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Nunca la barra de un restaurante despertó tanta expectación. Desde allí se cuela cada noche a través de nuestra televisión Matías Roure, el imponente barman de First Dates. A estas alturas, el programa necesita una presentación mínima: sus surrealistas citas llegaron el pasado mes de abril al access prime time de Cuatro para mantenerse en su incontestable éxito. Tan solo una curiosidad… ¿Es realmente un restaurante? “Es un plató, pero ambientado en un restaurante; la gente alucina porque la comida está tremenda, y los cócteles ni te cuento” [risas].
En cambio, Matías sí está por descubrir. Detrás de su aspecto vikingo y esa simpatía implícita en los argentinos, esconde un peregrinaje de 12 años en España hasta llegar a la pequeña pantalla. “Fue magia, se alinearon varios planetas, fue una carambola: un amigo le pasó mi número a la directora, pasé un par de castings… y si estamos aquí era porque tenía que ser así”. Siempre quiso ser entrenador personal, aunque ahora mismo los rodajes le quitan más tiempo del que le gustaría, y se define como “un chico muy normal, extrovertido, me gusta hacer reír a la gente que me rodea. Soy muy trabajador, me gusta mucho cuidarme, viajar, disfruto mucho de mi familia, mis amigos, la gente que siento que me quiere”.
Siempre se preocupó de su físico, aunque el paso de los años y agitar la coctelera para millones de españoles le ha hecho replantearse aún más sus rutinas. “Un amigo me dijo que a partir de los 30 había que usar cremas, tengo 33 y solo llevo unos meses, voy con retraso [risas]. También me arreglo mucho la barba, me gusta verme bien, arreglarme, lo típico…”. Todo un galán.
Con esa naturalidad –de hipnótica sonrisa– que le acompaña intenta explicar cómo se ha consolidado dentro del fenómeno First Dates: “Es increíble la gente cómo se está enganchando, se necesitaron unos meses, los primeros, para afianzar el formato pero ahora…”. Al final, llega a la conclusión de que “era algo que la televisión y la sociedad española necesitaba. Un programa donde puedes ser tú mismo y, en una de esas, encontrar el amor… La vida es muy así, una cita puede salir bien o no, a veces sale el sol y a veces se nubla”.
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Sin duda, nuestro hombre ha caído de pie delante de la cámara. Y a pesar de los elogios personales que recibe, se sabe pieza de un engranaje que carbura gracias al colectivo. “Creo que lo que más se ve es la complicidad que hay, el cariño que nos tenemos… Desde Carlos, que es un fenómeno, somos un equipazo. Tengo claro que nadie es más que nadie, y todos remamos en la misma dirección”, añade sin querer acaparar.
Tampoco lo pretende en el programa, aunque el hecho de que todas las citas pasen primero por su parcela pueda llegar a generar celos, envidias y comparaciones. Nada más lejos de la realidad: “Lo bueno es que cada chico que va a una cita más que como competencia me ven como un buen tío, se sienten bien…”. Y ojo, porque tal y como comprobamos en Shangay, también tiene al público gay entregado, fuera y dentro del plató. “Yo me llevo fenomenal con los gays, ¡se lo pasan pipa conmigo!”, exclama orgulloso.
Y así es como ha de sentirse, también por el trabajo que hacen en First Dates por la visibilidad y normalización del colectivo LGTB, enseñando al mundo citas entre personas del mismo sin discriminar y diferenciar. El argentino saca su lado más profundo, consciente de la responsabilidad social que con gusto adopta. “Todos somos seres humanos, hay que partir de ahí. Trabajamos también para la igualdad, cualquier persona de este planeta, sea heterosexual u homosexual, tiene derecho a encontrar el amor; y hay que tratarlos de igual a igual, eso lo tengo clarísimo”, sentencia.
Por cierto, hablando de primeras citas… ¿Cuál sería la ideal para el barman? “En una playa virgen, con una cena en una mesita a la luz de la luna… y a disfrutar de la arena, la vista y, sobre todo, de la compañía, claro está. En la barra tengo muchas horas para pensar” [risas]. Nosotros nos conformamos con haber tenido este encuentro con él.