Estocolmo, una capital orgullosa de ser tan abierta

Si un adjetivo define a Estocolmo es ‘abierta’. De hecho, cuando visitamos a su alcaldesa Karin Wanngård en su despacho del ayuntamiento, fue la idea que más veces repitió, orgullosa, al hablar de la capital sueca. “La atmósfera tan positiva que respira la ciudad es la clave de su apertura”, nos dijo.

Prueba de ello es la enorme visibilidad de la comunidad LGTBI en Estocolmo, y no solo durante su Orgullo. Un viaje en metro puede deparar sorpresas como encontrarte en uno de sus pasillos con una enorme bandera arcoíris. Una visita a su espléndido casco histórico, conocido como Gamla Stan, permite por un lado recrearse con la grandeza de su Palacio Real. Pero también descubrir el primer café de la ciudad en donde comenzó a ondear, hace varias décadas, la más orgullosa de las banderas, Chockladkoppen.

Es posible ir de isla en isla en busca de referentes, propuestas y guiños a la comunidad LGTBI. En una de las principales zonas comerciales de la ciudad, Bibliotekkstan, se encuentra la flagship store de HOPE, una de las marcas suecas que más llaman la atención internacionalmente en la actualidad. Entre otras razones, porque en sus colecciones no se concibe ya diferenciar las prendas por géneros, como nos contó su director creativo, Patrik Guggenberger. Es la filosofía de lo unisex llevada un paso más allá. Por cierto, en dicha tienda nos encontramos con la activista trans Saga Becker, que comulga completamente con la filosofía de esta marca.

El otro epicentro comercial es Södermalm, isla al sur de la capital, la más densamente poblada, un hervidero creativo. En ella se concentra el espíritu trendy de Estocolmo, con todo tipo de tiendas, cafeterías y clubs –algunos, no demasiado fáciles de encontrar, ocultos por el equivalente al meatpacking district de Nueva York, pero merece la pena buscarlos–.

En Södermalm –o SoFo, imitando el acrónimo de los barrios del Soho de Londres o Manhattan– hay numerosos locales que evidencian lo especial que es esta isla. Como Södra Teatern, una combinación de restaurante vegetariano –en verano, también con espectacular terraza al aire libre–, espacio de conciertos y multiclub –cuenta con cuatro salas con distintos ambientes y estilos de música, de la electrónica experimental al house filogay–. Con un ambiente muy abierto y una mezcla de públicos siempre interesante, es uno de los imprescindibles ahora mismo en Estocolmo.

Contrasta enormemente con la oferta de clásicos de la capital con atmósfera muy distinta, como el Hotel Diplomat, que cuenta con cafetería y restaurante con exquisito ambiente, muy acorde con la clase que destila este centenario edificio cuyas suites son de ensueño. Los contrastes predominan también en su vibrante escena cultural, de ahí que Estocolmo destile personalidad.

Y es que no puede resultar menos que llamativo que en un mismo día se puedan visitar dos centros tan distintos como Fotografiska, un exquisito museo dedicado a la fotografía contemporánea –que cuenta con sedes en Nueva York y Londres– y el ABBA Museum, dedicado a los genios del pop. Ambos igual de rigurosos y de apetecibles.

Cualquier momento es bueno para pasarse por Mälarpaviljongen, punto de encuentro imprescindible donde picar algo, comer, cenar o simplemente disfrutar de su mágico enclave sobre el mar. Hay que destacar el compromiso de sus dueños con la comunidad LGTBI, que hace cinco años crearon The Rainbow Fund. Gracias a ellos y a esta fundación que no deja de crecer, verás a refugiados LGTBI de Uganda o Chechenia trabajando allí, por ejemplo. Ocio concienciado, otro plus para sacarle todo el partido a la visita a una capital que nunca decepciona y siempre enriquece.

Una última mención para la compañía con que volamos, Norwegian, con 500 rutas a más de 150 destinos y 40 países, que fue nombrada en 2017 la mejor aerolínea low cost en los SkyTrax World Airline Awards. El hecho de que cuente con WiFi gratuita en sus vuelos fue de gran ayuda en nuestra visita a Estocolmo. Hasta la próxima.