En la nueva película de Julia Solomonoff Nadie nos mira, Guillermo Pfening da vida a un actor gay que deja su Argentina natal huyendo de una relación tóxica y en busca de nuevas oportunidades laborales. ¿Cuánto tiene en común con el personaje que tantas alegrías le está dando? Vamos a descubrirlo.
Guillermo Pfening ganó el premio a mejor actor en el último Festival de Tribeca por este papel. Un reconocimiento muy merecido, porque todo el peso de Nadie nos mira recae en él, no hay manera de no (ad)mirarle a lo largo de toda la película –apenas hay planos en que no aparezca–. La empatía que genera es uno de los grandes logros de la tercera cinta de Julia Solomonoff (El último verano de la Boyita) –coproducida entre siete países, entre ellos España, a través de la productora de Isabel Coixet–, cuyo tono naturalista es otro de sus grandes aciertos.
Nadie nos mira cuenta la historia –más bien, el drama– de Nico, un actor argentino, gay, que huye de una relación tóxica con un productor casado –con una mujer– y de su pasado como actor de telenovelas. Viaja a Nueva York en busca de nuevas oportunidades, pero descubre que no le va a resultar fácil lograr su objetivo. Trabaja como camarero y babysitter, cuidando durante todo el día al hijo de una amiga, no encuentra oportunidades interpretativas –por look no encaja en papeles de latino, y por su limitado inglés no puede optar a otros personajes–, y poco a poco se va hundiendo en un pozo que le consume. Nada que ver con lo que ha supuesto para el intérprete esta experiencia. “Sí que me pasó que me desenamoré de Nueva York después de unos cuantos meses allá… Pero fui papá antes del rodaje, tuve una hija con una amiga, en régimen de co-paternidad. Ahora vive con mi pareja y conmigo. El primer bebé que sale en película es ella, aunque hace de niño. Como todos los bebés de hecho que salen, todos son ‘trans babies’, nenas haciendo de nenes”, dice entre risas.
Durante los seis meses que duró el rodaje se sintió como Nico, “un poco a la deriva, muy solo”. Pero ve que ha merecido la pena, porque es una película que marca un antes y un después en su carrera, “como en su día pasó con Nacido y criado, de Pablo Trapero [2006]”. Difícil no identificarse con lo que cuenta –ni con cómo lo cuenta– Nadie nos mira, una película que huye tanto de clichés relacionados con la figura del migrante que se busca la vida en otro país como con los del hombre gay que intenta recomponerse tras una relación complicada. “Provoca que el espectador se implique de una manera activa, porque se convierte en cómplice de esta historia de un perdedor que no para de intentar levantarse cada vez que se cae. Creo que por eso espectadores tan distintos, sean o no gays, se identifican con esa historia de una persona que se esfuerza por empezar de nuevo”, explica.
Un personaje sin etiquetas
La homosexualidad de Nico es una característica más del personaje, determinante en su manera de actuar, pero en ningún momento planteada como un estigma o nada similar. Lo importante es lo que vive el personaje, lo que sufre, lo que ama, lo que se esfuerza por lograr sus objetivos…, no que sea gay. La naturalidad con que se trata este aspecto de su personalidad es otro de los aciertos del tono que le ha dado la directora argentina a su película. “Por un lado hace falta decir ‘soy gay’, pero por otro lado, ningún actor dice en una entrevista ‘soy heterosexual’. Me alegra ver una nueva generación que ya no marca esa diferenciación ni se apoya en esas etiquetas. Y en la película, también me parece muy interesante que no se planteara como la historia de un pibe gay, sino de un pibe sin más”.
Nadie nos mira propone una actualización de la masculinidad tradicional que es digna de aplaudir. Y en la que su examante, un productor que vive su homosexualidad en secreto, sí representa otra manera de vivir. “Es de otra generación, de otro estrato social…, y a través de él se ve que esa problemática sigue estando ahí. Nico se enamoró, follaban bien y se quedó atrapado en un vínculo tóxico”.
Guillermo Pfening se entregó por completo a este personaje que no deja de darle alegrías, y del que no puede estar más orgulloso. “Porque la película muestra a un hombre en crisis que está mudando la piel. Necesita tocar fondo para aprender y seguir adelante”. Y tiene mucho con lo que identificarse. “Nico es actor como yo, tenemos una profesión esquizofrénica”, afirma entre risas. “Sé lo que significa mudarte a otro lugar, que te rompan el corazón… Y al haber sido papá poco antes del rodaje empecé a conocer ese vínculo con los niños, nuevo para mí. Acababa de aprender a cogerlos en brazos y eso me vino muy bien para la película, ¡porque hasta entonces siempre me había dado miedo hacerlo!”.
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