Cuando Tkay Maidza vino recientemente a Madrid por primera vez (“de España solo conocía Ibiza y Alicante”) se sorprendió por el interés que está despertando en Europa. “Qué bien que a artistas como yo que estamos empezando se nos dé la oportunidad de presentar nuestra música. En Australia o eres superindie o eres supercomercial, no hay término medio a la hora de conseguir oportunidades. En países como Francia y el Reino Unido incluso he actuado en televisión, es muy guay”. En su caso, ha ayudado que haya grabado con productores como Martin Solveig y el apoyo de artistas como Charli XCX. “Es un ejemplo de cómo puede estar en lo más alto y ser majísima y estar muy al tanto de qué cosas están saliendo, y encima tener ganas de apoyar a artistas noveles. Es una tía ideal”, cuenta.
Tkay creció escuchando a Outkast, Lauryn Hill (“porque la ponía mi madre a todas horas”), Childish Gambino y, por encima de todos, a Rihanna, su artista favorita. “La verdad es que en los últimos años escucho más a artistas femeninas, porque hay muchas mujeres haciendo cosas geniales: Nicki Minaj, Santigold…”. Hay que preguntarle por la rapera australiana más popular hoy día –aunque esté un poco desaparecida–, Iggy Azalea. “Es curioso, porque como ya no vive allí, se nos olvida que es australiana”, dice entre risas. “La admiro por lo duro que ha trabajado para llegar donde está. Me gustaba mucho en sus inicios, cuando publicaba sus primeras mixtapes. Me empezó a dar mucha pena ver cómo la misma gente que la había encumbrado empezó a odiarla y a ponérselo difícil, y comprobar que no ha sabido llevar muy bien esa situación”.
Esta pizpireta hiphopera está muy interesada por el éxito, según confiesa. “Aunque para mí no tiene por qué ser sinónimo de popularidad. Cuando termino una canción y me gusta, siento que saboreo el éxito. Es importante para mí ir logrando objetivo que me propongo”. La verdad es que habla de una manera que te hace olvidar en algunos momentos que solo tiene veinte años. “No entiendo que haya tantos jóvenes que lo único que buscan es hacerse notar en las redes sociales, que basen su vida en el aspecto físico, sin ningún fundamento detrás. Me parece rarísimo”.
Cuando a los quince le entró el gusanillo de componer y cantar, quiso dejarlo todo inmediatamente y centrarse en la música. Pero no pudo ser. “Mis padres me obligaron a terminar el instituto, y después a empezar una carrera. Me dijeron que mientras no hubiera alguien que apostase económicamente por mí, lo mejor era que siguiera estudiando”. En cuanto vio que empezaban a salirle suficientes conciertos como para ganarse la vida, lo dejó. Y se muestra muy empeñada en componer ella sus propios temas, al menos en parte. “Cuando en ocasiones me han metido en sesiones con compositores para que me hicieran algo a medida, nunca ha funcionado. Podían ser muy buenos y hacer una canción increíble, pero si yo no había tenido nada que ver con su creación, no me apetecía cantarla. Cuanto más componga, mejores canciones me saldrán”.
Sus primeras canciones nacieron en su dormitorio, en Adelaide. Aunque no es allí donde se materializó su primer álbum, TKAY. “Quiero convertirlo en un estudio profesional”, explica. “Pero todavía no he podido. Así que tuve que ir a uno a grabarlo”. De pronto, la ciudad en la que ha crecido se le empieza a quedar pequeña. “No llevo nada bien cuando salgo a comprar o a hacer deporte que me reconozcan y me pidan una foto, si a lo mejor voy toda sudada. La verdad es que solo quiero llamar la atención cuando me conviene, cuando quiero que se me vea”. En parte, por eso solo sale de noche cuando viaja. “Y porque es una manera de escuchar cosas nuevas y descubrir música muy chula”.
“Rihanna y Kendrick Lamar se han convertido en auténticos portavoces de mucha gente porque no tienen miedo a denunciar aquello que no les gusta”
En su primer álbum se nota que le gusta no solo el hip hop, también el r’n’b y el pop, los tres estilos clave del sonido con que se presenta al mundo. Y no te creas que está tan convencida de haber publicado un debut tan variado. “Grabé muchísimas canciones, y la última palabra sobre cuáles iban a estar en el disco no la tuve yo. Ahora ya estoy pensando en el siguiente, que quiero que sea más compacto, más centrado en un estilo, más experimental”. Y lo dice cuando está empezando a promocionar el primero… Inquieta que es Tkay. Y nerviosa, por lo visto. “He empezado a hacer bikram yoga y me ayuda a deshacerme de malos rollos y tensiones. Es que paso mucho tiempo sola, grabando o en hoteles, y a veces me rayo. Bueno, ahora menos”. También le relaja ir a su gimnasio de toda la vida en Adelaide, una de sus conexiones más claras con el ambiente gay. “Tardé años en darme cuenta de que era un gimnasio LGTB, hasta que caí en que el logo era un arcoíris. Me enteré de que en la planta baja organizan drag shows los fines de semana. Y me fijé en que el DJ que suelen invitar pone a Kylie y clásicos dance de los 90 todo el rato…”.
Tiene claro que quiere dar la cara por las cuestiones que le preocupan. En estos tiempos convulsos que vivimos, piensa que es algo imprescindible. “Sí, vemos que las mujeres tenemos que exigir que se nos respete, que se producen muchas agresiones homófobas… Lo bueno es que mucha gente está alzando la voz y luchando por sus derechos. Y artistas como Rihanna y Kendrick Lamar se han convertido en auténticos portavoces de mucha gente porque no tienen miedo a denunciar aquello que no les gusta”. Quienes utilizan su voz para criticar no le interesan. “Si odian mi aspecto, no tienen por qué pregonarlo. ¿Tan aburrido estás que gastas tu tiempo en intentar amargarme? Por no hablar de Donald Trump, que precisamente potencia eso… ¡Cómo está el mundo!”.
Ya puede presumir de haber cantado en su primer álbum junto a un rapero de pro como Killer Mike, otro nombre más que añadir a los varios ilustres con que ha colaborado de alguna u otra manera. Todos muy variados hasta ahora, sin duda. “Me gusta que sea así”, confiesa. “No quiero sentirme atrapada en ninguna escena, sino dejarme llevar por lo que me instinto me pida en cada momento”. Hasta ahora no le ha fallado. Y a los compañeros de trabajo en los grandes almacenes donde curraba antes de dar el pelotazo les da envidia, por lo que cuenta. “Cuando les dije que dejaba ese curro para apostar por mi sueño, poco menos que se rieron de mí. Ahora, cuando les hago una visita y les cuento, casi me miran mal. Y yo sonrío, porque seguir mi sueños es lo que más feliz me hace”.
EL DISCO TKAY DE TKAY MAIDZA ESTÁ EDITADO POR KITSUNÉ/POPSTOCK!