Gastar por gastar, comer por comer; y el escándalo es por todo lo demás

La Navidad es una fecha señalada en todos los calendarios. Para bien y para mal. Las reuniones familiares de estos días son esperadas y detestadas a partes iguales. Pero es algo de lo que no podemos librarnos nunca, queramos o no. El motivo de estas fiestas está muy claro: el nacimiento de Jesús, que se […]

Gastar por gastar, comer por comer; y el escándalo es por todo lo demás
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

5 enero, 2018
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La Navidad es una fecha señalada en todos los calendarios. Para bien y para mal. Las reuniones familiares de estos días son esperadas y detestadas a partes iguales. Pero es algo de lo que no podemos librarnos nunca, queramos o no. El motivo de estas fiestas está muy claro: el nacimiento de Jesús, que se ha fijado desde hace siglos en el día 24 de diciembre. Estamos, pues, ante una fiesta de origen y sentido religioso como, por otro lado, lo son casi todas las que tenemos en occidente, dado el peso, y el poso, que el cristianismo tiene en nuestra cultura.

Pero no nos engañemos, así como otras fiestas religiosas mantienen (o intentan mantener) su sentido más espiritual y religioso, la Navidad hace ya mucho tiempo que lo perdió. O se diluyó entre las burbujas de las botellas de champagne. Solo la Semana Santa, que en España es más folclórica y masiva que en ningún otro sitio del mundo, logra mantener ese sentido religioso en ciertos sectores, que lo viven íntima e intensamente. Intramuros. Pero con la Navidad resulta mucho más difícil, casi imposible.

Al consumismo en que llevamos inmersos desde hace décadas, lo complicado de las relaciones personales, la obsesión por forzar el tener que juntar grupos familiares (o ‘contra familiares’) para cenar contranatura por el simple hecho de ser Nochebuena se une la obsesión por el comer a destajo, beber sin sentido, descorchar los mejores cavas y champagnesHemos pasado de la sidra El Gaitero (famosa en el mundo entero) a los mejores espumosos españoles y franceses casi sin anestesia. Y, en este ansia, estos festines que antes eran exclusivos de estos días de diciembre se han extendido durante el resto del año. Es quizás también por ello por lo que, en este afán de superación que a veces el ser humano malinterpreta llevando todo al exceso, lo de las navidades se ha convertido en una orgía desmedida, sin sentido. No hay duda de que todas estas circunstancias han llevado a que el ‘tradicional’ espíritu navideño haya quedado enterrado bajo esta bacanal que, generalmente, termina además con bronca familiar, pues las desavenencias personales suelen crecer de forma proporcional a la ingesta de alcohol.


Entrevista exclusiva de La Prohibida con ‘Shangay’ horas antes de la cabalgata

Las protagonistas de la carroza más polémica de esta cabalgata hablan en exclusiva para ‘Shangay


No dudo de que sigan existiendo personas, familias enteras, que vivan el espíritu navideño de una manera religiosa y profunda. Yo, de hecho, las envidio. Me gustaría lograrlo algún día. Pero, incluso entre estas personas que sé que así lo viven, me he llegado a encontrar críticas tan absurdas como cuestionar la decoración que Alicia Moreno hizo para la primera Navidad de Gallardón en el Ayuntamiento por laica, pues esta polémica de hoy no es nueva y ya generó titulares de periódicos entonces. Lo gracioso es que comparaban (para mal) las luces de las calles de Madrid con las de Nueva York, como si Manhattan fuera el paradigma de la religiosidad. No, señores, las de Madrid eran feas, y las de Nueva York preciosas. De acuerdo, se acepta ese argumento. Pero puestos hablar de laicidad y consumismo alejado del espíritu navideño, creo, sin duda, que Manhattan nos gana por gran goleada.

Ahora la polémica salta por una travesti que va en una carroza de una Cabalgata de Reyes de un distrito de Madrid. Y salta antes de saber si la actitud de esa travesti, La Prohibida, va a ser ofensiva para el sentimiento religioso o va a vulnerar los derechos de los niños. Todo indica que no, que no va a ser así. Y si lo fuera, pues a pedir –entonces y solo entonces– responsabilidades. En España somos muy dados a eso de poner la venda antes de la herida… Los organizadores alegan que la presencia de La Prohibida es para normalizar la diversidad. ¿Es eso malo? Tradicionalmente en muchas cabalgatas quienes ‘ejercen’ de reyes magos son concejales de los ayuntamientos que las organizan. Y en nuestro país tenemos todo un abanico de políticos municipales en las cárceles, y no precisamente por dar caramelos a los niños.

Gastar por gastar, comer por comer; y el escándalo es por todo lo demás

Desde hace décadas, el espíritu navideño en nuestro país se asocia al Gordo de la Lotería (un premio muy espiritual) y a las burbujas de una firma de cava con grandes estrellas de Hollywood en su ‘tradicional’ spot (también con un profundo poso religioso). El ‘vuelve a casa vuelve por Navidad’ fue sustituyendo a ‘las muñecas de Famosa que se dirigían al portal’ y es una pena, porque quizás hemos enterrado, sin saberlo, el primer guiño abiertamente abiertamente gay de estas fiestas y hoy no sería noticia que La Prohibida fuera en una carroza.  Todo habría ido fluyendo con más naturalidad, seguro. Lo curioso es que nadie protestó por esas muñecas yendo al portal…

Es cierto que las ‘tradicionales’ cabalgatas de reyes ya no beben directamente del origen religioso que las vio nacer. Estas ‘innovaciones’ en la Cabalgata no son algo nuevo: en la época de Franco pasaron por la Gran Vía subidos en una excavadora, y patrocinada. Eso se recoge hoy como una de las curiosidades de esta fiesta tan arraigada en la capital. Muchas veces los Reyes Magos de Oriente llegan a los pueblos y ciudades de España en aviones o barcos en vez de en camellos… Pero ahora resulta que la ‘mala’ es La Prohibida, que va a ir con un pijama de pantera rosa en una carroza sobre el Arca de Noé…

En fin, lo que nos gusta una polémica absurda en este país. Claro que la Navidad se ha ido alejando de su sentido religioso. Pero la culpa no es de una travesti, sino de quienes han dejado ir a la Misa del Gallo (que paulatinamente han ido desapareciendo de las iglesias y ya casi ni se celebran a las doce de la noche) porque están en sus casas ciegos de champagne y ‘jartos’ de marisco.

Y La Prohibida, a esas horas, quizás solo esté jugando al baloncesto…

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