Charli XCX cierra un ciclo con su reciente –y estupendo– álbum Crash, con el que ha terminado el contrato con la multinacional que ha publicado sus discos hasta ahora.
De momento aún no ha anunciado Charli XCX cuáles serán sus próximos movimientos, porque lo que toca ahora es presentar su disco en directo, tanto en festivales como en su propia gira.
El fin oficial de su Crash. The Live Tour 2022 tuvo lugar ayer en la sala La Riviera de Madrid, con las entradas agotadas y con muchas ganas de celebrar su estupendo momento de forma.
No decepcionó, sino todo lo contrario, Charli XCX. La expectación era máxima, porque el público estaba entregado de antemano, y pudimos comprobar el nivel de conexión tan especial que existe entre la artista y sus fans.
Con la escenografía –ya de por sí simple– algo reducida para adaptarla a las dimensiones del escenario de La Riviera, Charli XCX demostró que le vale con dos bailarines y una pantalla de vídeo detrás para transmitir todo lo que representa el universo Crash.
No se dejó en el tintero ni un tema del disco, e hizo bien, porque todas las canciones funcionan como un tiro, cada una en su género. Embutida en distintos corsés, y entregada a frenéticas coreografías, tan sencillas como efectivas, no podía ocultar que encontró inspiración para su show en el Blond Ambition Tour de Madonna: la coleta, la actitud desafiante, la manera de resaltar la feminidad de sus bailarines (más aliados que seductores). La ambición morena se reafirmó a sí misma y celebraba a la vez la diversidad que siempre ha defendido.
Sin ella saberlo, también cabía pensar en la Mónica Naranjo de la era Palabra de mujer viéndola. Defendiendo una actitud de diva clásica, esforzándose por proyectar vozarrón (aunque los playbacks fuesen en ocasiones descarados y su capacidad, limitada)… Y, como Pet Shop Boys, apostando por la música enlatada. Al fin y al cabo, aquí lo importante era ella y sus composiciones, y proyectar multitud de sensaciones en un set concebido, y plasmado, casi como un DJ mix.
Unas veces cercanos a un ballroom, otras, a la pista de un club de la ruta del bakalao, el escenario se iba transformando en función de la música, desde el que se escupía trallazo tras trallazo. Supo sacar el máximo partido de los mínimos elementos. Y eufórica desde el minuto uno, su energía era apabullante.
Como es habitual en ella, y como fiel aliada que es, no faltaron los halagos y agradecimientos para su público LGTBIQ+. El que sin duda la ha convertido en estrella por sí misma, más allá de su talento como compositora. Se colgó una bandera arcoíris, nos dedicó Party 4 U, e incluso bromeó al fijarse en un chico que llevaba una pancarta en la que ponía «Ayúdame a salir del armario»… A quien le soltó «Querido, estás en un concierto de Charli XCX, ya has salido de él», ante el descojone general.
En el último tramo del brevísimo concierto –apenas hora y cuarto de actuación–, convirtió La Riviera en una rave con temas como Vroom Vroom y Visions. Y entre medias se coló uno de sus hits más populares, Boom Clap, que, curiosamente, hizo bajar la energía, que hasta ese momento estaba altísima.
Y es que, una vez más, pudimos comprobar que Charli XCX brilla más cuanto más aleja del pop mainstream que sabe facturar con los ojos cerrados –y que no siempre ha bordado como en Crash, hay que reconocerlo, por mucho que la queramos–.
Sin duda, el cierre de gira fue triunfal, con el público entregadísimo y sudoroso. Aunque solo surgía una incógnita tras el concierto. Porque su carisma, a pesar de la entrega, sigue sin ser suficiente para auparla a una división que ella se esfuerza por conquistar.
Charli XCX interpretó canciones que en otras pop stars habrían hecho desmayarse a la mitad de la sala, y que en su voz resultan apreciables sin más. Así que resultará interesante comprobar cómo se reinventa en la nueva etapa que comenzará pronto. De momento, lo dio y hay que celebrarlo.