Es curiosa la sensación que recorre tu cuerpo cuando te sientas en la butaca del teatro a ver una comedia: las endorfinas están a flor de piel y las ganas de disfrutar y reír afloran desde el minuto cero. La primera sonrisa es muy fácil de conseguir, y la primera carcajada tampoco tarda en apoderarse de nosotros. La sabiduría popular nos ha enseñado que hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar, y la virtud de una buena comedia está en superar esas primeras risas fáciles para crear una sensación de delirio que se reparta en los noventa minutos que dura una función como La valentía, escrita y dirigida por Alfredo Sanzol.
Es lo que separa una comediucha de una buena comedia. La última obra de Sanzol supera con nota el reto, haciéndonos pasar un buen rato y alegrándonos la velada. ¡Qué más se puede pedir! La efectiva y minimalista estética que proponen la escenografía de Fernando Sánchez Cabezudo y la acertada iluminación de Pedro Yagüe nos conducen a una casa perdida en ninguna parte, donde se desarrolla esta aventura de fantasmas.
Escrita por un Sanzol poseído del espíritu de nuestros más ilustres autores cómicos, como Jardiel Poncela o Mihura, nos lleva a un mundo surrealista donde nadie es lo que dice ser. Tres parejas de hermanos nos hacen cómplices de una aventura sin sentido en la que el absurdo no solo es el camino sino también el destino. La dirección de actores es sencilla, sin dobleces, en la que no asusta usar maneras manidas como los trucos de clown, los gritos y las caídas tontas.
Inma Cuevas y Estefanía de los Santos son las hermanas protagonistas, herederas de una casa en el campo atravesada por una autopista; su compenetración es tremenda y se nota que se lo han currado mucho y bien. Sus huéspedes de Airbnb, que resultan ser los fantasmas de sus tatarabuelos, interpretados con gusto por los glamurosos Francesco Carril y Natalia Huarte, toman el contrapunto esperpéntico.
Los hermanos contratados para asustar son Font García, como el payaso listo, y Jesús Barranco, su comparsa, que saca partido a su radical físico protagonizando las más desternillantes situaciones de la noche.
Es imposible que guste a todo el público, pero los que hemos entrado en el juego propuesto por Sanzol nos lo hemos pasado bomba, y hemos aplaudido con ganas su nueva aventura, en la que algunos podrán decir que no hay mucho de nuevo. Pero es precisamente por ello –y por los homenajes a grandes títulos del cine de los 80, como Los cazafantasmas o El resplandor– por lo que cuando nos acordemos de La valentía se nos escapará sin duda una gran sonrisa. Desde aquí lanzamos el grito de “¡Viva el humor!”, que tiene un sentido especial en esta etapa gris que nos está tocando vivir.
La Valentía se representa en el pavón teatro Kamikaze hasta el HASTA EL 17 DE JUNIO.