Scarlett Johansson se había visto envuelta en la polémica por algunas de sus últimas decisiones como actriz. La más reciente se produjo hace un año, tras rechazar el papel de hombre trans en la película Rub & Tug. El ruido mediático que se formó en su momento hizo que se bajar del proyecto, y luego emitió el siguiente comunicado:
«A la luz de las recientes dudas éticas planteadas en torno a mi elección como Dante Tex Gill, he decidido retirar respetuosamente mi participación en el proyecto. Nuestra comprensión cultural de las personas transgénero continúa avanzando, he aprendido mucho de la comunidad desde que hice la primera declaración sobre mi participación y me di cuenta de que no estaba siendo sensible. Tengo una gran admiración y amor por la comunidad trans, y estoy agradecida de que la conversación sobre la inclusión en Hollywood continúe. De acuerdo con GLAAD, los personajes LGBTQ+ cayeron un 40% en 2017 respecto al año anterior, sin tener representación de personajes trans en ningún lanzamiento de gran estudio. Aunque me habría encantado tener la oportunidad de contar la historia y el viaje vital de Dante, entiendo por qué muchos sienten que debería ser retratado por una persona transgénero, y estoy agradecida de que este debate, aunque controvertido, haya desencadenado una conversación más amplia sobre diversidad y representación en el cine. Creo que todos los artistas deben ser tratados con igual y justicia. Mi productora, These Pictures, persigue activamente proyectos que entretengan y traspasen los límites. Esperamos poder trabajar con todas las comunidades para llevar estas historias tan conmovedoras e importantes al público de todo el mundo».
Sin embargo, las críticas hacia la actriz venían de mucho antes, más concretamente de cuando consiguió el papel principal en la película de ciencia ficción Ghost in the Shell, un personaje que en su versión original en los cómics es de origen asiático y que el público esperaba que se mantuviera así. En su momento la acusaron de participar en un clarísimo whitewashing.
Pues bien, la actriz neoyorquina ha vuelto a hablar de toda esta controversia en una entrevista para la revista AS IF…, y se ha vuelto a liar parda. En esta ocasión, la prota de Lost In Translation ha declarado que la industria de Hollywood debería estar “libre de restricciones”, y ha añadido algunos comentarios que no han sentado del todo bien al personal: «Como actriz, se me debería permitir representar a cualquier persona, o cualquier árbol o animal, porque es mi trabajo y son los requisitos de mi trabajo», respondía Johansson. «Creo que es una tendencia en el negocio por parte de varios grupos sociales, hay veces que es incómodo cuando afecta al arte, porque creo que el arte debería estar libre de restricciones», concluía.
Pero lejos de poner punto y final al asunto, estas declaraciones han desatado otra ola de críticas, y su representante ha decidido tomar cartas en el asunto. En el último comunicado, la actriz advierte que sus declaraciones están “sacadas de contexto” y que todo podría tratarse de un intento interesado de algunos medios para desprestigiarla.
«La cosa es que estoy contestando en una conversación con un artista, David Salle, y hablábamos sobre la confrontación entre lo políticamente correcto y el arte», explicaba la actriz. «Personalmente, creo que un mundo ideal sería aquel en el que un actor pudiera interpretar cualquier papel, y que el arte, en todas sus formas, fuera inmune a lo políticamente correcto».
Johansson finaliza diciendo: «Continúo apoyando, como siempre, la diversidad en la industria, y seguiré luchando por proyectos en los que todo el mundo esté incluido».