En Guatemala resultó controvertida esta película que habla de las terapias de conversión LGTB. En el resto del mundo, esta historia de homofobia interiorizada ha sido muy bien acogida, y ahora es el momento de ver cómo se recibe en España Temblores, de la que nos habla su director, Jayro Bustamante.
Temblores se presentó mundialmente en la sección Panorama de la Berlinale el año pasado, y en el último Festival de San Sebastián obtuvo el Premio Sebastiane Latino “por su osada denuncia de la ‘lacra’ que suponen las llamadas terapias de conversión LGTB”. Tras pasar por más de cuarenta festivales internacionales, la cinta guatemalteca, dirigida por Jayro Bustamante, llega a los cines españoles. “La reacción en Berlín fue clave para el camino internacional de la película”, nos dice su director desde Ciudad de Guatemala, donde está ambientado este crudo melodrama.
El director Jayro Bustamante. Foto: Marco Estrada
Cuenta la historia de Pablo (Juan Pablo Olyslager), un hombre casado –con una mujer de clase alta– y con dos hijos, que provoca una auténtica tragedia cuando su familia –muy religiosa– descubre que mantiene una relación paralela con otro hombre, Francisco (Mauricio Armas Zebadúa). Desesperados por la situación, le fuerzan a que comience una terapia de conversión. “La sociedad guatemalteca es muy conservadora”, apunta Bustamante. “Y la película provocó una gran polémica, incluso entre quienes no fueron a verla. Se llegó a decir que la Unión Europea me había pagado medio millón de euros para hacer esta película y destruir a la familia guatemalteca por defender la agenda LGTB. Y muchas iglesias pidieron a sus feligreses que no fueran a verla…, cuando el 98% de la población es religiosa”.
«Las terapias de conversión se basan en la manipulación pura, son ridículas, a base de fomentar la culpabilidad»
Jayro Bustamante había decidido hacer tres películas consecutivas basadas en los insultos discriminatorios que más brecha de separación social crean en Guatemala. “Indio” le inspiró Ixcanul, y “hueco” –el término despectivo que se utiliza para los hombres gais– le llevó a dirigir Temblores. “Conocí a un primer hombre que había vivido una experiencia parecida a la que cuento en la película a través de Pablo, y me llamó la atención comprobar que él mismo era homófobo, y lo único que le importaba era mantener una fachada”. Llegó a crear un grupo de investigación en que contó con los testimonios de 22 ‘Pablos’, y lo que más le llamó la atención fue “que todos pidieran discreción absoluta, cuando lo suyo era un secreto a voces. Y sus entornos estaban de acuerdo con que mintieran sus familias con tal de no asumir la realidad”.
En Temblores resulta muy triste comprobar que la mentira se convierte en una vía de redención. “Y voy más allá: porque como Pablo no se asume como es, no se puede defender. Y no podemos olvidar que en Guatemala homosexualidad se asocia a pedofilia…”. Desgraciadamente, estamos comprobando que las terapias de conversión siguen siendo una triste realidad, y el propio director entró a una (“católica”) para documentarse. “Se basan en la manipulación pura, son ridículas, a base de repeticiones de conceptos y de fomentar la culpabilidad”. Y apunta una realidad en su país igualmente preocupante: “Para ampliar mercado, ahora ofrecen terapias de prevención, para que los nuevos padres aprendan qué hacer para evitar que sus hijos sean homosexuales”.
“Mi película es un grito para recordar que el patriarcado opresivo no da tregua”
Bustamante cuenta una historia de amor entre dos hombres que podrían ser felices, pero el espectador no tarda en descubrir lo triste que puede llegar a ser lo que están viviendo, por el tormento que acarrea para el protagonista. “Quería mostrar que la guatemalteca es una sociedad en que la represión moral es tan fuerte que ni dos hombres ni dos mujeres pueden mostrar su amor públicamente. Y es tal la separación entre la clase media-alta y la baja que ni siquiera hay una unión entre las personas LGTB guatemaltecas para defender sus derechos”.
Pablo y Francisco son de clases sociales muy distintas, pero en un principio su amor puede con todo. “Quería hablar de eso, de cómo a Pablo no solo se le recrimina que haya caído en pecado, también que se rebaje socialmente”. Y solo tiene palabras de agradecimiento para su actor principal por su trabajo. “Juan Pablo [Olyslager] es de los actores más generosos que he conocido”, afirma. “Es muy conocido en Guatemala, y no tuvo ningún problema en interpretar a un personaje que la mayoría de actores con los que hice pruebas antes rechazaron porque era homosexual. Juan Pablo es un hombre heterosexual que no tiene ningún conflicto ni con su sexualidad ni con la de las demás personas. Y en la promoción me parece que ha sido importante que defendiese a la comunidad LGTB como lo ha hecho”.
Asegura que no toda la comunidad recibió en un primer momento de manera positiva la película. “En Berlín se llegó a decir que ya está bien de contar historias LGTB en las que los personajes sufren. Y me parece una conversación interesante. Pero claro, eso se puede pedir a una película que viene de Berlín, no de Guatemala o África, porque allí no se viven tantas historias LGTB felices, y el patriarcado opresivo no da tregua. Esta película es un grito para recordar esta realidad”.
Precisamente, por eso dice que no le convenció Identidad borrada, la reciente película de Joel Edgerton que también hablaba de las terapias de conversión. “Precisamente, el hecho de que tenga un final feliz me parecía que nos invitaba a darnos una palmadita en la espalda. Parecía que al ser una película ambientada en el pasado daba a entender que esas cosas ya no pasan hoy. Temblores, y la respuesta que está recibiendo, evidencia que sí”.