujo su vida. Comenzó una trayectoria estable como consultor de selección, y después como activista del Partido Liberal Demócrata, en el grupo LGTB del partido. En pocos años fue seleccionado como candidato en Vauxhall, una zona asociada a la vida nocturna gay.

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A finales de 2013, conoció a su gran amor y le cambió la vida. Pero Adrian no quiere revelar su nombre, prefiere que él esté en el anonimato. El pasado fin de semana, celebrando el primer aniversario de matrimonio entre personas del mismo sexo en Inglaterra y Gales, la pareja se casó.

Su cambio de vida le ha llevado a la determinación de cambiar la política en temas de VIH y salud mental: «Necesitamos la colaboración conjunta entre los departamentos gubernamentales para implementar medidas preventivas», dice. «Partiendo de las escuelas, la educación en el sexo, la homosexualidad, el bullying LGTB o el consumo de drogas. Necesitamos más educación en las escuelas y en los puestos de trabajo, saber más sobre el VIH, es necesario reducir el estigma”.

El Parlamento británico ya ha hecho sus avances en materia LGTB. Por ejemplo, hace unas semanas os comentabamos la medida parlamentaria de implantar educación sexual LGTB en todos los colegios de Reino Unido.

También apoya la despenalización de las drogas, un problema que se cruza con la salud sexual en varios puntos, según el candidato. «Las drogas no son un problema criminal, son un problema de salud, debemos educar  para que la gente pueda hablar de ello y obtener ayuda”. Hay más temas que preocupan a nuestro protagonista, como la obsesión por la imagen corporal entre los hombres homosexuales, los delitos de odio y la salud mental.

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Asegura que no es el único parlamentario con VIH, él sabe que hay otros: «Es una decisión personal de cada uno hacerlo público». Y añade: «He llegado a la conclusión de que es hora de que alguien hable de esto, de que otros puedan aprender de mis errores. No pretendo ser un ejemplo. No podría haber hecho esto hace cinco o seis años».

Las declaraciones sobre la vida privada del candidato han levantado muchas opiniones a favor, por su valentía al contar su historia; pero también reacciones contrarias, donde los detractores no ven como buen ejemplo sus vivencias y la forma en que contrajo el virus.

Las elecciones para el Parlamento británico tendrán lugar el próximo 7 de mayo. En plena campaña electoral, las declaraciones de Adrian Hyyryläinen-Trett suponen una apuesta muy arriesgada para el candidato.

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