Queen Mother Madonna, que estás en la Tierra, a ti nos encomendamos

Nuestro colaborador habitual José Confuso reflexiona de manera personal sobre lo que Madonna supuso en el pasado para él, y por qué sigue siendo una figura tan relevante en su vida.

Queen Mother Madonna, que estás en la Tierra, a ti nos encomendamos
6 octubre, 2022
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Nuestro colaborador habitual José Confuso reflexiona de una manera muy personal sobre lo que Madonna supuso en el pasado para él, y por qué sigue siendo una figura tan relevante en su vida.

Porque Madonna ha jugado un papel fundamental en la historia de muches de sus fans LGTBIQ+, y lo sigue haciendo. Esta reflexión lo demuestra.


 

Queen Mother Madonna, que estás en la Tierra, a ti nos encomendamos

Ilustración: Iván Soldo

Cuando no teníamos nada estaba Madonna. Cuando agachábamos la cabeza a la salida del colegio, cuando nos refugiábamos en la habitación, cuando intentábamos saber quiénes éramos pero no teníamos ni la más remota idea, cuando no sabíamos nada, entonces, ahí, ya estaba Madonna.

Sus bailes nos hacían soñar, sus movimientos prohibidos, sus letras que no entendíamos pero teníamos claro que era algo que no se podía cantar. Su melena rubia, su lunar, los estilismos, los bailarines; todo nos llevaba a un mundo en el que encajábamos, en el que nos sentíamos seguros, en el que podíamos ser nosotros. Si estaba Madonna nada malo nos podía pasar. Ella era todo lo que queríamos ser pero no podíamos. La santa a la que nos encomendábamos, la diosa a la que rezábamos.

Queen Mother Madonna, que estás en la Tierra, a ti nos encomendamos

Con Tokischa, la joven artista con que acaba de publicar un nuevo remix de Hung Up.

Pasó el tiempo y crecimos. Nos hicimos adolescentes y tuvimos nuevos amigos, nuevas rutinas, nuevos cosquilleos. Cambiamos de piel y tuvimos miedo. Algo pasaba, no éramos como los demás. Nos miraban. Nos mirábamos también nosotros. Y ahí estaba Madonna acompañándonos, dándonos la mano, protegiéndonos bajo su manto. A veces nos sentíamos valientes y nos disfrazábamos en nuestra habitación.

Cantábamos y bailábamos, nos contoneábamos, algunos tenían suerte de tener un espejo y cogían algo a modo de micro. Era nuestro momento. Ella sonaba en el estéreo y todo parecía fácil. De lejos, escuchábamos la puerta de la calle y nos lo quitábamos todo corriendo. Volvíamos a sentarnos en la mesa y abríamos el libro. Por dentro seguía sonando su Vogue. Movíamos las manos mientras repasábamos las matemáticas. Ojalá haber bailado así; ojalá haber sido ella.

Nos hicimos adultos y sentamos la cabeza, o lo intentamos, al menos. Nos volvimos introspectivos y maduros, pausados y afectados. El amor llamó a nuestra puerta y le dejamos entrar. Y eso que pensábamos que no iba a ocurrir nunca. A nuestro alrededor todo el mundo avanzaba mientras nosotros seguíamos moviendo las manos como aquel adolescente. No cumplíamos las normas, ni los patrones, ni nada de lo que se esperaba. No pasaba nada, porque Madonna tampoco lo hacía.

Se reinventaba, rejuvenecía, cambiaba del día a la noche y volvía a empezar, y estaba bien. Llegaban otras y todo nos parecía que ya lo había hecho ella antes. Es que así era. ¡Qué le íbamos a hacer! Un día se nos rompía el corazón y al siguiente nos volvíamos a ilusionar. Todo lo vivíamos con la alegría de la juventud cuando esta empezaba a escasear. Qué duro, qué terrible, qué real a la vez.

Queen Mother Madonna, que estás en la Tierra, a ti nos encomendamos

Ahora, aquí estamos. Viendo cómo los años pesan, cómo el futuro se acerca, cómo cada vez queda menos para hacer todo lo que teníamos que hacer. Se nos para el corazón y dejamos de respirar. El vértigo nos asfixia, la vida no cesa. ¿Qué vamos a hacer? Y aquí está ella de nuevo. Desafiante, poderosa, imperturbable. Escandalizando, esculpiendo su mundo a golpe de pixel, dándonos la fantasía que nos falta, abriendo la puerta que nos quieren cerrar, madonneando como nunca. Poco importa lo que se diga.

Poco importa lo que se critique. Y poco importa más allá de ella. Ni su edad, ni su físico, ni sus retoques, ni sus excesos. Ni su ropa, ni sus bailes, ni cada uno de sus gestos. Ni sus besos, que son los nuestros, ni ese purito que le encanta fumarse. Cuando creíamos que ya teníamos todo, Madonna nos ha vuelto a salvar. Una vez más. Y no será la última. A ver ahora quién se atreve a señalarla. A ver ahora quién es capaz de medirse con ella.

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