Eran los tiempos de la movida, y ante la locura creativa, Sybilla introdujo el minimalismo, la sutileza, la sostenibilidad y unos saludables aires de demi-couture. Una retrospectiva en Madrid analiza ahora toda su carrera.
Una oportunidad única de celebrar el talento único de Sybilla, sin duda una de las diseñadoras españolas que mayor impacto ha tenido a nivel mundial en las más recientes décadas.
Sybilla podría ser a nuestra moda lo que el Guadiana a nuestros ríos: la cualidad de estar presente y desaparecer; de volver a salir a la palestra y abandonar otra vez. Esa ha sido su lucha en los últimos años: tratar varias veces de relanzar su firma cuando, ya en 2004, luchaba por encajarla en un sistema productivo que se sabía demoledor (para el planeta y para los creadores).
Luego, decidir si ajustarse o no a las demandas de uno socios que no siempre respaldan las propuestas más audaces y responsables. Pero, sobre todo, seguir creando (tiene tres marcas en activo, exclusivamente para el mercado japonés) lejos del ruido mediático, en sus sempiternos silencios. Sybilla es paz y reflexión, y eso es algo que el mundo de la moda no le ha podido quitar.
Mientras sigue planeando el relanzamiento de su firma (acaba de pillar estudio en un barrio céntrico de Madrid), al menos su indiscutible universo autoral vuelve a estar de actualidad. Sybilla: el hilo invisible utiliza muy adecuadamente el título de una reciente película sobre la moda para, una vez más, compararla sutilmente con Cristóbal Balenciaga; quizá el único artista que históricamente ha presentado un cuidado por las formas y los volúmenes similar.
Ella misma reconocía en los ochenta: “Me divierte hacer ropa […] Manejo los colores como un pintor, creo formas como un escultor y, al igual que hace un ingeniero, estoy obligada a responder con algo práctico que sirva para cubrir una necesidad”.
Esta visión no ha cambiado: en su texto para la exposición deja claro, en subrayados, que palabras y expresiones como “pintar con tela”, “trabajar de forma escultórica”, “estar al servicio de las mujeres”, “ser útil y hacer prendas transformables, que se puedan colocar de mil maneras”, “el humor, la sensualidad y la luz” y los procesos para “aprender y crecer” siguen formando su horizonte intelectual.
A los que habría que añadir su gusto por la personalización, por la artesanía de la prenda y por lo orgánico, natural, sostenible y duradero en un mundo, el del textil, más asentado hoy en el usar y tirar.
Fue una auténtica pionera en el pensamiento ecológico ya desde los años 90, y quizá este sea el motivo más sangrante de todas sus idas y venidas empresariales. Dividida en cinco secciones, una para cada planta del depósito de agua que la acoge, aprovecha muy bien su hilo conductor: cada sección apunta a su costura desde parámetros diversos.
El hilo que hilvana habla de su moda como narración gráfica, en imágenes de sus grandes colaboradores como Ouka Lele, Juan Gatti, Vallhonrat, Pepe Lamarca, Miguel Oriola, Félix Valiente y otros. El hilo que urde nos habla de sus primeras construcciones de prendas, y la importancia que para ella tiene el diseño pensado a caballo entre la arquitectura, la escultura, las teorías del color y unos materiales orgánicos y naturales.
El hilo que trama profundiza en sus elecciones vitales y en las formas políticas y poéticas del feminismo y el empoderamiento que sus prendas ocultan. El hilo del tiempo es la sección documental donde vemos su evolución gráfica y discursiva a través de entrevistas, reportajes y publicaciones, pero también documentos como la producción efímera de su marca (invitaciones, packaging) y las imágenes generadas.
Por último, Un hilo de voz se concentra en ella: una pieza documental para interrogarla sobre sus silencios, tan conocidos, pero también para mostrarla y, de paso, rastrear su evolución y proceso creativo con imágenes de archivo históricas de sus desfiles o de su taller.
SYBILLA: EL HILO INVISIBLE SE PUEDE VISITAR EN LA SALA DEL CANAL ISABEL II (SANTA ENGRACIA, 125 · MADRID) HASTA EL 15 DE ENERO. MÁS INFORMACIÓN AQUÍ