Crónica: Jason Derulo, toda una pantera en libertad en su concierto de Madrid

Temas: Concierto, Madrid

Tras la cuenta atrás para el show en Madrid, con un más que olvidable DJ set de Jae Murphy (más propio de una boda que de un concierto), arrancó el concierto de Jason Derulo, con un vídeo que parecía más una minisecuela de El Rey León que otra cosa. Aunque, a juzgar por el título de la gira, 2 Sides World Tour, Derulo pretendía lanzar más bien un mensaje cercano al de La Bella y la Bestia. Eso sí, él mostró más su lado bestia, y un cuerpo esculpido que más de 7.000 asistentes encontraron muy bello.

Ataviado cual rey de la jungla, apenas le costó una canción quedarse a pecho descubierto. Está claro que sabe lo que su público quiere de él. Con una pequeña banda, enormes –y efectivas– pantallas, arropado por bailarines, tanto femeninas como masculinos, y un uso discutible de los pregrabados –de juzgado de guardia que en temas como Talk Dirrty los bajos apenas se intuyeran–, Jason Derulo conquistó con facilidad al respetable. Eso sí, con armas demasiado previsibles.

Ante todo, este 2 Sides World Tour es un despliegue de testosterona muy heavy. La música queda en segundo plano. Aunque, eso sí, no falta ni uno solo de los grandes hits de Derulo, que va dosificando a lo largo del show:  Don’t Wanna Go Home, Wiggle, la reciente Goodbye junto a David Guetta, Nicki Minaj y Willy William, Swalla, el ya mencionado Talk Dirrty, Want To Want Me,… Hasta le hizo hueco a 1, 2, 3 de Sofía Reyes, en el que colabora. Y también estrenó algún tema del que será su próximo álbum, cuyo lanzamiento ha retrasado ya en varias ocasiones.

Entre el r’n’b, el perreo, la música disco, el EDM y el rock para estadios se movió durante hora y media. Y ojo, que un sampleo de Apeshit de los Carters provocó alguna confusión. «¿Pero esta es suya?», llegué a escuchar.

Curiosamente, según fue pasando la noche se fue vistiendo más y más, porque, oye, cambios de vestuario tuvo tantos como cualquier diva pop. Un abrigo de leopardo, una levita a lo Anastasia, una cazadora a todo strass…, para terminar con una camiseta básica negra que de cuando en cuando se subía para seguir provocando con sus abdominales, y terminar el show, como procedía, de nuevo a pecho descubierto.

Todo rezumaba una heterosexualidad estereotipada que en ocasiones resultaba insultante. En más de un momento, las bailarinas parecían esclavas al servicio del sultán; cuando sacó a una fan, Paula, al escenario, esta, en lugar de aprovechar para decirle algo o arrimarse todo lo posible, le limpió el sudor…, tal cual. Derulo estuvo poco espontáneo, y menos bailongo de lo que cabía esperar. Solo cuando en un determinado momento se lanzó a un homenaje en toda regla a Michael Jackson dio la sensación de disfrutar de verdad.

Al final, había una gran mayoría de los asistentes muy contentos con lo que habían visto –más que escuchado, me atrevería a añadir–. Derulo subió la temperatura del WiZink Center como bien sabe hacer, y al final, ya sabemos que su repertorio no es precisamente un dechado de atrevimiento musical ni de sutileza. Su perfil de bestia empotradora pudo sobre la del bello intérprete, y se le agradeció, porque es en el que destaca. Así que final feliz.