Manuel Guerrero, un mexicano que llevaba siete años viviendo en Qatar, tenía un trabajo estable en una aerolínea y una vida catalogada como normal. Sin embargo, ser parte del colectivo LGTBIQ+ en un país donde está multado con penas de prisión conlleva sus riesgos. Qatar, una monarquía absoluta con una interpretación puritana de la ley islámica, considera que la homosexualidad es un “pecado” y se castiga con hasta siete años de cárcel.
Consciente de las estrictas normas y códigos no escritos para evitar problemas, Manuel había aprendido a manejar su vida en Qatar. Cualquier encuentro con una persona de su mismo sexo, tiene que ser a puerta cerrada, en casa, para no levantar sospechas. Por lo que, en febrero de este año, Guerrero hizo uso de la famosa aplicación de citas entre hombres gais, Grindr, y le contactó un hombre que le invitaba a una reunión privada de personas LGTBIQ+.
El hombre resultó ser policía y la invitación una trampa que le llevó a estar seis meses en prisión. “Nunca se me pasó por la cabeza que me estaba metiendo en algún problema y al principio, me costó asimilar que todas las conversaciones que tuve con él habían sido falsas”, explica Guerrero, aunque añade que le pusieron metanfetaminas para justificar su arresto, ya que, según las autoridades cataríes le detuvieron por posesión de drogas.
El mexicano fue declarado culpable por posesión ilegal de sustancias en una audiencia judicial celebrada en junio, donde recibió una pena de seis meses de prisión con suspensión de condena, una multa de 10.000 riales cataríes (2.700 dólares) y una orden de expulsión. Guerreo apeló la sentencia para limpiar su nombre y denunciar violaciones a sus derechos humanos, pero el tribunal ratificó la condena el pasado 1 de agosto. En un comunicado explicó “sigo afirmando mi inocencia y mantengo que fui acusado y condenado injustamente”.
Sobre su estancia en las prisiones de Qatar, ha contado como durante los primeros días estuvo encerrado en una misma celda con 40 personas a pesar de que su capacidad era para 12 y tuvo que compartir un colchón individual con cuatro personas más, la comida era de mala calidad y tenía que comer con las manos, además de convivir con cucarachas. “Qatar es uno de los países más ricos del mundo y me imaginaba que, por lo menos, iba a garantizar que contáramos con las condiciones más básicas, no me lo podía creer”. Fue testigo de cómo fustigaban a otros presos y le amenazaron con golpearle con un látigo si no daba una lista de contactos con personas de la comunidad LGTBIQ+ en Qatar.
El estigma de ser VIH positivo también le afectó. Cuenta que cuando se confirmó su condición médica, le llevaron a una celda de castigo durante cuatro días. En las celdas de castigo, las luces no se apagan, estas vigilado a través de cámaras de seguridad las 24 horas y la celda es mucho más reducida. “Los guardias no querían darme de comer ni de beber porque tenían miedo de infectarse cuando me pasaban la comida, por un tema de ignorancia.” Manuel Guerreo fue sacado de la celda de castigo, una vez el médico confirmó que no había riesgo de contagio.
Finalmente, tras recibir el apoyo del consulado británico y mexicano, pudo abandonar Qatar la semana pasada y aterrizó en México el lunes 19 de agosto, donde realizó una rueda de prensa en la que agradeció profundamente a quienes han luchado por él.