La creación dramática que surge de un fuerte empeño es algo que siempre sorprende. Este es el caso de El perdón, un espectáculo que fusiona teatro y danza, nacido de la necesidad de Juana Acosta de contar una parte de su vida que ha construido a la artista que es.
Para ello se ha acercó al coreógrafo y bailarín Chevi Muraday, que a su vez se ha rodeado de sus asistentes más cercanos para hacer realidad un sueño.
Desde el primer acorde de la original música de Mariano Marín, la presencia de la actriz en El perdón rezuma catarsis, y nos adentra en un alma que estuvo enferma y quiere purificarse mediante la observación de una serie de emociones que no son fácil de explicar, pero que consiguen su objetivo.
Cuando se alza el telón vemos a una mujer que corre pero nunca llega a su destino, que se esfuerza por responder a un teléfono que está sonando, pero no es capaz de alcanzar. A partir de esta primera escena se navega en una lejana poética, que se hace cercana cuando nos enteramos que hay muerte entre las evoluciones de la pareja de intérpretes, y que grita por el perdón de los asesinos reales del padre de la protagonista en la adolescencia de su Colombia natal.
Nada se cuenta de forma literal, pero las palabras del dramaturgo de moda, Juan Carlos Rubio, encuentran un camino entre la poesía para que entendamos de que va la historia contada en esta mezcla de estilos escénicos.
Estéticamente, nos encontramos con bellos cuadros entre tinieblas que, como si de páginas de un libro de autor se tratara, nos llenan de fuertes imágenes, que van desde la dominación a la locura, llegando a la curación. De todas ellas, me quedo con la del balancín que procura a la actriz un irreal modo de expresar su personal euforia.
Juana Acosta defiende bien la bailarina que lleva dentro, dominando el papel en toda esta historia que le sirve como herramienta terapéutica. Se ve verdad en el conjunto de evoluciones que inventa su pareja de baile, un Chevi Muraday maduro y dramatúrgicamente inteligente.
En resumen, estamos ante una buena propuesta escénica, lejos del maniqueísmo y del mundo en blanco y negro; su falta de propósito final es la piedra en la que tropieza, su riqueza de grises es el gran acierto de su camino.
⭐⭐⭐⭐⭐
FOTOS: DAMIÁN COMENDADOR
EL PERDÓN, DIRIGIDA POR DAVID PICAZO Y CHEVI MURADAY, SE PUEDE VER HASTA EL 23 DE ENERO EN EL TEATRO BELLAS ARTES (MARQUÉS DE CASA RIERA, 2 · MADRID)