Hace más de veinte años decidí especializarme en cirugía de afirmación de género, lo que en aquellos tiempos todo el mundo conocía como “cambio de sexo”. Lo que entonces me llevó a especializarme en este tipo de técnica quirúrgica fue el desconocimiento que había en ese momento en nuestro país, tanto a nivel social como sanitario, y de lo que aquella ignorancia suponía para la salud de muchas personas trans.
Supongo que fueron dos personas las que me hicieron abrir aún más los ojos ante aquella situación que yo, como médico, veía injusta. A mi consulta llegaron dos mujeres trans con problemas de salud después de una cirugía genital realizada en otro país por un cirujano que, evidentemente, no podía realizar un seguimiento adecuado. Me sorprendió enormemente el hecho de que yo no conociera aquel tipo de intervención, a pesar de haber pasado por una carrera de Medicina, la especialidad en cirugía plástica y mis estudios posteriores. Simplemente, no nos habían formado en este aspecto. Por ello creí que era necesario estudiar, formarme, investigar… Sin embargo, en España no había nadie que llevara a cabo estas cirugías ni que pudiera ofrecer formación sobre ellas. Al escribir me doy cuenta de que parece que esté mirando muy atrás en el calendario, pero en realidad solo han pasado dos décadas.
Cuando decidí especializarme en cirugía de confirmación de género, no solo me encontré con la dificultad de no tener referentes en nuestro país (y muy pocos fuera de él), sino que también tuve que lidiar con la incomprensión y el rechazo, tanto del ciudadano de a pie como de buena parte de la comunidad médica. Algunos compañeros me avisaban con un “no sabes dónde te estás metiendo”, “esto va a arruinar tu carrera”, “vigila a quién metes en tu consulta”. Hasta el punto que encontrar un hospital donde realizar este tipo de cirugías se convirtió en un auténtico periplo. Recuerdo que en un hospital de Barcelona, donde ya llevaba tiempo operando sin problemas, me prohibieron realizar cirugías de afirmación genital. Mi reacción fue enérgica, pero mi sorpresa mayúscula: no era la dirección del hospital quien se oponía, sino parte del propio personal.
Iván Mañero
Si no se habla, no existe. Pero el rechazo hacia el colectivo trans llegaba mucho más allá: hace veinte años, en los congresos médicos este tipo de cirugía, o simplemente, el abordaje de la salud de las personas transgénero, ni se mencionaba. Es más, como me dedicaba a la cirugía de afirmación genital no me invitaban a ciertos congresos o encuentros profesionales. Desde mi punto de vista, aplicaban aquello de que “si no hablas de algo, no existe”. Como médico, no entendía por qué algunos profesionales se empeñaban en atarse tan fuerte la venda de los ojos.
En estos más de veinte años he podido vivir en primera persona cómo una sociedad es capaz de cambiar, de avanzar hacia la inclusión gracias al trabajo continuado y al sacrificio de organizaciones y personas luchadoras. Hace dos décadas, las personas trans que llegaban a mi consulta solían venir solas, sin apoyo familiar, poco informadas y con muchas dudas sobre la cirugía. Muchas de ellas se operaban prácticamente solas, sin nadie en la cabecera de su cama con quien compartir algo tan importante en su vida como una cirugía de confirmación genital. El avance de nuestra sociedad ha permitido que hoy las personas trans que llegan a mí (ahora a edades más tempranas) vengan de la mano de sus padres o con sus parejas, bien informadas y mejor aconsejadas. Ahora, los compañeros de instituto vienen con flores y globos a ver a su amiga que acaba de operarse. Los padres, tíos y abuelos están ahí para apoyar y respetar. Y todo eso, aunque no os lo creáis, emociona; porque se ve el camino recorrido (aunque reconozco que queda por andar) y recuerdas a cada una de aquellas personas que, en su día, no pudieron contar con ello.
La nueva ley trans. Ahora tenemos la nueva “ley trans” que acaba de aprobar el consejo de ministros, y que aún debe pasar por el Congreso. Esperamos que esta nueva realidad jurídica permita la igualdad real y efectiva de las personas trans y LGTBI en general. Que sirva para continuar construyendo una sociedad lejos de la discriminación, considerando a todos los ciudadanos y ciudadanas iguales en cuanto a sus derechos y libertades.
Gracias a esta nueva ley, se permite la autodeterminación de género (poder cambiar el nombre y el sexo en el DNI si la persona trans lo solicita) y desaparece la obligación de pasar por un largo proceso de hormonación de dos años antes de pedir el cambio de género en el registro civil.
Con esta ley, se demuestra que podemos seguir conquistando nuevas metas, derechos y libertades que siempre debieron estar ahí. Y se convierte en una herramienta más para seguir trabajando para conseguir una sociedad que nos acoja a todos por igual, donde la diferencia sea motivo de celebración, y la diversidad, motivo de orgullo.