En su última exposición, Autoras de utopías, Carmela García, la fotógrafa que más y mejor ha explorado las posibilidades estéticas de un universo exclusivo para la mujer, repasa su obra y propone más nombres para una genealogía lesbiana: a través de la escenógrafa y dramaturga Victorina Durán, se encuentra con el olvidado círculo sáfico madrileño que el nacionalcatolicismo trató de borrar.
Autoras de utopías, que se puede visitar en la Sala del Canal de Isabel II de Madrid, funciona como una antología parcial del trabajo de Carmela García (Lanzarote, 1964). Hay una nueva serie, que da título a la exposición, y un recorrido por su obra desde 1998. No está todo, ni mucho menos, pero lo que hay es suficiente para comprender las ideas maestras que sobrevuelan sus imágenes, materializaciones de un tiempo mejor para la mujer sustentado en una nueva narración y un conocimiento más profundo del pasado. Con su obligatoria relectura al margen del sistema patriarcal, que tanto lo ha falseado.
SHANGAY ⇒ Has dedicado esta exposición a la utopía. Si algo queda claro al ver todas las obras juntas, es que parece un eje de todo tu trabajo desde los orígenes…
CARMELA GARCÍA ⇒ La utopía, por definición, es lo que no puede ser. Lo que no es. Pero a mí me gustan mucho las utopías realizadas [risas]. Creo que existen. Son microutopías, que es de lo que va esta exposición. No hablo de esas grandes utopías sociales, tecnológicas o políticas, obviamente. Sino de las ‘micro’, que se articulan como motores de supervivencia en vidas condicionadas, difíciles. Generalmente son solo instantes en la historia; no todas las utopías son duraderas…, algunas son poco más que una acción determinada en un momento concreto.
Para mí estas son las verdaderas utopías, por eso apelo a sus autoras en plural. Porque igual, y esto es solo una posibilidad, ¿no tenemos cada uno de nosotros, a lo largo de nuestra vida, la oportunidad para desarrollar una utopía? Si se nos dan las condiciones, o si nosotras las ponemos… Creo que esa es la idea que subyace a estos nuevos proyectos. Y es probable que esté también por debajo del resto de mis series anteriores: la posibilidad de construirnos utopías.
«Hay círculos sáficos en todos los sitios, allá donde se junte un grupo de lesbianas, que fueron ocultados durante décadas»
SHANGAY ⇒ Recuperas las historias y hallazgos de mujeres reales de la historia, muchas de ellas desconocidas para el gran público. ¿Cómo llegaste a ellas?
CARMELA GARCÍA ⇒ Algunas son iconos del feminismo. Hildegard von Bingen (Alemania, 1098-1179) es un icono. Es el Miguel Ángel de la Baja Edad Media: escritora, filósofa, médico, mística, compositora y sanadora. Sí, igual no tan conocida ni reconocida como debería: todavía no somos capaces de asumirla en su verdadera extensión. Aun así, es un icono del feminismo; hay multitud de artistas plásticas que han hecho obras inspirándose en ella.
He descubierto hasta asociaciones de mujeres especialistas en las piedras de Hildegard [ella escribió el primer manual de piedras curativas de la historia], que se reúnen y las usan para procesos de sanación. Y existe un coro de mujeres constituido solo para cantar sus composiciones musicales. Hildegard, con su mezcla de mística, médica y curandera, sigue teniendo sus implicaciones en la actualidad; en Alemania se la tiene por una doctora… Un personaje curiosísimo.
SHANGAY ⇒ No es el único. Te fijas por ejemplo en una pintora anónima, Marcia Celagra, que jamás expuso su trabajo fuera del ámbito de su propio hogar…
CARMELA GARCÍA ⇒ Lo de Marcia fue un hallazgo que me encontré: la obra de una mujer totalmente anónima, que pinta en su casa, con una colección gigantesca de dibujos y de cuadernos artísticos que trabaja de forma casi compulsiva. Es una persona que consigue permanecer tan conectada con su yo interior como para manifestarlo a través del arte. Un arte bruto. Es lo que Arno Stern, el pedagogo, decía que necesitaba todo ser humano, y ponía de ejemplo a los niños. Todos los niños trazan, todos dibujan. ¿Por qué? Porque existe una necesidad de expresión abstracta en el ser humano. Algunas personas la conservan a lo largo de su vida, mientras la inmensa mayoría la pierde.
La Academia es muy mala para esto precisamente: para mantenerte conectada con tu interior. La gente que estudia pintura o dibujo pierde esta capacidad al racionalizar esa expresión natural. Y ahí está Marcia, que no la perdió, y siguió pintando toda su vida sin el mayor interés en hacerlo público. Me parecía un caso paradigmático, y además coincide con un momento en que estamos viendo cómo se recupera a estas artistas, en su mayoría mujeres, que no son artistas de la Academia, pero que no han dejado de ser artistas per se. A finales del siglo XIX y principio del siglo XX hubo muchísimas.
SHANGAY ⇒ ¿Te refieres por ejemplo al caso de Hilma af Klimt (1862-1944), que hoy sabemos que inventó la abstracción años antes que Kandinsky?
CARMELA GARCÍA ⇒ Quizá sea la máxima exponente. Su aparición en la escena histórica, hace apenas una década, fue tan brutal para el mundo del arte y para las mujeres artistas que ha dado pie a esta fructificación de descubrimientos de muchas otras, hoy mejor valoradas. Hilma es quizá incomparable porque fue brutal lo que hizo, creo que aún no se le ha dado la dimensión que tiene. Ni se le va a dar. Igual ha pasado con otros talentos geniales del pasado: mira la exposición de Sofonisba Aguissola en el Prado. Que no era solo de ella: se hizo con otra pintora, Lavinia Fontana. Y se tituló Un cuento de dos mujeres pintoras. ¿Y por qué es “un cuento” y en qué momento se decide hacerle expo a las dos juntas? ¿Se concibe una exposición conjunta de Velázquez y otro pintor? ¿Por qué no se hace la de Sofonisba hoy, y la de Lavinia pasado un mes? No, mucho mejor las ponemos juntas para subrayar su condición de rareza…
«Naturalizar nuestros referentes sigue siendo importante»
SHANGAY ⇒ ¿Crees que fue una decisión clara con tintes patriarcales?
CARMELA GARCÍA ⇒ Hay una incapacidad manifiesta de la mente masculina para asumir y aceptar la genialidad de una mujer. Una incapacidad manifiesta e histórica: es esa estructura existente que no les permite verlo, ni mucho menos asumirlo. ¡Lo juro! Al menos en este país. Si no, ¿qué otra explicación hay? De todas formas, ha pasado hasta con Hilma af Klimt: “No vayamos a pensar ahora que es mejor o igual a Kandinsky, a ver si se lo van a creer. Si no es más que una rara que practicaba la teosofía, que hacía espiritismo y, mira qué curioso, resulta que Rudolf Steiner era amigo suyo, otro raro, que le insinuó que mejor no mostrase sus cuadros, que no la iban a entender…”. Ese es el discurso. Nadie dice abiertamente la verdad: que Hilma era una genia, brutal, con unas obras originales e increíbles, que no tienen comparación con nada similar en su época. Y sin embargo, ya ha quedado para la posteridad como una rareza. No ha cambiado el estatus de los hombres que vinieron por detrás haciendo algo muy similar a lo que ella ya había hecho antes.
SHANGAY ⇒ Este trabajo apela a otra constante del conjunto de tu obra: la creación de genealogías femeninas, listado de antepasadas comunes a las mujeres, un cosmos de referentes femeninos…
CARMELA GARCÍA ⇒ Bueno, ya sabes cómo somos los artistas: encontramos un caminito, y ese caminito nos va llevando. Eso es así. Pero las genealogías a mí me resultan muy inspiradoras: porque vas encontrando personalidades, y las vas conociendo. Soy consciente de que si lo hago es porque yo también estoy en el lío: soy artista, investigo, leo biografías, un texto cita a alguien que te lleva a otro texto… El ejemplo claro en esta exposición es Victorina Durán [escenógrafa y dramaturga de vanguardia española, exiliada durante el franquismo]. La conocí en una investigación que estaba haciendo para el IVAM de Valencia, para la exposición que hice allí en 2017.
Me encontré con ella de manera casual, se puede decir, porque realmente yo investigaba asociaciones femeninas en la época de la República, el periodo de entreguerras español, y me topé con ella… Me pareció un hallazgo, un tesoro, pero no me cuadraba en aquel proyecto. Me la dejé en la recámara, y fui incluso a visitar el Museo del Teatro en Almagro, donde se conservan sus archivos. Tomé notas. Al cabo de un año, la Residencia de Estudiantes publicó sus memorias en tres tomos. Con este material y el que había recopilado, ya me lancé a dar forma a algo sobre ella.
SHANGAY ⇒ En el vídeo que has realizado sobre ella aludes a que puede ser la fundadora de un círculo sáfico en Madrid, igual un poco más tardío que los que ya existían en Londres y París. Algo muy poco investigado y, desde luego, arrasado por la apisonadora histórica franquista…
CARMELA GARCÍA ⇒ Se dio bastante en paralelo a los europeos, no te creas. Esto del círculo sáfico madrileño no lo he descubierto yo. Es una idea que aparece en el texto de un periodista, Vicente Carretón Cano, que es el que me pone sobre la pista de Durán. Obviamente, tenía que existir uno: hay círculos sáficos en todos los sitios, allá donde se junte un grupo de lesbianas. Esto es ocultado durante décadas no ya solo por la apisonadora histórica franquista, sino por la enorme represión religiosa de nuestro país. Porque los franquistas al menos habilitaron un espacio para sus lesbianas, la Sección Femenina, que eran un poco… Bueno, que responde a una tipología de mujeres solteras, o no casadas, que ostentan un poder real en los márgenes que les dejan.
Vivían solas, estaban agrupadas…, representan un código habitual del lesbianismo. Y les permitieron existir de alguna manera, a cubierto, pero ahí estaban. Por que eso lo sabemos, ¿no? Pilar Primo de Rivera no se casó nunca… Y luego, claro, estaban las monjas y las funcionarias de prisiones. Allí estaban, quiero decir: no es que todas fueran lesbianas, pero es ahí donde vivían sus vidas soterradas. Esto se ve en varias películas de la época: el tratamiento ambiguo que se les da, su caracterización masculinizada… Vamos, que son “bolletones” en toda regla [risas]. Estas afirmaciones tan a la ligera son parte de mi percepción y de mi investigación, no digo que sean verdades absolutas, pero…
SHANGAY ⇒ Volvamos al círculo sáfico… ¿Cómo crees que surge?
CARMELA GARCÍA ⇒ Es obvio que tenía que existir uno, y si nos guiamos por la corriente europea, tenía que darse allí donde había un cierto nivel intelectual, unas posibilidades materiales y un grado de feminismo abierto. Y, claro, esto se da en el Lyceum Club Femenino (1926-1939) fundado por María de Maeztu. Cuando Victorina Durán hace una enumeración de todas las mujeres que están en el Lyceum (que yo aprovecho y coloco en voz en off en mi vídeo), al final, entre la multitud de nombres y rostros, dice: “Las fijas que teníamos mesa y siempre estábamos eran…”, y enumera. Luego dice: “Había otras que llegaban más tarde: Victoria Kent…”, y sigue enumerando.
Creo que ahí, en ese núcleo de mesa, de fijas, si profundizáramos en esos nombres, podríamos encontrar ese círculo sáfico del que hablamos. Porque, efectivamente, ahí hay lesbianas reconocidas y relevantes: Elena Fortún, Victoria Kent, que luego se irá a Nueva York a vivir con su mujer…, digamos que las más obviamente lesbianas, con biografías y documentos que así lo prueban. Así que creemos que el círculo giraba en torno a estas figuras, y a otras más conocidas, como Margarita Xirgú, a las que siempre se ha considerado probables lesbianas.
«Todas las lesbianas que ven mis exposiciones se sienten representadas»
SHANGAY ⇒ ¿Cómo imaginas este círculo sáfico? ¿Qué crees que trataban y cómo se relacionaban?
CARMELA GARCÍA ⇒ Pues creo que harían lo mismo que hacemos ahora, sinceramente. Lo mismo, pero encubierto. Entre ellas con muchos códigos en lo social, y mucha libertad en la intimidad, de puertas adentro. Ten en cuenta que hacían viajes juntas, se apoyaban y se buscaban trabajos, se invitaban unas a otras a dar conferencias en las universidades y hasta facilitaron su salida al extranjero cuando la situación se volvió insostenible. Eso hizo Xirgú con Victorina, a la que exigió que se fuera con ella porque, tras el asesinato de su amigo García Lorca, estaba asustadísima. Se apoyaban entre ellas, crearon una red incluso internacional para apoyarse y no dejarse caer.
Es importante ver cómo emigra Victorina: se va con su novia de aquel momento, que tiene cuatro hijos de un matrimonio. Y se la lleva a Buenos Aires, donde terminaría dirigiendo años después el Teatro Colón, la máxima institución del teatro argentino… Estas son las historias que desconocemos. Pero estoy convencida de que actuaban como actuamos nosotras hoy, salvo que tenían la imposición de una mayor discreción. Se sabe que Victoria Ocampo las apoyaba a todas, y Ocampo es ya una personalidad internacional, que se codeaba con todo el mundo, de Gandhi a Virginia Woolf. Es curioso, porque la figura de Ocampo vincula este proyecto de Victorina con mi proyecto de I Want to Be (2006-08), donde Ocampo está presente, porque estaba vinculada también con el círculo parisino.
SHANGAY ⇒ ¿Había comunicación entre esos círculos? En tu vídeo, Victorina habla de un círculo de homosexuales en París, comandado por una mujer, Valentín, que viste de hombre y quiere que se le trate como tal. Que no es el círculo intelectual parisino oficial, pero algo igualmente memorable…
CARMELA GARCÍA ⇒ Es en la época de su juventud, cuando visita anualmente París como estudiante. De la misma forma que hacemos nosotros ahora, también a París o Londres, para estar al día, ver qué se está haciendo en el arte, en el teatro…, porque eso era lo habitual. La Guerra Civil arrasó con esa memoria de un Madrid no autárquico, sino cosmopolita, pendiente del resto de Europa y para nada ensimismado en sus glorias imperiales, la zarzuela y la copla. Un Madrid que parece que no existió, porque se han empeñado en borrarlo. Es una pena, porque ese Madrid de luz, conectado internacionalmente, sí que existió. Victorina vivía por esta zona [la entrevista transcurre en una terraza cerca de la Plaza Mayor], iba asiduamente al Rastro, tenía una percepción de la realidad de Madrid supermoderna para la época, y viajaba todos los años a París a ponerse al día.
«Soy muy prudente a la hora de hablar de ecofeminismo en mi trabajo»
SHANGAY ⇒ Hay un momento demoledor en el vídeo, cuando se oyen los consejos que da un psiquiatra a principios de la sublevación: “Deje de pintar, dedíquese a las tareas del hogar. Tire esa vestimenta tan masculina. Esto [aludiendo al lesbianismo] es mucho más común de lo que usted piensa, sobre todo entre los artistas”…
CARMELA GARCÍA ⇒ Esa parte es muy bonita. Estructuré este mediometraje en vídeo casi en capítulos, entre los que siempre se cuelan unas escenas de danza, que viene a ser como una parte de sueño. Digamos que una proyección del presente: la mujer que baila es la mujer de hoy. Esta parte en concreto empieza con los cazabombarderos, y la voz de Victorina diciendo que le ha cambiado la vida un libro escrito por una mujer, “lo he leído bajo el tronar de los obuses sobre Madrid”. Ese libro es El pozo de la soledad, (1928) de Marguerite Radclyffe Hall, poco menos que la biblia de las lesbianas. Es un libro muy oscuro, pero es el primer libro escrito por una mujer lesbiana sobre sus experiencias. Fue determinante para que las lesbianas adquirieran algo de visibilidad. Y ella dice que ese libro le ha cambiado la vida. Ahí está el conflicto armado, pero también su conflicto vital.
SHANGAY ⇒ Es una parte maravillosa del vídeo: las bombas se mezclan con flores que se abren, un símbolo que se refiere tanto al despertar femenino como a su sexo abierto…
CARMELA GARCÍA ⇒ Sí, y además comparado con una bomba, con una explosión. Estoy muy contenta con el resultado de esa parte, creo que contiene varias capas de lectura, y mucha belleza. Y refleja muy bien esos dos conflictos solapados: el bélico, que cambiará su vida, y el personal, que también lo hará. Y esa parte va más allá de ambos conflictos y se convierte en algo universal. Y luego entra el texto que citas, que no es de Victorina. Está tomado de una novela de su gran amiga y compañera del Lyceum, Elena Fortún. Que lo describe así, porque le debió pasar. Y esto es redondo, porque resume el conflicto de la identidad, el conflicto sexual, el conflicto real de la guerra y los terribles cambios que trae consigo para estas mujeres libres, fuertes, intelectuales y, a partir de ese momento, con un futuro incierto.
SHANGAY ⇒ Estas genealogías femeninas, ¿qué le enseñan a una joven lesbiana hoy?
CARMELA GARCÍA ⇒ Lo primero es que dan mucha autoestima. Porque ves que eran unas tías superinteresantes, que trabajaron a un gran nivel, que se apoyaban mucho entre ellas y que fueron capaces de tener vidas apasionantes. Estas concretamente, que para mí son referenciales, no se conformaron ni dieron un paso atrás, sino que lucharon y salieron adelante. Son, en cierta medida, las responsables de que ahora nosotras podamos ser lo que somos. Están ahí, son fuentes de inspiración, y muchas de ellas aún esperan no ya ser “descubiertas”, sino reconocidas y ampliamente difundidas entre las generaciones de mujeres que vengan. Y nos representan: todas las lesbianas que ven mis exposiciones tienen ese feeling, se sienten y ven representadas. De una forma respetuosa, hermosa, real. No a través de sórdido y lo raro. Naturalizar nuestros referentes sigue siendo importante.
SHANGAY ⇒ ¿Se sigue percibiendo esta oscuridad? Antes has hablado del libro de Radclyffe como “oscuro”… ¿Sigue habiendo algo de culpa y autocompasión en la representación de lo lésbico?
CARMELA GARCÍA ⇒ Depende aún del país desde donde hables. Así de claro. Y de los contextos sociales: en muchos siguen siendo difíciles. Nosotras lo hemos trabajado, y estamos en una situación social en la que, digamos, tenemos más herramientas para desarrollar nuestras vidas, más resiliencia ante las problemáticas que se nos plantean a cada paso… Bien podríamos haber declinado, habernos replegado como ya ha pasado antes en la historia, pero hemos seguido adelante. En ese sentido, considero que esto te da un poco de responsabilidad.
SHANGAY ⇒ Otra cosa que llama la atención de esta exposición es tu temprano posicionamiento ecofeminista, cuando no era precisamente un tema en el feminismo español…
CARMELA GARCÍA ⇒ Soy muy prudente a la hora de hablar de ecofeminismo en mi trabajo. Es, creo, un tema de una enorme importancia social como para que yo me lo adscriba alegremente. Efectivamente, en estos trabajos hay un eco o una inspiración, pero que “sean” ecofeministas… Solo desde un plano estético no se puede abarcar un movimiento con una teoría tan precisa. Y yo trabajo la estética, el plano simbólico, poético…, es algo distinto. Es verdad que hay una resonancia en estas fotos, totalmente, pero no me atrevo a definirlo como ecofeminista. Es una discusión que también he tenido con la comisaria, Margarita de Aizpuru, porque creo que hay que ser muy respetuosa con las ideas, no tomarlas a la ligera.
«El hecho de tener una hija con otra mujer te obliga a estar saliendo del armario constantemente»
SHANGAY ⇒ ¿Quizá tu aproximación es más por la necesidad de un contexto claro para la imagen, llamémosle un ‘paisaje’, aunque sea interior?
CARMELA GARCÍA ⇒ Puede ser, pero no termino de ver la relación. En un medio como la fotografía, es esencial trabajar con el espacio. Te comunica muchas cosas, y lo puedes utilizar como un código. Porque eso son: un espacio doméstico es un código, un paisaje exterior es otro, el urbano otro, el espacio público, otro…; son subtextos añadidos en la foto. Eso sí es una característica de mi trabajo, efectivamente: trabajo mucho las localizaciones, los espacios que escojo; me gusta pensarlas mucho, incluso construirlas en el encuadre de la foto… Y están ahí para formar parte de esos subtextos, para añadir elementos de lectura a cada imagen.
SHANGAY ⇒ Son espacios que parecen también utópicos, como “fuera de la realidad” en algunos casos…
CARMELA GARCÍA ⇒ Es que los espacios están siempre en relación al uso que se hace de ellos. Eso es muy claro en el espacio público urbano: en mi Vídeo Nº 1 (1998), por ejemplo. Estamos en un parque público, un sitio que no puede ser más diáfano y abierto, y sin embargo vemos cruising gay… Esta sucediendo algo más. Los espacios tienen capas, en el tiempo y también en su uso.
SHANGAY ⇒ Es francamente interesante que utilizaras ya en tus comienzos un espacio abiertamente gay, pero masculino, y lo reconvirtieras en un universo de posibilidades femenino. Ahora resulta divertido, aunque en su momento igual no lo resultó tanto…
CARMELA GARCÍA ⇒ Es que entonces ni se hablaba de ello. No creo que todo el mundo, cuando se presentó, se diera cuenta que representaba efectivamente un cruising de chicas. Esa era una manera que tuve de reivindicar el espacio público para la mujer lesbiana, en los mismos términos que ya lo hacían los hombres homosexuales. No dejaba de ser una utopía: mujeres que libremente, a plena luz del sol, en un espacio natural bello y luminoso, se encuentran para lo que se puede sospechar como relaciones sexuales consentidas al aire libre…, como hacían los hombres en ese mismo espacio.
Era obvio, y lo sigue siendo, que era algo imposible para las mujeres: si decidieran hacerlo, tendrían que enfrentar un montón de problemas, empezando por los mirones y acabando en agresiones sexuales, intentos de violación o persecución. Era una reivindicación de ese espacio igualitario para las mujeres, también en los mismos términos de libertad sexual. Y de su expresión sin problemas ni condicionantes: porque aquí seguimos, y esto para las mujeres hoy sigue siendo imposible, incluso en los países desarrollados, que es donde estamos en mejor posición.
SHANGAY ⇒ Algo que se ha atemperado en tus imágenes, desde las primeras series a las últimas, es la carga de libertad sexual implícita en las fotos…
CARMELA GARCÍA ⇒ Es que te vas haciendo mayor y los intereses son otros [risas]. Es verdad, lo asumo muy naturalmente. Vamos, que creo que nos pasa a todos los seres humanos. Esto también me parece que no se puede forzar, ni se puede ocultar, ni decir que sea malo o bueno. Simplemente, ahora tengo otros intereses, y mi energía la utilizo más para otros aspectos de la vida. Es una forma de madurar, creo.
SHANGAY ⇒ A los hombres nos cuesta más, parece ser…
CARMELA GARCÍA ⇒ A los hombres os cuesta más madurar, eso está fuera de duda.
SHANGAY ⇒ ¿Vas a seguir investigando el círculo sáfico de Madrid?
CARMELA GARCÍA ⇒ Puede ser, pero no lo sé. Ya he realizado mi acercamiento. Creo que la investigación profunda la deben acometer mujeres que se dediquen a la historia. Mi visión ha partido desde unos intereses personales, y reconozco que me ha gustado mucho, porque me ha conectado con unas mujeres y una época muy luminosa, de mucha libertad y que aporta a nuestro imaginario y nuestra cultura. Ahora les toca a las historiadoras profundizar, estaría muy bien.
«La reivindicación se puede hacer desde el entendimiento mutuo, es más efectivo y sano para todo el mundo»
SHANGAY ⇒ Otro proyecto que rescatas en esta exposición, relacionado también con el ecofeminismo, es una de las primeras arquitecturas sostenibles planteadas con conciencia ecológica, que también desarrollaron unas mujeres…
CARMELA GARCÍA ⇒ Y lo hago precisamente para poner en valor la sororidad y el trabajo científico y técnico de las mujeres. Porque tenemos aquí una científica, Mária Telkes, pionera en la investigación de la energía solar, y que idea una casa alimentada al 100 % de energía solar en 1948. Eran mujeres profesionales, y en esos años era muy difícil que desarrollaras una carrera y que te respetaran. Estamos hablando también de una arquitecta, Eleanor Raymond, que además era lesbiana y vivió toda su vida con su compañera, también arquitecta, que diseñó la casa. Y financiadas por Amelia Peabody, que era escultura y tenía un potencial financiero importante. Un proyecto que, además, a los tres años fracasa, porque no estaba del todo bien diseñado y no funcionaba bien. Pero lo hicieron, lo intentaron: da igual que la utopía fracase o no tenga continuidad en el tiempo. Aquí entra este lado mío de valorar la ecología, pero también ese deseo de sororidad, de mujeres que se ayudan entre ellas, y la posición de la mujer en profesiones científicas y técnicas en un momento donde se las margina, cuando no se les dejaba acceder.
SHANGAY ⇒ Como mujer lesbiana, casada y con una hija, ¿qué temas de un futuro incierto te preocupan ahora?
CARMELA GARCÍA ⇒ Lo que más, ahora mismo, el cambio climático. Solo pienso en terminar de montar una asociación que estamos creando para dedicarnos a plantar árboles, todos los que podamos. Creo que tenemos que concentrarnos hoy en esto más que en cualquier otra cosa.
SHANGAY ⇒ ¿Nada más vinculado a los problemas reales del lesbianismo en el mundo? Lo digo porque si tienes que viajar con tu familia, hay países donde aún no podéis mostraros abiertamente como sois…
CARMELA GARCÍA ⇒ Ya, entiendo lo que dices. El cambio climático realmente es un problema profundo que me afecta de forma total, en mi día a día cotidiano. Pero es verdad que ha llegado un momento en el que, de alguna manera, estoy viviendo una realización de mi vida con un deber de integración muy fuerte. El hecho de tener una hija con otra mujer te obliga a estar saliendo del armario constantemente. A llevar a cabo de forma constante y diaria eso de “lo personal es político”.
Mi vida se ha convertido en una absoluta realización de esto. Porque tengo que ir al colegio a hablar con los profesores, o con otros padres mayoritariamente heterosexuales; lidiar con el hecho de que en las escuelas no se practica un lenguaje inclusivo, generalmente porque a las maestras nadie se lo ha pedido, y seguir lidiando con ello en una consulta médica, en el supermercado, en el parque… Constantemente y de una forma natural, correcta y bondadosa, porque es mi estilo, y creo que la reivindicación se puede hacer desde el entendimiento mutuo, y también quiero que mi hija viva esas reivindicaciones sin ira; es mucho más efectivo y más sano para todo el mundo. Y ahora estoy en eso: en normalizar al máximo ese “lo personal es político”, día tras día.
«El cambio climático es un problema profundo que me afecta de forma total en mi día a día»
SHANGAY ⇒ Eres conocida por cuidar mucho tus publicaciones, has recibido premios por tus libros y ahora, con motivo de esta exposición, has publicado otro. ¿Cómo lo has enfocado?
CARMELA GARCÍA ⇒ Había condicionantes, porque era medio libro y medio catálogo, ya que se publica al hilo de la exposición. Pero es verdad que hemos conseguido con Underbau, que lo diseñaron y han hecho un trabajo precioso, y también a la complicidad de La Fábrica, que lo edita, hacer una especie de híbrido que no deja de ser un fotolibro que funciona de manera autónoma, sin necesidad de vincularse a la exposición. He quedado muy contenta con el resultado. Está bien porque ahí están concentradas series como Chicas, deseos y ficción (1998), un trabajo de visibilización del mundo lésbico que, aunque parezca mentira, en su momento era desconocido en España, y parece que todavía lo siga siendo, como otros muchos trabajos.
Contiene textos explicativos y muy variados: una entrevista con Tolo Cañellas muy divertida y luminosa, porque nos reímos un poco de nosotros mismos, y un cuento de Sandra Gamarra, otra gran artista y amiga. Claro que hay cosas que se han quedado fuera, porque es imposible meterlo toda en un número determinado de páginas, pero el resultado es un recorrido coherente. Y muy vinculado a una pieza de la que no hemos hablado, Todas las almas, realizada con mi colección de fotografías antiguas, que es otra genealogía, aquí formando una especie de escultura o instalación con apariencia de monumento u homenaje a todas las mujeres. Creo que el que compre el libro, o vea la exposición, se va a llevar una idea muy aproximada de cómo es mi trabajo, cuáles son mis intereses. Y no, no es una antológica en sentido estricto, porque hay muchos trabajos que no están.
SHANGAY ⇒ ¿Tu colección de fotografías de mujeres sigue ampliándose?
CARMELA GARCÍA ⇒ Sí, claro. De hecho, en esta instalación casi todas las imágenes son inéditas. Como ahora vivo en la sierra, he descubierto unos mercadillos maravillosos, como rastros en pequeñito. Compro ahí, por Internet, en las tiendas de viejos que me encuentro… Compro poco, no me considero una coleccionista, y mucho menos una coleccionista compulsiva. Igual es que no soy coleccionista realmente, porque solo me llevo las imágenes que me interpelan. Algo hay en ellas con lo que yo me identifico de alguna manera. Si no me interpela, no la compro. ¿Por qué me interpela? Sinceramente, no lo sé. Luego las veo en casa, y es como si fueran mías. Como si las hubiera disparado yo. ¡Mías de autoría! Ese es mi nivel de apropiacionismo, pero me sale de un lugar que no puedo racionalizar.
Autoras de Utopías de Carmela García, puede VISITARSE en la Sala de Exposiciones del Canal de Isabel II (C/Santa Engracia, 125 · Madrid) hasta el 2 de mayo.
El libro homónimo está ya a la venta en librerías