“Nos damos un beso, pues nos damos un beso. A mí eso me da igual, nos echamos unas risas”. Aritz intenta desdramatizar, pero ya es tarde. Ha convertido a Han en el hombre más feliz de la casa de Gran Hermano.
Bastó un poco de alcohol, un juego adolescente y, como titularía Maná, labios compartidos. Los aspavientos del chino dan muestra de lo ardua que había sido la conquista. Días chocándose contra una pared hasta que por fin la ha derribado… y parece que no se va a conformar.
Tras la salida de Maite, el affaire gay copa todo nuestro interés. De lo contrario, Guadalix parecería una tienda de muebles antiguos. La edición de los secretos continúa sin desvelar muchos interrogantes. Tal y como nos confesó Pepa Álvaro, la directora de casting del reality, habrá que continuar pegados al televisor