Desde el papel ya se preveía que fuera una tarde emotiva. Pero cuando Lucero Tena salió al escenario de La Zarzuela («Mi teatro, donde debuté», dijo antes de los bises) ya se adivinaba que sería, además de emocionante, una noche única más allá de sus legendarias castañuelas. Y desde que interpretó Asturias, quinto movimiento de la Suite española de Albéniz, se supo que estábamos en un conciertazo de los que hacen época.
A partir de ese momento, todo fue a más. Hasta que llegó al clímax con la Danza española de Falla, pasando antes por la Sonata para arpa del maestro Soler o la Danza andaluza de Granados. Todo ello con el estupendo Xavier de Maistre al arpa.
No hay nada más romántico que este instrumento, y el arpista francés forma con ella un tándem perfecto. Y verlos en este teatro se convirtió en un nuevo homenaje a una de las grandes como es Lucero Tena. Una mujer que lleva décadas recorriendo los escenarios de todo el mundo con sus castañuelas. Una mujer que no solo no tiene sucesora, sino que no ha tenido nunca a nadie que le haya hecho sombra.
Albéniz, Guridi, Soler, Granados o Falla fueron, como no podía ser de otra manera, el centro del programa. Los bises, como tampoco podía ser de otra manera, arrancaron con el interludio de Las bodas de Luis Alonso. El teatro, con todo vendido de desde hacía tiempo… Tampoco podía ser de otra manera, con una mujer como Lucero Tena. Por supuesto, con el aforo adaptado a las medidas sanitarias, que permiten la #Culturasegura. «Saldremos de esta», dijo emocionada María de la Luz Tena Álvarez, su verdadero nombre, entre bis y bis.
La Zarzuela (uno de los pocos teatros líricos del mundo que han mantenido prácticamente sin alterar su programación, en este caso dedicada en exclusiva a nuestro patrimonio musical) se apunta con este concierto un nuevo tanto. Y la artista se lo quiso reconocer a su director desde el palco escénico: «La zarzuela [como género] no va a morir porque Daniel Bianco, el director de este teatro no lo lo va a permitir».
Lucero Tena en un momento de su maravillosa actuación en el Teatro de La Zarzuela.
España –un país normalmente pacato y rácano a la hora de homenajear a sus grandes artistas– sí que ha ha sabido situar a esta gran mujer en el lugar que merece: en el olimpo de las diosas. El Teatro de la Zarzuela es el mejor de los escenarios para rendirle culto. El concierto del domingo 23 de mayo fue el mejor ejemplo.
La humildad de la estrella hablando con todos los que se acercaron a darle las gracias –tras el concierto y en esa maravillosa plaza que conforma la fachada del coliseo– lo dice todo. Hace justo dos años, en ese mismo escenario, Lluís Pasqual vio cómo su Doña Francisquita se salvaba gracias a ella: hay artistas que son verdaderas varitas mágicas.
El arpista francés Xavier de Maistre junto a la artista española.