Jesús Aguirre, el fallecido duque de Alba consorte por su matrimonio con Cayetana Fitz-James Stuart vuelve a la primera línea de actualidad. El escritor Manuel Vicent (autor del libro Jesús, el magnífico, que la duquesa denunció en 2011, cuando se publicó) ha escrito sobre él en El País y, lo más sorprendente, es que lo saca del armario: “Hijo natural, homosexual, hubiera pasado sin pena ni gloria por esta vida de no haber entrado a saco con todo el desparpajo a formar parte de la Casa de Alba”, asegura en la entradilla de un artículo titulado, Jesús Aguirre, otra vez.
El fallecido (y controvertido) excura jesuita, cuya boda con la XVIII duquesa de Alba fue un escandalazo en 1978, ha vuelto al primer plano de actualidad porque Eugenia Martínez de Irujo, única hija de Cayetana, habló de él en el programa televisivo Planeta Calleja: “Para nosotros fue penoso que se casara con Aguirre. (…) era cero humano, muy malo. Me dijo unas cosas con 11 años que se me quedaron grabadas y todavía las tengo (…) La gente lo tiene en un altar, pero me quedo muy bien sacando lo que él ha sido en realidad”, aseguró en el espacio, abriendo la caja de los truenos. Su hermano Cayetano, que también se había manifestado años atrás al respecto, la defendió tras estas palabras.
Como decimos, esta situación ha puesto de nuevo a Aguirre –fallecido en 2001 en el palacio de Liria de Madrid– en primera línea de fuego. Pero sorprende que se destaque ser “homosexual” en medio de una polémica sobre si fue un buen padre o marido, asociándolo a un hombre supuestamente arribista que –también supuestamente– solo quería medrar en sociedad a través de su matrimonio con una de las casas ducales más importantes del mundo.
He vivido en primera persona lo enamorada que Cayetana Alba estaba de Aguirre, este hombre izquierdista y progresista que ella misma metió entre la crème de la crème de la alta aristocracia española, que lo miraba con desprecio pero tenía que compartir salones con él. La he visto llorar desconsoladamente, años después de su muerte, mientras me decía que “mi vida sin él no tiene sentido”. Años después, no a la semana siguiente para cumplir el expediente.
Pero también he conocido cómo su relación con los hijos de su mujer (especialmente con los pequeños) era muy tensa, pues nunca llegaron a aceptarse. Pero estamos hablando de dos cosas completamente independientes: que se llevara mal con sus hijos no quiere decir que no fuera feliz con su mujer, ni ella con él. Quién sabe si era homosexual, bisexual, era un pacto entre ellos o, simplemente, se habían enamorado en el plano intelectual. El caso es que asociar el ser homosexual a un hecho presuntamente punible –ser ambicioso, trepa, mal padre o una especie de conspirador– no beneficia a nadie.
Hay dos cosas claras. La primera es que Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVIII duquesa de Alba de Tormes, siempre fue una mujer que hizo bandera con su vida por saltarse las normas establecidas y, como se ha escrito hasta la saciedad, también se puso el mundo por montera. Esto no es del todo cierto, pues ella nunca olvidó quien era, ni se despreocupó de salvaguardar e incrementar el legado de la casa ducal. Vamos, que nunca dejó de ser la duquesa de Alba pese a esa fama que le dieron (dimos) los medios de ser popular y campechana. Pero no es este el momento ni el lugar para entrar en ese jardín o, ya que estamos con tópicos, de abrir ese melón. La segunda cosa de la que no hay duda es de que Jesús Aguirre era un hombre culto, inteligente; un exsacerdote jesuita vinculado a la izquierda en pleno tardofranquismo que, en sus años como cura, se había convertido en todo un referente en el ámbito universitario.
No estamos hablando de dos personas lerdas que se vieran obligadas a casarse por convencionalismos sociales. Más bien, al contrario. Si lo hicieron fue bien porque quisieron dar el bombazo, o bien porque querían unir sus vidas. Igual por una mezcla de ambas cosas, que es lo más probable. Si era homosexual o no, ¿qué importa? ¿A quién le importa? Tampoco sería el primer caso en el mundo aristocrático, como bien se ha demostrado posteriormente. Si se hace libremente, entre dos personas con fuerte personalidad, ¿es criticable eso?
Que haya sido, supuestamente, un mal padre para los hijos de su mujer, es otro asunto. Ya se sacó el tema de su homosexualidad en este polémico libro que, cuando se publicó en 2011, tuvo mucha repercusión. Como decimos, la propia Cayetana Alba lo denunció públicamente. Incluso escribió un artículo en ese mismo periódico, El País, defendiendo a su fallecido marido y rebatiendo públicamente al autor. Una tribuna que ella misma firmó como Cayetana Alba, dándole así como una especie de rango de ‘comunicado ducal’.
Que en 2018 se vuelva a escribir sobre ello, y se haga una salida del armario post mortem aprovechando las declaraciones de Eugenia sobre la relación con su padrastro, no creo que sea muy afortunado. Independientemente de cómo haya sido (o no) Aguirre como persona.