El álbum de debut de Velvet Negroni, Neon Brown, es tan ambicioso como original. Un fiel retrato de este artista de Minneapolis que juega con la fusión de estilos y la ambigüedad, y que ha sabido reflejar en su disco lo que ha supuesto para él durante toda la vida no encajar en la norma.
Nos responde vía telefónica desde su Minneapolis natal, donde sigue residiendo a pesar de que dado el interés internacional que está despertando su álbum Neon Brown, no pocos le han recomendado que se mudase a una ciudad como Los Ángeles. “Me gusta sentir que tengo un lugar al que aferrarme, y ese es Minneapolis”, afirma. Por lo que hemos leído sobre él, no disfruta nada las entrevistas y cuesta sonsacarle respuestas. Esta debe ser una de las excepciones a la regla, porque se mostró bastante expansivo.
“Llevo puesta una camiseta de Prince, precisamente”, dice en cuanto le citamos al genio más celebrado de su ciudad. “Su espíritu está muy presente en la ciudad desde el día en que falleció. Aquella semana hubo celebraciones continuas por las calles del centro, y te aseguro que yo sentí algo muy especial en First Avenue una de esas noches. Fue muy, muy raro; por un momento llegué a sentirme en 1985”.
“Busco sentir que la música que hago no se ha hecho antes”
El disco de Velvet Negroni –nombre artístico de Jeremy Nutzman– es muy 2019, y eso que no cuesta rastrear influencias del funk y el r’n’b de los 90. Pero asegura que no están ahí de manera intencionada. “Cuando creo no me paro a pensar qué elementos voy a manejar. Sí tenía claro cuando me metí en el estudio con mi productor Psymun [y Tickle Torture como coproductor] que quería fusionar electrónica, rock, pop, hip-hop…, todos los estilos que me interesan. Pero debía quedar un todo bien cohesionado, y ahí ya no hay fórmula que sirva, sino mucho trabajo para lograr impresionarme a mí con el resultado, que realmente es lo único que me interesa. Eso, y sentir que lo que yo hago no se ha hecho antes”.
Hay en sus letras y en su manera de interpretar una sensibilidad especial, alejada de la propia del macho alfa, algo que Velvet Negroni no es, sin duda. “No tengo ningún problema en abrirme en mis canciones. Pero no me gusta hacerlo de un modo literal, sino buscando un sentido poético para expresarme”, apunta. Le gusta sugerir más que explicar. “Me gusta dejar cabos sueltos para que cada oyente cierre a su manera mis canciones”.
Adoptado de muy niño por una familia evangélica conservadora, creció estudiando piano clásico y obligado a huir del pop, que su comunidad religiosa consideraba poco menos que demoníaco. Al final, ha acabado haciendo pop, aunque sui géneris. “Por eso me gustaba tanto ir a patinar sobre hielo los fines de semana”, confiesa, “porque era el único sitio en donde me estaba permitido escuchar pop”.
Así que desde los cinco años se debatía entre la música clásica, que era con la que se le permitía convivir, y el pop, tan limitado para él. Incluso le resta importancia a los conocimientos de piano que adquirió durante más de diez años. “Ni una sola vez me sentí inspirado en todo ese tiempo a componer algo”, dice. “Me limitaba a replicar las partituras que aprendía. Cogí técnica, claro, pero la inspiración no surgía”. Subido a los patines, la cosa cambiaba. “Recuerdo que el tema central de Cazafantasmas era mi canción preferida de niño, estaba obsesionado con ella. También me impactó en su momento la primera canción de Michael Jackson que escuché, The Way You Make Me Feel. No recuerdo más temas pop en toda mi infancia y adolescencia”.
“De adolescente no me podía comparar con nadie, porque nadie era como yo”
Ya sabemos que aquello que nos dicen que es pecado suele atraernos especialmente, y en su caso, Velvet Negroni pronto descubrió que un artista llamado Prince era poco menos que el demonio. “Salió a relucir su nombre en una cena familiar y mi madre montó en cólera: ‘¡Es repugnante, que nadie vuelva a nombrarle aquí!’. Y, claro, se me quedó grabado, aunque tardaría mucho en poder escucharle”. Asegura que esa idea del pop como pecado no se le quedó marcada, pero sí reconoce que se sentía como un bicho raro. “Completamente, a todas horas. No tenía claro quién era de adolescente, y no me podía comparar con nadie, porque nadie era como yo. Pero me esforcé por no convertirme en ese bicho raro de por vida, y porque mis amigos no fueran tan conscientes de lo distinta de mi educación frente a la suya. Me llevó muchos años llegar a ser completamente honesto conmigo mismo”.
Confiesa que todavía no ha logrado esa autoconfianza plena que le permita no dudar, pero claro, ¿quién la tiene? Ni siquiera le han dado un empujón medios como The Guardian o Complex, que le consideran uno de esos nuevos artistas a los que hay que seguir muy de cerca. “Procuro no leer nada sobre mí. Como mucho me llega algo a través de mi sello, o de un amigo, pero nunca logro terminar un artículo mío, es que no puedo. ¿Que dicen que hay que seguir mi carrera de cerca? No me quejaré, resulta halagador”.
Dice que cuando alguien que nunca le ha escuchado le pregunta qué tipo de música hace termina por responder “r’n’b experimental. No se me ocurre nada mejor. Lo que en realidad me gustaría hacer en esos casos es o bien regalarle una copia de mi disco en CD a quien se interesa, o ponerle unos cascos para escuchar lo que hago en cualquier plataforma. Quiero pensar que, a día de hoy, no hay manera de definir mi música con palabras”. Si está ahora mismo donde está, sí tiene un artista al que agradecérselo: Jai Paul. “Para mí, Jai Paul es el músico más inspirador de los últimos quince años”, concluye rotundo.
EL ÁLBUM NEON GOLD DE VELVET NEGRONI ESTÁ EDITADO POR 4AD/EVERLASTING!