Antes de empezar a hablar de (su) música, el pianista canadiense Jean-Michel Blais, que habla un fluidísimo español –uno de tantos idiomas que domina–, se interesa por Chueca.
Es abiertamente gay, y le interesa saber si en Madrid está pasando como en capitales como Berlín, en donde el ambiente LGTBI está totalmente mezclado y ya no precisa de un barrio concreto en que vivirlo. “Me parece un gran progreso, que estemos integrados en toda la ciudad. En Montreal, donde vivo, sí que hay un barrio concreto donde se concentra la vida gay. Lo veo positivo para cuando llegan migrantes homosexuales, por ejemplo, así saben dónde ir. Pero lo ideal es que la gente queer y la que no lo es nos mezclemos, ¿verdad?”.
Cada vez somos más los que estamos a favor de dejar las etiquetas a un lado, de cualquier tipo. Es algo que también hay que hacer al hablar de la música de Blais. Porque, si bien él tienen una formación clásica, en su obra hay también elementos de new age –Philip Glass es una de sus grandes influencias (“cambió mi vida, me permitió aceptar la repetición como vehículo expresivo”)–, electrónica y, sí, de pop. “Para mí tiene algo incluso político jugar con esa combinación. Porque la música clásica se asocia a las clases altas, y el pop, a la clase media-baja; es algo que odio. La música debe unirnos, no separarnos”.
“Antes siquiera de saber que era gay, el piano fue mi confesor, porque él podía mantener mi secreto”
Pone como primer ejemplo de artistas que le gustan y que también apuestan por la indefinición a Radiohead. “Hacen música considerada alternativa, pero igualmente lo que hacen es pop… Pero también escucho a Celine Dion o a Justin Bieber”. Ojo, que a Bieber no solo le escucha. “Antes tenía un grupo, y solo hacíamos versiones de sus canciones, con piano y bases electrónicas”. Esto fue hace muchos años, dice. “Era en aquel momento en que mucha gente se reía de él y casi nadie se lo tomaba en serio. Venían a vernos sobre todo hipsters, que se quedaban totalmente descolocados”.
Ha llovido desde entonces. Jean-Michel Blais trabajó durante un tiempo como profesor de educación especial, con niños con problemas de adaptación. Lo compaginaba con la música, hasta que en la Navidad de 2017 tomó la decisión de centrarse en esta pasión. Ya no podía seguir compaginando un trabajo de lunes a viernes en Montreal y viajar el fin de semana a Toronto para tocar y reunirse con la gente de su sello cuando era necesario. “Fue arriesgado, porque nunca sabes cómo van a salir las cosas”, explica. “De momento, estoy muy contento de haberlo hecho, no tengo miedo, salvo a no tener tiempo para estar con los míos, o irme de vacaciones. Quiero seguir publicando discos, girando, me gustaría componer bandas sonoras…”.
Acaba de lanzar un EP titulado Eviction Sessions, que surgió de la manera más curiosa. Cuando su casero le dijo en primavera que tenía que dejar su piso en Montreal –en el que había grabado su debut Il–, asegura que le dio mucho bajón. Así que decidió invitar a sus amigos íntimos y a la gente que más le había apoyado mientras vivió allí y regalarles un concierto privado de piano. “Estaban mi familia, mi novio…, sentados en la cama y en el suelo. De nuevo, me gustaba la idea de que viviéramos esa experiencia unidos”.
Acaba de ver la luz, y lo considera como “una disculpa”, en cierto modo, a aquellos a los que solo les gusta su vertiente clásica y no acabaron de comprender que en su álbum más reciente, Dans ma main –nominado al Polaris Music Prize al mejor álbum publicado en Canadá– tuviese un componente electrónico; aquí ofrece cinco versiones desnudas de temas incluidos en ese álbum, que le ha convertido en un artista de gran proyección internacional.
Nunca ha ocultado que es gay, ni le ha dado mayor importancia. Tiene que ver con su actitud vital. “Para mí no es un hecho interesante, ni querría utilizarlo para promocionarme. En ocasiones, ciertas historias eclipsan la música: si te falta un brazo, si te hicieron bullying de pequeño…”. Aunque cuando surge en la conversación no tiene problema en hablar de ello. “Lo hice, por ejemplo, en Fugues, la revista LGTB de Quebec. Pero compartir que soy gay, o que estoy con mi novio, es como contar que visito a mis papás, no tiene mayor relevancia”.
«La música instrumental es mejor instrumento que la cantada porque resulta más universal»
El hecho de ser homosexual ha tenido, obviamente, influencia en su trayectoria artística. “Cuando mis amigos me decían de pequeño que me fuera a jugar al hockey con ellos y yo prefería quedarme en casa, me empezaba a plantear por qué era diferente. Me sentaba al piano y volcaba esas emociones del adolescente que no sabía qué le estaba pasando”. Tiene muy clara la relación que estableció con el instrumento que toca: “El piano fue mi confesor, porque él podía mantener mi secreto, que ni siquiera yo tenía claro cuál era”. Y en él ha volcado siempre, y sigue haciéndolo, sus sentimientos. “En este sentido, la música instrumental es mejor que la cantada, porque resulta más universal”.
EL EP EVICTION SESSIONS ESTÁ EDITADO POR ARTS & CRAFTS / MUSIC AS USUAL.