Llega al los cines el último trabajo de Isaki Lacuesta (Entre dos aguas, La propera pell), basado en el libro Paz, amor y death metal, las memorias de Ramón González, un superviviente de la matanza de Bataclan, titulada Un año, una noche.
Ramón González volcó en su libro todos los sentimientos y vivencias en una noche negra en su vida, la del atentado terrorista vivido el 13 de noviembre de 2015 en París, durante el concierto del grupo Eagles of Death Metal. Un hecho traumático que vertebra Un año, una noche.
Isaki Lacuesta ha huido del morbo fácil, y no ha querido recrearse en la masacre («es de esas películas que pasan factura emocional»). Aborda el atentado desde el punto de vista de dos supervivientes, que son pareja, y se enfrentan de manera muy distinta a lo que vivieron. Magistralmente interpretados por Nahuel Pérez Biscayart (120 pulsaciones por minuto) y Nóemie Merlant, Ramón y Céline se enfrentan al dolor como mejor pueden.
Ramón siente la necesidad imperiosa de unir las piezas de un caótico puzle y hablar continuamente de lo que vivió, aunque en ocasiones le supera el terror que quedó dentro de él. Mientras, Céline se niega a verbalizar lo que siente o a querer recordar la fatídica noche. Dos maneras muy distintas de gestionar lo vivido.
Asegura Lacuesta que, aunque lleve promocionando la película desde que se estrenó en el Festival de Berlín, le siguen sorprendiendo algunas reacciones que han provocado proyecciones previas al estreno. «Hace unas semanas la presenté en Ámsterdam, y a la salida me abordó un chico que vivió el atentado de Bruselas. Me contó cómo se había identificado con la película y los protagonistas. Son muchas las movidas emocionales que ha compartido ya mucha gente conmigo«.
SHANGAY ⇒ ¿Pensaste en algún momento en el plus que tiene esta película, porque la empatía del espectador la tienes ganada desde el principio?
ISAKI LACUESTA ⇒ En absoluto. Cuando haces una película, más bien piensas en todo lo que puede salir mal… [sonríe]. Pensaba sobre todo en la complejidad del proyecto y en la responsabilidad que conlleva contar una historia real, que me provocaba miedo. De hecho, cuando empezamos con el proyecto, en Francia nos decían que igual era demasiado pronto para hacerla. Pero respondíamos al impulso de Ramón González, que nada más sobrevivir al atentado empezó a escribir su libro. Siento que en Francia existe una necesidad colectiva de enfrentarse a lo que ocurrió.
«Siempre he tenido curiosidad por rodar continuamente historias muy diferentes»
SHANGAY ⇒ ¿Te suelen dejar tus películas tocado, como ha sucedido con esta?
ISAKI LACUESTA ⇒ Diría que no. Soy más de tirar hacia adelante y no mirar atrás. En la película, Ramón, tras el atentado, se plantea si realmente está viviendo como querría, porque se da cuenta de que en cualquier momento todo se acaba. Y cambió de vida. Es algo que pasó también a raíz de la pandemia, que llevó a mucha gente a replantearse todo. Y no es fácil, porque cuando se quiere ser feliz de forma consciente no siempre sale bien.
SHANGAY ⇒ En ese sentido, tú te dedicas a lo que te gusta…
ISAKI LACUESTA ⇒ Sí, estoy dentro de ese grupo afortunado que siempre ha podido hacer lo que ha querido. Y hacer pelis te permite cambiar de vida constantemente.
SHANGAY ⇒ ¿Te sale de manera consciente cambiar tanto de registro de un proyecto a otro?
ISAKI LACUESTA ⇒ No consciente, pero me sale de manera natural. La gracia del cine es que es infinito, las posibilidades nunca se acaban, y siempre he tenido mucha curiosidad por rodar continuamente historias muy diferentes. En el flamenco, están los cantaores cortos, que toda la vida cantan, a por mejor, por soleás, y ya está. Mi vocación es de cantaor largo, por eso supongo que mi filmografía ha causado mucha confusión… Soy consciente de que es como si tuviese una tienda en la que cada día se venden cosas distintas, pero es lo que me tira.
SHANGAY ⇒ Me llamó la atención que Nahuel aceptara el proyecto sin estar siquiera escrito el guion…
ISAKI LACUESTA ⇒ Nada más decidir que iba a hacer la película, lo siguiente fue quedar con él para proponérsela. Le había visto en Glue (2006) y me flipó. A partir de ahí, seguí sus trabajos; es un actor superdotado, eso está claro. Tiene una gran capacidad para hacer cosas súper precisas, y pensé que podríamos jugar mucho juntos. Es un sueño cumplido haber trabajado con él y con Noémie.
«Dada mi vocación de retratista, me entraron muchas ganas de filmar a C. Tangana»
SHANGAY ⇒ ¿Fue un rodaje tan intenso como cabe suponer?
ISAKI LACUESTA ⇒ Súper intenso, y a la vez, una gozada. Me llevaban a límites que no sabía que eran posibles. A ellos no había que pincharles para conseguir algo, son de una autoexigencia salvaje. Recuerdo las típicas tomas en las que todo el equipo acababa ovacionándoles y Nahuel pedía más, decía que podían hacerlo mejor.
SHANGAY ⇒ ¿Por qué escogiste a C. Tangana para uno de los personajes secundarios?
ISAKI LACUESTA ⇒ Cuando vi sus videoclips, dada mi vocación de retratista, me entraron unas ganas físicas muy fuertes de filmarle. Cuando estábamos haciendo el casting para el hermano de Ramón, justo sacó un vídeo nuevo. ¡Y es que, además, se parece físicamente a él! Dijimos «vamos a llamarle, aunque va a decir que no». Y no fue así. Es como una esponja, en el rodaje estaba pendiente de todo. Es un tío con un talento brutal. De hecho, ahora está dirigiendo, y tiene una pinta increíble lo que está preparando.
SHANGAY ⇒ La música tiene, obviamente, una gran relevancia en la película…
ISAKI LACUESTA ⇒ Toda es de Raül Refree. Porque Eagles of Death Metal tienen un fuerte debate interno, siguen traumatizados. Jessee, el cantante, querría cantar siempre la canción que no pudieron tocar [Kiss the Devil], y el resto de la banda prefiere no hacerlo nunca más. Nunca respondieron a nuestra petición para usarla, así que terminamos creando nuestra propia banda inspirándonos en los mismos artistas que ellos, como Robert Johnson, con ese tipo de letras sureñas sobre el diablo, el sexo y el amor… Refree trabajó con Lee Ranaldo [Sonic Youth], buscábamos una figura que representara ese rock potente estadounidense.
Y luego hay una cosa de la que nadie se da cuenta: cuando está en la discoteca Noémie Merlant, la canción que suena la cantó ella. La compuso Refree y yo hice la letra. Es algo muy subliminal, porque es ella escuchándose a sí misma, pero tiene que ver con esa idea de subjetivización que está en la película: de contar todo desde ese estado alterado en que están los dos. Fue muy bonita la experiencia, y de hecho hablamos de hacer todo un disco con ella, porque compusimos varios temas… Sería increíble.
«Todos sentimos miedo al descubrir que dentro de nosotros hay un puto racista»
SHANGAY ⇒ ¿Con cuál de los dos protagonistas te identificas más?
ISAKI LACUESTA ⇒ Mi ayudante de dirección me decía que esta es mi película más autobiográfica, porque me reconocía en Ramón. Hay una base muy Céline en mí, en el sentido de intentar no repensar las cosas y no hacer un trabajo de reflexión sobre lo ya vivido. Pero luego soy muy Ramón en cuanto a los ataques de ansiedad, estar con la guitarrita, las broncas… En la intersección entre los dos aproveché para contar lo que conocía, aunque lo mío es en una escala infinitamente menor, por supuesto.
SHANGAY ⇒ Viendo a la película me vino a la memoria otra matanza desgraciada, la de Orlando. Siempre está en estos desgraciados hechos el poso del odio irracional hacia el diferente…
ISAKI LACUESTA ⇒ Son ataques a la diferencia y al placer compartido también. Son ataques que nos han afectado tanto porque podríamos haber estado allí. Y en la película también quisimos que estuviera reflejado el miedo racial. Esa escena en la que Ramón relata cómo cuando fue a declarar y dijo que, a pesar de haber visto a una de las personas que disparaba, no sabia de qué raza era, y el policía escribió en su declaración que era árabe.
Es ese miedo al descubrir que dentro de nosotros hay un puto racista, y la única manera de terminar con ello es aceptar que eso existe. Algo que pasó después del atentado de Atocha: dependiendo de a quién viéramos que llevaba una mochila, la sensación era distinta, la mirada era acusadora o no, como también se refleja en la película.
SHANGAY ⇒ Me gusta que cada vez vemos más y mejor reflejada la fragilidad masculina en nuestro cine…
ISAKI LACUESTA ⇒ Es algo que está ocurriendo en todas partes, es inevitable que se muestre. Igual que desde el cine en ocasiones intentamos adelantarnos a la hora de visualizar ciertas cosas, como mostrar más personajes racializados, en este caso es algo que ya viene sucediendo en nuestra realidad. Ya tocaba. Temas como el de la fluidez, veo en mis alumnos que ya ni se plantea ni se discute. Recuerdo cuando mi madre le dijo a mi hija, con cuatro años, «ya tendrás novio», y ella le respondió «o novia, o varios». Mi madre le respondió que eso no era posible, y mi hija le dijo «eso, en tu época». Lo llevan integrado, y es cierto que la reacción de la gente timorata es volverse ultraconservadora y reaccionaria. De repente, han surgido discursos terroríficos que no imaginábamos que escucharíamos hoy. Pero creo que son gestos de acción-reacción que no van a ningún lado. Soy optimista, lo natural se va a imponer de forma lógica.
UN AÑO, UNA NOCHE SE PROYECTA YA EN CINES