Olivia Baglivi llega todas las tardes al Teatro María Guerrero de Madrid dispuesta a representar El proceso, de Franz Kafka, y reconoce que todavía le impone el espacio. Es un sueño hecho realidad actuar a diario, «no solo por lo precioso que es el teatro, también por toda la gente increíble que ha pasado por él», dice. Su felicidad la comparten sus padres (él, pintor y actor; ella, paisajista), «que son mis mayores fans, y saben lo que significa esta oportunidad para mí».
Reconoce la actriz Olivia Baglivi que no había leído la novela El proceso antes de embarcarse en esta aventura. En cuanto fue elegida, lo hizo dos veces. «Nos dirige Ernesto Caballero, responsable de la adaptación, y estoy con un reparto de ensueño», y le brillan los ojos al decirlo. Y es que lo encabeza Carlos Hipólito, en el papel de Josef K, y en él están también veteranos como Alberto Jiménez y Paco Ochoa.
Salvo Hipólito, todos representan distintos personajes en este complejo montaje («muy coral») que cuenta la pesadilla que vive un gerente bancario al que se le abre un interminable procedimiento judicial cuya causa desconoce y que le hace enfrentarse a un doloroso laberinto burocrático.
Esta experiencia poco tiene que ver con las que había vivido en teatro hasta ahora. «Siempre había hecho teatro off, con todo lo que conlleva: llenar es complicado, te tienes que involucrar en la parte de marketing…». Baglivi venía de haber encadenado dos películas, Las niñas de cristal, de Jota Linares, y Libélulas, dirigida por Luc Knowles, y el cuerpo le pedía teatro.
Mejor proyecto que El proceso, imposible. «Se habla de cosas muy grandes, como la inseguridad jurídica. No puede resultar más actual, es increíble», dice. «Porque te metes en la obra y vas viendo que en nuestro día a día, a escala pequeña, vivimos constantemente situaciones que tienen mucho que ver con lo que se ve en el escenario. Así que el espectador no adopta una actitud pasiva, es muy interesante».
Olivia se transforma continuamente a la hora de aparecer en escena, dado que interpreta a tres personajes con texto («más una aparición onírica»). «En la función te das cuenta de que Kafka tenía una relación extrañísima con las mujeres, no las entendía», apunta Olivia. Al principio fue algo que me dio rabia, pero me di cuenta de que era interesante mostrarlo así«.
Lo demás es jugar en ese universo onírico del que forma parte. «Es la primera vez que no tengo que investigar en los orígenes de los personajes, y eso me ha dado una libertad increíble a la hora de crearlos. No tienes que ser fiel a nada, simplemente vivirlos en escena«. Y la función es frenética a diario, «porque tenemos cambios muy rápidos de una escena a otra».
Ese juego lo está disfrutando mucho porque asegura que le está permitiendo poner en práctica herramientas que como actriz lleva mucho sin utilizar, «o que directamente nunca había usado. Entre que sobre todo he hecho teatro contemporáneo y últimamente había estado más centrada en lo audiovisual, me he encontrado con retos muy interesantes a la hora de abordar El proceso«. Y feliz de seguir enfrentándose a nuevos retos. «Además, soy una friki de hacer cursos para seguir aprendiendo y tener aún más herramientas. Los próximos serán uno de voz y, seguramente, uno de artes marciales…», confiesa entre risas.
Como experta bailarina que es –aunque lleve tiempo sin practicar, salvo en Las niñas de cristal–, considera que cuanto más preparada esté a nivel de expresión corporal, más versatilidad tendrá como actriz. «Y es que estoy harta de clases de danza», dice sonriendo también. «Siempre viene bien cambiar. Aunque sigo bailando, no puedo evitarlo, me gusta muchísimo a pesar de que ya no lo hago de forma profesional. Ahora quiero que siga siendo mi principal hobby».
Tras haber grabado la serie Memento Mori para Amazon, toca seguir disfrutando con El proceso en el CDN, y después llegará la gira por toda España. Confía en que los próximos proyectos que le lleguen sean cuanto más distintos entre sí, mejor. «Me apetece seguir haciendo teatro, cine y tele», asegura, «me llenan por igual todos los medios, y no me quiero estancar ni estar siempre haciendo cosas parecidas«.
Lo que hace Olivia Baglivi es vivir el aquí y el ahora, sin preocuparse por lo que pueda pasar mañana. «Pasé muchos años sin currar en lo mío, trabajando de camarera, en tiendas, ayudando a mi madre con las flores…», recuerda. «Como ahora sí lo estoy haciendo, lo que hago es disfrutarlo. Estoy livin’ la vida…». El objetivo es claro: «Ahorrar, para cuando lleguen momentos complicados. En eso sí pienso mucho; ahora solo falta que lo haga».
EL PROCESO SE REPRESENTA EN EL TEATRO MARÍA GUERRERO DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL HASTA EL 2 DE ABRIL