Su alineación de ruralidad y artesanía, motivos medievales, folclore, cubismo e incluso art-brut ha llevado a Ivan Forcadell a inaugurar una de las salas del recientemente creado Centro de Arte Mèdol de Tarragona.
No es un autodidacta Ivan Forcadell (estudió diseño en la EINA de Barcelona), pero tiene ese aire: el de hacer lo que le apetece sin tener que justificarse por ello.
Lo que comenzó hace no muchos años como la carrera de un pintor que también utilizaba la cerámica y la artesanía, es hoy algo más complejo: pintura y cerámicas, sí, pero también vídeo, instalación, performance… y grandes formatos. Se lo puede permitir Ivan Forcadell: tiene una granja en el campo. En la que se crio.
La que justifica su primera gran muestra individual en un centro de arte, El Mèdol, recién creado, y dirigido por una personalidad artística catalana: el DJ y productor musical Vicent Fibla, en tiempos miembro junto a Carles Congost de The Congosound (que al parecer saca nuevo disco en otoño, ojo).
“La exposición es un poco un retrato de todo lo que me ha rodeado mientras crecía. Repasando la tradición, el folclore, el costumbrismo típico de la huerta y el campo mediterráneo”, reconoce Forcadell. “Es lo que he visto. Vengo de una familia de agricultores, y toda mi vida está relacionada con el campo: con todos esos factores que nos volvían muy vulnerables, pero a la vez grandes supervivientes”.
En las aproximadamente treinta piezas de la muestra, con enormes lienzos, practica una especie de collage entre lenguajes, pero también entre formas humanas y zoomórficas, entre naturaleza y diseño, entre flora y fauna… “Aunque todo mi trabajo esté realmente elaborado, no deja de tener siempre un aspecto muy povera, extraído de mi propia experiencia rural; esa necesidad de tener que aprovecharlo todo, de que todo ha de reutilizarse. También hay mucho de la paciencia del hombre del campo: ese echarle horas hasta que las cosas salgan como han de salir. El campo es mi motor, aquí vivo…, lo único que, en vez de plantar tomates, lo que planto es mi obra”.
Ivan es un absoluto defensor del campo: “Cuanto más nos globalizamos, y más nos desvinculamos gracias a la tecnología a la necesidad de trabajar desde un puesto fijo, en una oficina de la ciudad, la gente se está dando cuenta de que la calidad de vida en el campo es muchísimo mejor. O al menos superior a la ciudad, desde mi punto de vista”.
Pero reconoce las dificultades para un joven gay como él. Aunque dice que no son demasiadas: “Te diría que la vida en el campo es más dura, pero en realidad no lo es. Eso sí, las posibilidades para ligar y follar son mucho menores«, asegura entre risas.
Y continúa: «En los pueblos no hay nada…, tienes que hacer muchos kilómetros, estar revisando las redes por si alguien pasa de visita… En este sentido, no hago otra cosa que esperar a que lleguen los turistas en verano. Eso sí, no me he sentido jamás amenazado. De hecho, todo lo contrario. Lo que sí me ha pasado alguna vez ha sido que alguna persona, sin mala fe, ha intentado hablar sobre el tema de una forma muy tosca, que se puede malinterpretar o puede ofender; pero lo hacen así porque no tienen otros recursos para expresarlo. El campo español yo creo que es muy tolerante”, defiende.
Aparte de su trabajo, Ivan dedica mucho tiempo a observar la naturaleza que luego reproduce en sus obras: “Me interesa mucho esa visión de la naturaleza, de la flora y fauna local, y su relación con los agricultores. Me he criado siempre con muchos animales en la casa, tratándolos con el respeto que creo que merecen. Son seres maravillosos, y muchas veces los prefiero a muchas personas que conozco. Pero no creo que sea una visión ingenua o demasiado naíf: el campo es hoy una mezcla de progreso y tradición. También se ha mecanizado, como lo han hecho muchas artesanías. Y yo quiero hablar también de eso: de lo que se gana y lo que se pierde en esos procesos de cambio”.
Sobre su propio proceso de amalgamar varias vías, distintos recursos estéticos y discursivos, defiende Forcadell: “Eso ha formado parte de mi proceso. Ahora lo mezclo todo», dice entre risas. «He tratado de buscar un camino, y me he dado cuenta que es precisamente en esa mezcla como mejor funciono. Retrata muy bien mi ADN”.
¿Sirve eso para justificar que el Mèdol inaugure una de sus salas con un artista tan joven? “No te creas que lo entiendo mucho. Suelen coger para esto a gente con más trayectoria. Igual es por ese vínculo entre el campo y la ciudad, o porque últimamente me ha empezado a ir bien. Me llaman de sitios, y supongo que eso se tiene que ver”, se excusa con modestia.
Ivan Forcadell es un chico rural que pasa la mitad de su tiempo en Barcelona y la otra mitad en su pueblo, alejado del ruido. “Lo que echo de menos del campo cuando estoy en Barcelona es la autenticidad del entorno, la maravilla de esa comunidad pequeñita y relacionada, el sentirme arropado… Y al revés, cuando estoy en el pueblo necesito ese anonimato, esa libertad y ese gran abanico de posibilidades para hacer cosas que ofrece la gran ciudad. Y que haya tantos maricones…, eso también. Es un poco contradictorio, lo sé”.
Ivan Forcadell: La Coentor se puede VISITAR en El Mèdol ,Centre d’Arts Contemporànies de Tarragona (Casa Canals. Carrer d’En Granada, 11 · Tarragona) hasta el 11 de septiembre. Más información en MEDOL.CAT