Hay muchas formas de entender el teatro y una de las que más me gustan es cuando enseña, ya sea una actitud ante la vida o un momento histórico.
Helena Pimenta ha elegido dirigir para La Abadía Coraje de madre, del húngaro George Tabori, en donde se muestran ambas cualidades.
George Tabori –al que confieso no conocía– es un referente clave dentro de la dramaturgia teatral y cinematográfica tras la II Guerra Mundial. Berlín, Londres, Hollywood y, de nuevo, Alemania fueron su hogar y refugio.
En Reino Unido, Tabori trabajó para el ejército británico y para la BBC como corresponsal en Oriente Medio y Turquía. Más tarde dio su salto al Hollywood dorado, donde ejerció como guionista y trabajó con Brecht, Chaplin, Laughton, Hitchcock, Elia Kazan o Greta Garbo hasta que, a finales de los 60, regresó a Alemania, donde ya se quedó.
El director artístico de La Abadía, Juan Mayorga, señala que «Tabori es extraordinario, tremendamente influyente. Es un autor enorme en su forma y en su fondo y, sin embargo, llevaba más de veinte años sin representarse en España”.
El texto de Coraje de madre mola, pero la historia real sobre la que está basado es de aquellas que superan la ficción. Es un suceso cruel, curioso, bizarro, emocionante…, se me acaban los adjetivos para resumir que es fantástico. Que una madre judía que iba a casa de su hermana para jugar a las cartas termine en Auschwitz, sea liberada y llegue, solo un poco tarde, a su cita semanal es algo que nadie se inventaría si no fuera cierto.
La dirección de Helena Pimenta aporta un saber hacer propio de su compañía de toda la vida, Ur Teatro, en donde con poco se hace mucho: una misma silla es casa, oficina o vagón de tren. Sumada a esa característica se escoge un elemento indispensable, el vagón de animales donde se manda a la muerte a varias generaciones de judíos, maricones y gitanos, y se construye una naíf jaula de madera, que cobra un valor único y emana el horror de la historia vivida.
El espacio escénico de José Tomé y Marcos Carazo aprovecha con sabiduría las distancias y recovecos del teatro, apoyado en el perfecto entendimiento de las luces de Nicolás Fischtel.
Para el estilo dramatúrgico se escoge una conversación íntima entre madre e hijo relatando tan alucinante acontecimiento desde sus respectivos puntos de vista. Les acompañan tres actores secundarios que se desdoblan en chicos para todo, llenando la escena desde una verdad que toca la fibra sensible.
Pero son Pere Ponce, en el papel del hijo que relata la novela que surge de tal aventura, e Isabel Ordaz, como la madre coraje protagonista de la misma, en los que se basa tan humana propuesta.
Los detalles son lo que hacen grande a esta pequeña función. Ponce está enorme en su recitativo, narrando con potencia e ínfulas de telenovela las anécdotas más humanas; como el caso de las bragas húmedas de su progenitora, significando en ellas el terror sufrido.
Quiero destacar a Isabel Ordaz, en uno de sus mejores trabajos. Su personalísima forma de entender la escena es aquí aprovechada por la directora, dejando que surjan multitud de deliciosos tics –en los que sobresale su dominio de la técnica clown– que adornan esta historia de terror con el más dulce toque de humor y amor de madre.
Sus kafkianos relatos de la violación en el vagón de ida, su enfrentamiento desnuda al oficial al mando y su total sometimiento ante lo que la vida le ofrece merecen un largo aplauso.
El resultado final es una amena y entretenida dramedia que cuenta con agudeza grandes acontecimientos de la historia pasada desde la sencillez de una anécdota en la vida de la única superviviente de uno de tantos trenes de la muerte nazis. Además, posee un mágico don de las buenas obras: se pasa en un pispás.
⭐⭐⭐⭐
FOTOS: LUCÍA ROMERO
CORAJE DE MADRE, DE GEORGE TABORI, SE REPRESENTA EN EL TEATRO DE LA ABADÍA
(C/ FERNÁNDEZ DE LOS RÍOS, 42 · MADRID) HASTA EL 19 DE MARZO