¡Seguimos celebrando! Tras las buenas noticias de la semana pasada en Valencia y Suiza, Rumanía se suma a la lista. El referéndum celebrado el pasado fin de semana para consagrar en la Constitución rumana la definición de «familia tradicional» ha fracasado por una alta abstención de la ciudadanía.
Para que dicha consulta fuese efectiva, tenía que alcanzar un mínimo de un 30% de participación ciudadana, o lo que era lo mismo, tenía que conseguir unos índices similares a los alcanzados por Hungría en su último referéndum sobre la reubicación de los refugiados en la Unión Europea. En esta ocasión, la participación ha sido tan solo de un 20’41% de un total de 19 millones de ciudadanos que estaban llamados a las urnas en un referéndum que ha costado la friolera de 40 millones de euros, según indican datos oficiales de la Oficina Electoral Central.
Para que la iniciativa popular pasase a convertirse en un referéndum real y efectivo, necesitó un mínimo de tres millones de firmas para que Coalición por la Familia pudiese llevarlo a cabo. Mientras tanto, el Gobierno rumano, en manos del Partido Social Demócrata, manifestó de manera explícita su simpatía con la celebración de los comicios.
Por su parte, la oposición al frente conservador, formada por el Partido Nacional Liberal (PNL) y la Unión Salvad Rumanía (USR), aseguró que la única solución a este plebiscito era abstenerse en la votación. Incluso, consideraron que el presidente Dragnea, condenado por fraude electoral en 2016, había aprovechado la ocasión como una bomba de humo ante la tensión producida por los intentos socialdemócratas de aprobar leyes menos estrictas para delitos de corrupción.
Amnistía Internacional, junto con otras Organizaciones No Gubernamentales y el colectivo LGTB, han destacado los efectos negativos derivados de la celebración de este referéndum, entre ellos el aumento generalizado de los episodios homófobos.
La líder de Coalición por la Familia, Mihai Gheorghiu, defendió que todo esto se había llevado a cabo «por la defensa de la familia tradicional». Además, Gheorghiu achacó la baja participación a un problema de desinformación sin precedentes que están viviendo desde la caída de la dictadura comunista en 1989.
El referéndum contó con el apoyo unánime de la Iglesia ortodoxa, la cual, a través de los profesores de religión, realizó una campaña a favor del sí, entre muchos de sus actos.
Pese a que Rumanía despenalizó la homosexualidad en 2001, todavía no reconoce los enlaces civiles entre personas del mismo sexo. Es más, las materias relacionadas con el colectivo LGTB no han alcanzado índices similares a sus homólogos europeos, ya que en el último informe elaborado por ILGA Rumanía ocupa la posición 25ª de un total de 28 países.