Salir del armario… de la mano de Walt Disney

Con Disney llegó el milagro. Pero no ahora: es un milagro que lleva ejerciendo como tal desde que el mítico Walt Disney fundó la compañía en 1923 con aquellos maravillosos cortos que se llamaban Silly Simphonies. Poco después comenzó el parto de Blancanieves y, hasta hoy, con Coco, ha sido un no parar. Cada persona tiene […]

Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

1 diciembre, 2017
Se lee en 4 minutos

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Salir del armario… de la mano de Walt Disney

Con Disney llegó el milagro. Pero no ahora: es un milagro que lleva ejerciendo como tal desde que el mítico Walt Disney fundó la compañía en 1923 con aquellos maravillosos cortos que se llamaban Silly Simphonies. Poco después comenzó el parto de Blancanieves y, hasta hoy, con Coco, ha sido un no parar.

Cada persona tiene su versión, y su visión, de Disney: hasta los que lo odian. Es como la Navidad, por mucho que se quiera vivir al margen de ella, no se puede. Todos, queramos o no, tenemos nuestra ‘experiencia Disney’. Y a todos nos ha condicionado.

Salir del armario… de la mano de Walt Disney

En mi caso, el milagro comenzó en el Cine Arango de Gijón. Hoy es la sede de una cadena de clínicas estéticas, pero en mi infancia era un precioso cine-teatro. Allí fui a ver una película, y no recuerdo cual era. Por eso fue un milagro: no recuerdo la película, pero sí el tráiler previo. ¡Cómo no recordar la primera vez que uno ve volar a Mary Poppins con un paraguas! El segundo tráiler que vi en ese cine (tampoco recuerdo la peli posterior) fue Golfus de Roma. Ahora, con el tiempo, creo que puedo decir que salí de armario en esa sala: recordar esos dos momentos es la confirmación de que apuntaba maneras, un disney con Julie Andrews y un musical de Sondheim

Salir del armario… de la mano de Walt Disney

Salir del armario… de la mano de Walt Disney

Pues sí: Julie Andrews y Mary Poppins fueron el punto de partida de ‘mi’ Disney. De una partida sin retorno que vivió su, por ahora, último y maravilloso momento hace unas semanas en el preestreno de Coco que organizó Shangay. Nuestros preestrenos son siempre especiales: destilan buen rollo, porque es encontrarnos con muchos de nuestros lectores, a los que les ponemos cara ese día. Conocer a sus lectores es una de las cosas más bonitas que le puede pasar a un periodista. Pero este último del nuevo estreno de Disney, al menos para mí, fue especial y distinto.

Salir del armario… de la mano de Walt Disney

Mi vida está estrechamente ligada a las películas de dibujos animados que esa empresa lleva haciendo desde 1937, el año en que por fin estrenó Blancanieves y los siete enanitos. Primero como Disney, y luego a través de su filial Pixar, con la que ha conseguido rejuvenecerse sin perder su identidad. Y quizás sea eso lo que me atrapa de esta fábrica de sueños: su capacidad de innovar, inventar, estar a la vanguardia y romper esquemas. Es muy complicado ser transgresor y hacer productos para niños. Muchos estarán llevándose las manos a la cabeza, ¿Disney transgresor? Pues sí. Lo fue a la hora de crear un lenguaje cinematográfico para el cine de animación, a la de meter el sonido de calidad en la música clásica con esa joya que es Fantasía y que mezcló música y dibujos animados como nunca se había hecho hasta entonces, a la de abrazar el surrealismo con Alicia en País de las Maravillas, a la de convencer a P.L. Travers para que le diera los derechos de Mary Poppins… En mil cosas fue rompedora, y está así plasmado en todas las historias del cine.

Pero también ha roto esquemas al ser una de las primeras compañías en dar a sus trabajadores LGTB los mismos derechos sociales y fiscales que daba a los heteros, cuando ninguna ley lo hacía ni les obligaba a hacerlo. O en permitir un ‘día gay’ en sus parques en los años en los que muchos padres cruzaban de acera al ver a dos tíos de la mano. Y más en un parque supuestamente infantil: eso sí que era moderno y, sobre todo, avanzado.

En nuestro preestreno de Coco, los hijos de todo tipo de parejas compartieron de forma natural, como debe ser, butaca en un abarrotado cine en el que nadie se sorprendió por nada. Niños que gays y lesbianas que, además, habían posado para nuestra revista en un reportaje que hicimos hace unos meses junto con una familia hetero ‘de toda la vida’, que también viniero. La normalidad tomó el patio de butacas en un estreno de Disney. Y, encima, la película es maravillosa y demuestra una vez más que Pixar sigue a la vanguardia.


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Es que, con casi cien años a sus espaldas y muchas películas ya no solo para cine, sino también para internet, televisión o cadenas de cable, con series de animación que ya incluyen personajes abiertamente LGTB, ‘mi’ Disney sigue siendo lo más. Es quizás por eso por lo que salí de armario con Disney. Gracias, Walt. Sigues muy vivo y presente en mi vida.

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