El pasado fin de semana, Bad Bunny sorprendió al mundo con el vídeo de Yo perreo sola, una de las canciones que más destacaron desde el momento en que publicó su más reciente álbum, YHLQMDLG.¿Por qué se está hablando tanto del vídeo? Porque Bad Bunny perrea sola… y travestida.
En una habitación violeta y a través de una pantalla noventera, un adolescente Benito Martínez se “redescubre” en un travestido Bad Bunny, quien de repente, ahuyentando a las voces del machismo con una vibración de rojo intenso, nos saca una sonrisa nerviosa, un gesto de asombro y quizá también un suspiro de tranquilidad. Con una actitud segura, como de reina de la disco, o como voluptuosa chica de barrio con pelos en las axilas y pechos exageradamente grandes, podría intuirse un aire a Nicki Minaj o a Cardi B.
No estamos ante la mera imagen de una drag queen, sino que encontramos la reivindicación de una mujer sexy, que no se aleja del verdadero rostro del artista, y que, feminizado, se convierte en un alter ego con el que el propio Bad Bunny vive una fantasía.
Bad Bunny se muestra perspicaz y nos enseña su lado más femenino –no es la primera vez que le vemos tan reivindicativo–, en un tiempo en que letras como esta emergen de manera potente en la música urbana. Al mismo tiempo, el artista nos sugiere su defensa de lo no binario, una apuesta abierta por la diversidad que se agradece.
No busca polemizar –aunque ha sucedido–; el suyo es un grito de rebeldía, y un ejemplo de valor, considerando el machismo imperante hasta hace bien poco en el género urbano, a favor de la igualdad y la diversidad.
Ha sido el último, pero no el primero, en apostar por el cross-dressing. Artistas míticos como Freddie Mercury, Iggy Pop o Kurt Cobain nos dejaron boquiabiertos en momentos aún más difíciles, en los que utilizaron la música para transgredir, reivindicar y dar voces a quienes no la tenían. Así, Bad Bunny se une a la lista de estos grandes. Ahora la que pichea es Bad Bunny, y si antes le queríamos, ahora más.