Ilustración: Iván Soldo
Es una fantasía hecha realidad. Joven, guapo –no de manual–, con éxito, cuerpazo… y sensible. Con evidentes ganas de gustar a los gays y dispuestísimo a darles todo lo que esperan de él. O casi. Sigue cultivando ese punto de heterosexualidad –aparentemente– rotunda que hace que guste aún más. Qué listo. Aunque, consciente de que vivimos un momento en que las etiquetas empiezan a importar menos, tampoco se cierra en banda. Listísimo.
De sobra sabemos lo complicado que es acceder a una madurez ‘normal’ cuando has vivido una adolescencia de teen star masiva. Mientras el mundo espera que te confundas, resbales, reniegues y hagas el ridículo, Nick Jonas va convirtiéndose en estrella adulta de trayectoria impecable. Dispuesto a ser el sex symbol gay que muchos fans homosexuales demandan que sea. No es algo tan habitual.
Como tampoco lo fue que un Jonas brother lanzase un álbum de lo más funky, acompañado por parte de la New Power Generation de Prince, cuando tenía 17 años. Ahí dio la primera señal: se lo pensaba tomar en serio. Hace dos años llegó su segundo gran alegato, su álbum homónimo. Y enseguida se estrenó Kingdom, la teleserie en donde encarna a un boxeador torturado por su homosexualidad reprimida. Un sueño. Y canciones como Jealous y Chains, otro sueño.
Siguiendo la estela de Justin Timberlake, y plantándole cara a Justin Bieber –sin intentar robarle believers, sino captando gays a los que el canadiense no les pone tanto–, Nick comienza una prometedora nueva etapa con Close, single que avanza el que en junio será su tercer álbum, Last Year Was Complicated. Ojo al título, revelador. Jonas no tiene problema en hacer partícipe al mundo de su vulnerabilidad. Está dispuesto a convertirse en adalid de la nueva fragilidad masculina; vale que estés macizorro, pero eso no tiene que ser sinónimo de que ni sientes ni padeces. Y si te han roto el corazón y te ha dolido, pues a pregonarlo.
Que Nick Jonas está bien aconsejado es indudable. Puestos a grabar el vídeo de Close, su última canción, nada mejor que mostrarle algo torturado a la vez que delicado. A su lado, una pop star de culto, Tove Lo. Ambos dispuestos a quedarse en paños menores y ejecutar una danza de lo más arty.
Years & Years o Sia ya han evidenciado el poder de una buena coreografía para darle un plus de calidad a su música. Jonas –todavía– no canta especialmente bien, pero la sutilidad que le falta en esa faceta la suple con un esculpido cuerpo capaz de adaptarse a cualquier circunstancia.