Joana Romero asegura estar curtía a sus 32 años, pero apuesta con toda la pasión del mundo por su carrera como artista pop, sin renunciar a su profesión como psicóloga. Una combinación muy interesante, que le obliga a coger constantemente AVEs desde su Málaga natal para no descuidar su música. «La música ha sido mi pasión desde pequeñita», asegura con una gran sonrisa, «con referentes como Mónica Naranjo, Marta Sánchez y Thalía, que siempre he tenido muy presentes. Las divas pop me salvaron la vida de adolescente. Y de las más actuales, me tiene enamorada Kali Uchis«.
Acabó la carrera de Psicología en Granada, el gusanillo volvió a aparecer y se hizo cantante de un grupo de versiones. Hace dos años, decide apostar por su propia música. «Llevaba tiempo componiendo temas, pero hasta ese momento no me había sentido con la seguridad de defender mi propio proyecto. Haberme curtido con el grupo actuando por toda España me dio la seguridad que necesitaba. Y vi que era el momento de hacerlo». Lo que no se plantea de momento es establecerse en Madrid, a pesar de que ya vivió un tiempo en la capital. «Me gusta estar cerca de mi familia y de mis mejores amigos. Vivir en un pueblo como Pizarra te da mucha tranquilidad, que me viene muy bien. Y cuando me activo, viajo a Málaga o a Madrid».
«La banda sonora de mi transición la pusieron divas como Mónica Naranjo»
No tuvo una adolescencia fácil, «porque en esos 90 la palabra trans ni se escuchaba, no se hablaba de ello. No la recuerdo especialmente dura, sobre todo si me comparo con otras personas trans que me han contado sus vivencias. Pero, obviamente, tuve que vivir un proceso complicado. Suerte que siempre tuve el apoyo de mi familia». Y la banda sonora de su transición la pusieron las divas en las que se refugiaba. «Aprendí a cantar escuchándolas», recuerda. A la vez, se mostraba orgullosa de quien era. «Desde que tengo uso de razón le decía a todo el mundo que era una mujer; lo gritaba a los cuatro vientos, así que lo normalicé muy pronto. Siempre estuve muy arropada y no sufrí bullying, afortunadamente».
A los 14 años comenzó su tratamiento hormonal, y fue cuando empezó a conocer a otras personas trans. «Pude comenzar a compartir con otras chicas esos momentos de depresión y ansiedad por los que pasábamos, y eso nos ayudaba», recuerda. Porque no veía referentes en los medios que le pudieran inspirar. Y aunque siente que las cosas han cambiado, afirma: «Seguimos siendo un colectivo muy castigado, y últimamente, más; está el panorama fatal». Su actual sueño lo tiene claro: «Que se nos trate con todavía más normalidad. Necesitamos visibilidad, está claro, pero ojalá llegue pronto el día en que no sea necesaria la etiqueta trans para definirnos. Que se me llame cantante, sin más, no artista trans. Y que las actrices trans hagan con normalidad papeles de mujeres cis».
Su facilidad para empatizar tuvo que ver en la decisión de estudiar Psicología, y está feliz de haberlo hecho. «Mi profesión me permite vivir como una chica normal. También por tener cispassing, claro. Así lo viví todo con absoluta normalidad en la facultad, por ejemplo». Cuando tiene necesidad de sacar ese nervio que lleva dentro es cuando recurre a la música. «Me encanta mostrarme superatrevida y alocada en el escenario, para defender las letras tan positivas que canto desde la empatía. Supongo que si mucha gente que me ve actuar supiera que soy psicóloga, fliparía», dice entre risas.
«Seguimos siendo un colectivo muy castigado, necesitamos que se nos trate con más normalidad»
Es consciente de que no es fácil hacerse un hueco en el mundo pop, pero eso no le frena. «Por ganas no será», dice. «Quiero llegar hasta donde me dejen. Voy a seguir llamando a puertas sin desanimarme, a pesar de lo durísima que es esta industria». De momento, defiende a muerte su más reciente single, Tú y yo, que asegura que ya le está dando alegrías. «Con que pasen dos o tres cosas buenas con cada proyecto, ya estoy satisfecha. Es la mejor actitud para seguir luchando».