Si hasta ahora el dueto que se marcaron Freddy Mercury y Montserrat Caballé en la inauguración de las Olimpiadas del 92 en Barcelona había sido lo más LGTBIQ+ que habíamos visto en unos Juegos, ayer París nos dejó con la boca abierta. Ni la lluvia que no paró de caer incesantemente durante prácticamente toda la impresionante megagala consiguió aguar la inauguración de los XXXIII Juegos Olímpicos.
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Sólo a la privilegiada mente del director artístico queer francés Thomas Jolly se le podía haber imaginado semejante despliegue. Claro que el escenario no podía ser mejor: la ciudad de París, seguramente una de las más bellas del mundo. Empezando por una Lady Gaga al más puro estilo music hall, cantando a las orillas del Sena frente a la Catedral de Notre Dame con mucho plumerío (rosa, bien sûr), continuando por nuestra reciente portada de Shangay, el contratenor Jakub Orlinski, que cantó haciendo breakdance, y terminando con una sublime Céline Dion homenajeando a Edith Piaf desde el primer piso de la Torre Eiffel, todo fue magnifique! Cierto es que el principio se hizo a ratos un poco pesado, que fallaron algunas cosas (suponemos que por la lluvia), que había mucho momento pregrabado y la música, en la mayoría de los casos, no era en directo, pero ese final con juego de luces desde la Torre Eiffel sin duda pasará a la historia.
Aparte de Tom Daley como orgulloso abanderado queer del equipo de Reino Unido (el chulazo de Vanuatu tampoco faltó), la comunidad LGTBIQ+ estuvo muy representada en uno de los doce ‘capítulos’ en los que se dividió la gala, cuando la pasarela Debilly que cruza el Sena se convirtió en una auténtica ballroom para homenajear al mundo de la moda. La DJ lesbiana Barbara Butch (que pinchó en el MADO23 en la Plaza de Callao invitada por el Instituto Francés de Madrid) fue la encargada de poner a todo el mundo a bailar, con drags como Paloma, GiGi Revlon, Nicky Doll o Piche incluidas, y toda una colección de personalidades diversas en cuestiones de género, raza, edad o movilidad.
El apoteósico final contó con la participación del tenista Rafa Nadal, que cedió la antorcha con la llama olímpica a la tenista lesbiana Amélie Mauresmo. Y después de algunos relevos más, se encendió el pebetero que ascendió a los cielos de París en un globo aerostático como homenaje a los hermanos Montgolfier… Oh la la!