Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid que solo quería bailar (y se convirtió en 'la artista')

Forma parte de nuestra vida. De la de todos, sin excepción. Toda España ha vivido en primera persona los triunfos y las desgracias de esta maravillosa mujer, la artista más polifacética que ha parido nunca este país.

Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid que solo quería bailar (y se convirtió en 'la artista')
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

2 diciembre, 2023
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Si algo tiene –me niego a hablar en pasado– Concha Velasco es que forma parte de nuestra vida. De la de todos, sin excepción. Toda España ha vivido en primera persona los triunfos y las desgracias de esta maravillosa mujer, la artista más polifacética que ha parido nunca este país.

Su muerte nos deja huérfanos. Pero solo un poco: nada podrá apagar del todo su presencia y su voz. Posiblemente no haya nadie en España que haya hecho lo que ha hecho La Velasco: ha tocado todos los palos, y se ha metido en todos los charcos. Y de todos ha salido sin enfangarse. Nadie ha conseguido eso.

Fue en 1986 cuando, en el Teatro Calderon (¡ay, si ese teatro hablase!), subió a escena ese famoso estribillo que rezaba «mamá, quiero ser artista», bajo la dirección musical de Augusto Algueró (recordemos, primer marido de su querida amiga Carmen Sevilla, amén de uno de los grandes compositores del show business patrio del siglo XX). Juan José Atroche Ángel Fernández Montesinos estaban a los mandos; y Paco Valladares, con ella en escena.

Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid que solo quería bailar (y se convirtió en 'la artista')

Como no podía ser de otra manera, Concha Velasco fue portada de nuestra revista.

Pero la realidad es que cuando Concha cantaba eso de que quería ser artista en el Calderón, llevaba muchas décadas siéndolo y, sobre todo, rodeada de los mejores. Esa muchachita había nacido en Valladolid un 29 de noviembre de 1939, y ya había corrido mucho tras debutar en el cine con solo 15 años.

Como ocurría en esa comedia musical, que marcó un antes y un después en la historia de la revista, Concha fue siempre muy estricta con eso: pese que que hizo mucho ‘trabajo alimenticio’ –en el que le tocaba hacer de todo y con todos–, cuando podía elegir siempre elegía lo mejor para su lucimiento, como hacen las grandes estrellas. Por eso fue ‘chica ye ye’, ‘chica de la Cruz Roja’, ‘fierecilla domada’, ‘reina mora’, inmortalizó el Día de los enamorados, vivió en el ‘Kilómetro cero’ de Juan Luis Iborra o en ‘Chuecatown’, con Pepón Nieto, Félix Sabroso y Dunia Ayaso. Sería imposible enumerar todos sus papeles. Y, además, no es el objetivo de este artículo.

Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid que solo quería bailar (y se convirtió en 'la artista')

La Velasco en una imagen promocional de Concha, yo lo que quiero es bailar, un show en el que subió a escena su vida, dirigida por José María Pou.

Como también hacen las grandes estrellas, se encargaba personalmente de mantener viva la llama de su estrellato. Tocó todos los palos, y los tocó todos bien. Era La Velasco cuando había que ser la gran dama de la escena y el cine, y Concha Velasco cuando tocaba ser esa mujer de la que todos sabíamos sus desgracias, sus miserias y sus alegrías personales. No hay nadie en este país que haya conseguido moverse en mundos tan incompatibles como son el de la (mal llamada) intelectualidad patria y la (también mal llamada) telebasura nacional. Lo mismo se hacía un Sálvame Deluxe contando lo más grande, que a los dos días le daban una portada en El País Semanal. O la nuestra de Shangay. Y todo ello, sin despeinarse. Eso solo lo consigue alguien como Concha Velasco.

En junio de 2020, cuando tuvimos que vivir el Orgullo semiconfinados por la pandemia, nos mandó este saludo.

No es momento de hacer un recorrido por la trayectoria artística de esta gran mujer que ha dejado un legado insuperable. Eso ya lo sabemos todos, y hay medios especializados en esta materia. Es momento de reivindicar a una grande, y de hacerlo precisamente en un momento (valga la redundancia) tan cutre como el que vivimos. Tampoco es este el momento, ni el lugar, de recordar sus polémicas o sus escándalos. Es el momento de rendir homenaje a una inmensa mujer. A una estrella única que fue Premio Nacional de Teatro, Goya de Honor, Max de Honor,  condecorada con la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio o Medalla de Oro de las Bellas Artes (por citar solo algunos de sus reconocimientos).

Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid que solo quería bailar (y se convirtió en 'la artista')

Nadar en todas las aguas, y no salir mojado, es posible. Concha Velasco es el mejor ejemplo de ello. Una muestra: subir a escena Hello, Dolly! era uno de sus grandes sueños. Lo consiguió y se arruinó (una vez más) por ello. Corría el año 2001 y, tras su estreno en el Teatro Calderón de Valladolid, llegó al Calderón de Madrid. Sus compañeros de viaje eran José Carlos Plaza en la dirección y Víctor Manuel en la adaptación del libreto. De nuevo, la crème de la crème de nuestras tablas. Una vez más, sus compañeros de viaje y de vida. También de nuevo, en la producción, Paco Marsó: el hombre de su vida y su mejor productor. Ellos eran los Elizabeth Taylor y Richard Burton de nuestro país.

Estuve con ella en su estreno vallisoletano, y, por supuesto, en el madrileño. En el primero me dio una entrevista incendiaria contra su entonces marido. Tanto que me autocensuré a la hora de publicarla porque pensé que eso iba  a restar ‘credibilidad’ a tan ímprobo esfuerzo. Cuando bajé al camerino tras su estreno madrileño, me ‘riñó’ como solo ella sabía hacerlo y, sin levantar la voz, me dijo: «La Duval nos ha robado las portadas» [era su separación de José Frade]. Eso nada más bajar el telón de la que, sin duda, era la obra más importante de su vida. Y con Paco Marsó en esos mismos pasillos de los sótanos del Calderón. Como esa, mil anécdotas.

Un par de años antes había escrito una crítica en Shangay sobre Las manzanas del viernes, una obra de Antonio Gala en la que salía guapísima con unos figurines espectaculares de Elio Berhanyer. Parecía una función del Garrick en el West End de Londres. Con ella estaba Encarna Paso. De nuevo, los mejores. Escribí algo del tipo «una mariconada de Gala en la que La Velasco está radiante». Nunca pensé que en 1999 Concha leyera el Shangay (de papel). Tras años de silencio sobre este tema, un día que me presentó al poeta y dramaturgo y le dijo: «Este es el periodista que escribió que tu obra era una mariconada». Esa era, es, La Velasco.

Concha Velasco, esa muchachita de Valladolid que solo quería bailar (y se convirtió en 'la artista')

Paco Valladares, Concha Velasco, María Jesús Valdés y Nati Mistral en una memorable cena en casa de La Valdés en abril de 2005. Un encuentro de grandes. [foto del archivo personal del autor]

Para mí, uno de los regalos de esta profesión es haberla conocido de cerca. Estar en un camerino con ella tras una función es una de esas master classes que no se pueden pagar. La última vez que lo hice fue con Reina Juana, en los camerinos de La Abadía. Me repito: de nuevo, con los mejores. Interpretaba a Juana La Loca, una mujer que se trastornó por amor. En escena, ella era Juana; en las revistas, lo llevó a su terreno. Ni la mejor campaña de marketing podría pensar algo mejor.

Hoy se usan continuamente –y la mayor parte de la veces sin sentido– términos como transversal, resiliencia o empoderada, pero Concha los encarnó de verdad, sin tanta parafernalia. Transversal porque era una mujer católica practicante, pero muy moderna y progresista –tras haber sido una de las musas del franquismo, cuando no era Concha, sino Conchita Velasco– de las que capitanearon la Transición, encabezando huelgas y reivindicaciones. Pero de las verdad, no de postureo; de las de mojarse.

Resiliente porque ha resistido a todo y sus amigos de siempre siguieron siendo toda la vida sus amigos de siempre (de Manolo Escobar a Ana Belén, el arco es muy amplio pasando por María Jesús Valdés, Lina Morgan, Carmen Sevilla, Nati Mistral, Paco Valladares, el Dúo Dinámico, Raphael, Natalia Figueroa…). Y empoderada: no hay que recordar los motivos.

La última vez que hablamos fue en el día de su santo de 2021, hace ahora justo dos años. «Quiero ir a servir desayunos y ayudar con el padre Ángel a la Iglesia de San Antón». Tras consensuarlo con su hijo Manuel (sus dos hijos, Manuel y Paco, han estado pendientes de ella en todo momento), vimos que ya no era posible. Esa era, es, Concha Velasco.

En el escenario de La Latina, en 2012, dijo sobra las tablas que había sido una mujer que solo quería bailar. Para querer hacer solo eso, esa muchachita de Valladolid llegó mucho más lejos: al Olimpo de las diosas.

Su querido amigo el periodista Andrés Arconada tuvo el privilegio de ser su confesor. Juntos escribieron el maravilloso libro Concha Velasco, diario de una actriz. «Me gusta la vida, aunque a veces se me haga difícil. Me gusta mi gente, adoro a mis hijos y a veces, solo a veces, hasta me gusto yo«. Así termina la que, sin duda, es su mejor biografía. Así era, así es, Concha Velasco.

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