El Liceu de Barcelona: ¡sin máscaras!

Sin máscaras, y sin antifaces. Ya no hace falta. La inauguración de la temporada del Liceu, en Barcelona, fue un baile de máscaras sin disfraces. El último ‘Ballo’ que había pisado las tablas del que históricamente ha sido el escenario lírico español más internacional, con más peso (y poso) en nuestra historia operística, había sido […]

Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

11 octubre, 2017
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El Liceu de Barcelona: ¡sin máscaras!

Sin máscaras, y sin antifaces. Ya no hace falta. La inauguración de la temporada del Liceu, en Barcelona, fue un baile de máscaras sin disfraces. El último ‘Ballo’ que había pisado las tablas del que históricamente ha sido el escenario lírico español más internacional, con más peso (y poso) en nuestra historia operística, había sido una producción de Calixto Bieito que supuso un tsunami en el patio de butacas. Pero ya no hace falta epatar al burgués, que está lo suficientemente ‘epatado’. Épater le bourgeois quizás ya no tiene sentido con una burguesía que ya viene epatada de casa, sobre todo en Barcelona y en unas fechas como estas.

El Liceu de Barcelona: ¡sin máscaras!
(Foto: Ferran Nedeu de Interprofit)

 

Este Ballo in maschera de Verdi llegó al Liceo en una gala que se celebró en unos días conflictivos y se esperaba otro tormentón en el patio de butacas. En este caso, político. Pero no lo hubo, afortunadamente. Mejor que la política y la cultura no ‘mariden’ demasiado, para que esta última no salga siempre perjudicada si se hace un mal uso del poder. Y si no hubo casi máscaras políticas en el estreno, tampoco las hubo entre los invitados a una première llena de personajes conocidos que no solo no tienen nada que esconder tras ellas, sino motivos para presumir de su vida a cara descubierta. Afortunadamente, ya no hay necesidad de llevar antifaz ni siquiera en un gran ‘baile de máscaras’ como este, con muchos famosos de la cultura entre los majestuosos y regios salones del Liceu: el gran actor José María Pou, que hizo un crossover teatral al confesar, en el templo de la ópera, que es fan confeso de La Terremoto de Alcorcón, y que lo primero que iba a hacer en cuanto tuviera una tarde libre era ir a ver The Hole Zero que acaba de estrenarse en Barcelona; el escritor y periodista Màxim Huerta que estaba con su amigo Germán Fernández, guionista y creador de la ‘Yihad Travesti: Rocío Jurado, en mi España cabemos todos’; Joan Matabosch, ex director artístico del Liceo y actual ‘jefe’ del Teatro Real, que estuvo con Jaume Graell, médico reumatólogo, y vicepresidente de Amics del Liceu y Giovanni Melillo, su marido, que es diseñador, dos grandes melómanos ‘opereros’ de la Ciudad Condal que pisan con nombre propio los mejores patios de butacas del mundo;  Damià Carbonell, adjunto a la dirección artística del Teatro Real y mano derecha de Matabosch; el director de teatro catalán Lluis Pascual; Luis Pliego, director de Lecturas, que estuvo con Luis Nemolato, periodista de crónica social y genial colaborador de esta publicación; Jaume Collboni, regidor de cultura del Ayuntamiento de Barcelona; el pianista y compositor Albert Guinovart, autor de musicales como Mar i Cel, entre otros, por el que tiene un premio Max;  Jesús y Fernando Encinar, cofundadores de El Idealista, que fueron con sus maridos, Ángel Luis y Daniel; Jordi Tort, director gerente de L’Auditori… Y sin máscaras se quedó también el escenario, en el gran baile del final del tercer acto, que Christian Lacroix (diseñador del vestuario de esta producción) tenía preparado para terminar la función sin caretas. ¡Fuera máscaras para todo el mundo!

El Liceu de Barcelona: ¡sin máscaras!
(Foto: Antoni Bofill)

 

Y fue allí, sobre el escenario, donde sucedió el único drama de la noche. Bajo la dirección musical de Renato Palumbo y escénica de Vincente Boussard, con los ya mencionados figurines de Lacroix, un ‘disfrazado’ rey  Gustavo III de Suecia (el libreto está basado en su vida, un monarca que murió asesinado en un baile, pero el Verdi tuvo que  ‘trasladarlo’ a Boston y ‘disfrazar’ a este rey –con leyenda de vida gay oculta a sus espaldas– en gobernador de este estado americano) luchaba por el amor de Amelia ante los celos de su marido, Renato. Este último interpretado por el barítono Carlos Álvarez, que consiguió, con sus arias, que Verdi estuviera realmente de cuerpo presente en el patio de butacas. Quien sabe si vestido de Lacroix, con antifaz o tapado… En ese caso, el compositor sería el único en estar en el Gran Teatre a cara cubierta en una época en la que, le pese quien le pese, ya nos podemos dejar de hipocresías y quitarnos las máscaras.¡Viva V.E.R.D.I.!

El Liceu de Barcelona: ¡sin máscaras!

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