La ópera es un mosaico –en un prólogo y seis escenas– de la primera mitad del siglo XX en España, contada a través de “relatos epistolares de vencedores y vencidos, de vividores sin escrúpulos y de supervivientes rotos, tan pasionales como desdichados.”, según asegura el propio autor de la dramaturgia, Molina Foix. Las voces de personajes reales como Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, Eugenio D’Ors o el ya mencionado Federico García Lorca, conviven en una relación epistolar con otros creados por el escritor. Todos ellos comparten el mismo mundo tenebroso y siniestro que les obliga a ocultar sus sentimientos, pensamientos y deseos sexuales.
La música vocal ocupó siempre un lugar destacado en la producción de Luis de Pablo, compositor de grandísima cultura literaria y verdadera fascinación por la palabra y sus ecos sonoros y semánticos. Sin embargo, solo creó seis óperas en su fructífera carrera. El abrecartas es la última, y su fallecimiento, el pasado mes de noviembre, hace que su estreno en el Teatro Real sea póstumo.
Su corpus operístico lo conforman estas seis obras escritas a lo largo de cerca de treinta años: Kiu (estrenada en el Teatro de la Zarzuela en 1983), El viajero indiscreto (Teatro de la Zarzuela, 1990), La madre invita a comer (Bienal de Venecia, Teatro Goldoni, 1993), La señorita Cristina (Teatro Real, 2001), Un parque (Bienal de Venecia, Piccolo Arsenale, 2005) y, finalmente, esta que ahora llega, El abrecartas, compuesta en 2015.
Esta última ópera, concebida desde el inicio como una especie de ‘testamento vital’, se basa en la obra homónima de Vicente Molina Foix, libretista de la misma y con quien ya había colaborado Luis de Pablo en cinco ocasiones, incluyendo dos de sus mencionadas seis óperas: El viajero indiscreto y La madre invita a comer.
La novela, Premio Nacional de Narrativa de 2007, es, en las palabras de su autor, una “anti-epopeya coral amarga, (…) llena de meandros y surcada por figuras reales y ficticias de la España del siglo XX, que se intercambian versos y amenazas, que se escriben cartas de amor y mensajes secretos que no llegarán a su destino, aunque otros los leerán y manipularán”.
Sin embargo, la partitura de El abrecartas abarca únicamente las primeras 220 páginas del libro, que corresponden a la primera mitad del pasado siglo y a la época más aciaga de la novela, teniendo como telón de fondo la Guerra Civil, sus convulsos antecedentes y la dictadura posterior. «Toda la obra sería imposible, pero sin embargo Vicente [Molina Foix] me ha dicho que tiene preparado un libreto con la obra completa», nos dice el tenor tinerfeño Airam Hernández, que da vida al poeta granadino –todo un icono también en el mundo LGTBI– en este estreno mundial.
Partiendo de una foto antigua del colegio de Fuente Vaqueros en la que aparece Federico García Lorca con 6 o 7 años, vestido de blanco, junto al resto de los alumnos, Molina Foix creó una novela epistolar en la que da vida a uno de los niños anónimos del retrato, al que llama Rafael, que crece fascinado con el poeta. Junto a él germina un universo ficcional plasmado a través de cartas, misivas, notas, informes policiales y documentos de los citados personajes reales (García Lorca, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Eugenio D’Ors o Andrés Acero) y otros creados para esta obra.
Airam Hernández, en el centro, da vida a Lorca en esta ópera basada en la novela de Vicente Molina Foix.
Aunque el trasfondo histórico de la obra sea real (el asesinato de Lorca, la muerte de Miguel Hernández, el suicidio de Acero en México…) y se utilicen incluso fragmentos de documentos auténticos, los textos epistolares que entrelazan las vivencias cruzadas de los personajes son ficticios, con excepción de las palabras utilizadas en el dúo a capela con el que finaliza la obra, extraídas de La destrucción del amor, de Vicente Aleixandre.
El tenor Jorge Rodríguez-Norton (Andrés Acero) y barítono Borja Quiza (Vicente Aleixandre) en un momento de la ópera.
Un reparto de cantantes españoles dará vida a los personajes de la ópera: los tenores Airam Hernández (Federico García Lorca), José Manuel Montero (Rafael), Mikeldi Atxalandabaso (Alfonso) y Jorge Rodríguez-Norton (Andrés Acero); los barítonos Borja Quiza (Vicente Aleixandre), José Antonio López (Miguel Hernández) y Vicenç Esteve (Ramiro); las mezzosopranos Ana Ibarra (Salvador / Setefilla) y Laura Vila (Sombra), el contratenor Gabriel Díaz (Comisario) y el bajo David Sánchez (Eugenio D’Ors).
El director de escena articula las referencias históricas con el mundo espectral de las voces escritas. Rehuyendo la verosimilitud con los personajes reales, su dramaturgia evoca los ‘espacios mentales’ de los protagonistas, todo ello enfatizado con una espectacular atmósfera lumínica diseñada por Juan Gómez Cornejo, que permite que se sucedan y sobrepongan la escenografía metafórica diseñada por Max Glaenzel, con grandes módulos de apartados de correos que cobijan los recuerdos de papel. No en vano, esta ópera es una obra epistolar. Unas cartas que ahora, por fin, ven la luz.