Christopher Dean, que acudió a una terapia de conversión LGTB, reacciona a 'Identidad borrada'

Un testimonio como el de Christopher Dean y una película como 'Identidad borrada' son importantes para desmontar lo absurdo de las terapias de conversión LGTBI, que desgraciadamente están de plena actualidad.

Christopher Dean, que acudió a una terapia de conversión LGTB, reacciona a 'Identidad borrada'
Agustín Gómez Cascales

Agustín Gómez Cascales

He viajado en limusina con Mariah, he tomado el té con Beyoncé, he salido de fiesta con J.Lo y he pinchado con RuPaul. ¿Qué será lo próximo?

4 abril, 2019
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Christopher Dean, traductor estadounidense que vive desde hace años en España, abiertamente gay, tuvo que someterse de adolescente a una terapia de conversión LGTB (“no funcionó”, apunta). Creció siendo mormón, incluso estuvo de misión en Italia, una vez cumplidos los 18. Crecer en un entorno religioso no solo le obligó a reprimir su homosexualidad, llegó incluso a acudir a una terapia de conversión para ver si se ‘curaba’.

Obviamente, la película Identidad borrada le ha tocado, mucho y de cerca, porque él vivió lo que se cuenta en ella, que está inspirado en las experiencias reales de Garrard Conley, quien también sufrió esas terapias en carne propia, y luego lo relató en el libro autobiográfico en que se basa la película –editado en español por Dos Bigotes–. Christopher nos relata aquí qué sintió al ver la película.

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El antes y el después de Christopher, de la represión a la libertad

 

“Ver Identidad borrada fue una experiencia surrealista, porque era algo que yo había vivido, plasmado en la pantalla de una manera tan exacta… Mientras la veía, el protagonista representaba a un Christopher de hace años, el que no conseguía quererse a sí mismo y quería cambiar su identidad sexual. Fue duro revivir esa época traumática de mi vida.

Mis padres vinieron conmigo y, de vez en cuando, durante la peli, les miraba y sabía que ya no estaba solo como aquel otro yo, y comprobé lo mucho que he progresado desde entonces. Recuerdo que en la terapia de conversión a la que acudí, parecida a la de la película, nos enseñaban que ser masculinos era lo ideal, y nos forzaban a rechazar los impulsos dentro de nosotros que no encajaban con la visión de cómo debía ser un hombre heterosexual. Nos decían que nos había faltado cariño físico de pequeños, y que por eso deseábamos a otros hombres.

Culpaban también a nuestra familia, y recurrían a nuestro pasado para explicar qué nos había convertido en homosexuales. Intentaban ‘solucionar’ esos traumas con pseudoterapia, sin ninguna base psicológica o científica, y nos decían que nos acabarían gustando las chicas… Obviamente, no fue así. Más tarde, me di cuenta de que me habían vendido humo y que no podía forzar que mi orientación cambiara. Además, no hacía falta cambiar cómo me sentía, porque ser gay es completamente normal, y era mi entorno homofóbico el que me hacía daño.

Una película así es importante porque ayuda a gente de todas las orientaciones sexuales a ver que estas prácticas no funcionan, y que son un lastre para las personas que asisten a ellas. Mis padres salieron horrorizados por lo que habían visto en Identidad borrada, y tuvimos unas conversaciones muy bonitas sobre el tema. Si podemos convencer a más gente de esta realidad, a lo mejor podemos ilegalizar esta práctica horrible para siempre, no solo en España (donde solo es ilegal en Madrid y en Valencia) sino en todo el mundo”.

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