La educación es la clave (para un cambio social LGTBIQ+)

Si conseguimos un cambio real en nuestro sistema educativo, bastarán 50 años para erradicar la homofobia, la bifobia y la transfobia.

Corazón en arcoíris pintado a cera
Corazón en arcoíris pintado a cera
Ramón Martínez

Ramón Martínez

#Epéntico. Escribo, organizo, enseño. Erradicando la #Homofobia con #Cultura, #Feminismo y #Socialdemocracia. ¿Te vienes a cambiar el mundo?

1 febrero, 2024
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Lo llevo escuchando dos décadas. Desde mis primeros años como activista LGTBI, antes incluso de que consiguiéramos aprobar el Matrimonio Igualitario, no había declaración pública que no terminara con esa afirmación: todos los problemas de lesbianas, gais, bisexuales y trans se solucionarían cuando lográsemos una revolución educativa. Decíamos que resultaba imprescindible incorporar la diversidad sexual a los temas que se tratan en las aulas, pero hoy, veinte años después y con un buen número de leyes LGTBI aprobadas, seguimos encontrando serios problemas de LGTBIfobia en el sistema educativo y, al mismo tiempo, no dejamos de decir lo mismo: todos los problemas de lesbianas, gais, bisexuales y trans se solucionarán cuando logremos una revolución educativa; hay que incorporar la diversidad sexual a los temas que se tratan en las aulas.

Hoy existe ya la obligación formal de llevar a cabo ese cambio del sistema educativo: quienes nos dedicamos a la docencia tenemos la obligación legal de informar a nuestro alumnado acerca de la realidad en la que viven lesbianas, gais, bisexuales y trans para garantizar una educación de calidad, una educación que ofrezca a cada persona la información adecuada para su formación atendiendo a sus características individuales, como indica la LOMLOE. Varias leyes autonómicas incorporan las realidades LGTBI como materias transversales y contamos además con el respaldo de la mejorable pero utilísima Ley LGTBI estatal, que garantiza unos mínimos en casos como la Comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso ha derogado los contenidos sobre educación de la legislación LGTBI para asegurar su capitanía en el barco de la intolerancia. Contamos con buenas leyes para conseguir un cambio, pero la legislación no es suficiente.

Hace algunos años me preguntaron en una entrevista por la cuestión y defendí que, si conseguimos un cambio real en nuestro sistema educativo, bastarán 50 años –dos generaciones– para erradicar la homofobia, la bifobia y la transfobia de toda nuestra sociedad. Pero los cambios reales no solo se consiguen con leyes, hay que desarrollarlas y lograr que se cumplan, que hagan el trabajo para el que fueron aprobadas. No solo es imprescindible vigilar que realmente llegue a las aulas toda la información prescrita en las normas mediante la fiscalización de la educación privada y concertada y, en caso necesario, ordenar la retirada de licencias y conciertos. También es fundamental ofrecer herramientas al profesorado para poder realizar ese trabajo de forma adecuada y, de paso, bajar tanto las ratios como la carga lectiva para que sea verdaderamente posible atender a las individualidades del alumnado. Además, nada podrá logarse si los movimientos sociales no conocen bien el funcionamiento del sistema educativo y sus numerosas particularidades: pocas cosas hay menos efectivas que una charla puntual en un aula si una vez se marcha el voluntariado ningún docente sigue desarrollando su trabajo de sensibilización.

La educación es la clave del cambio social, pero hemos de saber actuar correctamente para asegurar que nuestros esfuerzos en el ámbito educativo son realmente efectivos. Leyes, compromiso institucional y, por supuesto, mayor implicación –y más coordinada– por parte de familias, profesorado y grupos reivindicativos. Se pueden cambiar las cosas si educamos bien a todo el mundo, pero solo lo conseguiremos con el compromiso decidido de todos. Será difícil, pero imprescindible.

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