La fotógrafa gallega Lúa Ribeira prorroga la presencia en Madrid de su serie Agony in the Garden, y hace doblete en Barcelona en la Wonder Photo Shop de Fujifilm, dentro de PhotoEspaña24. Un recorrido por las culturas suburbiales globales, de la mano del trap, el drill, la globalización cultural y los efectos de la extrema precarización social.
Conocida por ser la tercera española, y una de las más jóvenes integrantes, de la prestigiosa agencia Magnum, a la que accedió en 2018 –tras solo dos años de carrera profesional–, Lúa Ribeira (As Pontes, Galicia, 1986) se distingue de otros colegas fotógrafos de eso que hoy se denomina “nuevo documentalismo” en la naturaleza difícil, poco ortodoxa, de sus imágenes.
Fuera de las convenciones normativas de encuadre y belleza clásicas, la mirada transversal de sus series, que insisten en los elementos contextuales del paisaje y el entorno social tanto como en los sujetos retratados, han catapultado su trabajo en los últimos años y le han traído premios y publicaciones también en prestigiosas editoriales internacionales como Delpine.
Ribeira, que estudió diseño gráfico y luego fotografía en Reino Unido –ha vivido en Londres, Birmingham y, ahora, en Bristol– debutó definiéndose casi como “postnaturalista” (tiene una serie de 2014 con ese nombre). Uno de sus primeros trabajos vistos en España relataba, con un punto algo delirante, la desconocida escena de dance halls heterosexuales en la Inglaterra afrodescendiente suburbial.
En series posteriores, Ribeira se ha introducido en un empobrecido centro religioso de ayuda a mujeres con singularidades cognitivas de su Galicia natal (Aristócratas, 2016), ha acompañado a los indigentes y alcoholizados habitantes y/o visitantes de un parque británico (Subida al cielo, 2018), ha descrito la a todas luces anómala vida y tradiciones de un pueblo al sur de España (Las visiones, 2019) y ha acompañado a los jóvenes árabes en su intento de alcanzar Melilla y las costas españolas (Los afortunados, 2020).
En su constante lucha por cuestionar esa noción de lo aceptable determinada por la cultura dominante, que no es otra que la blanca y occidental, ha ganado pericia técnica sin perder la poderosa alma fotográfica que la acompañaba desde sus inicios.
Agony in the Garden alude a la oración en el huerto de Cristo, desde el punto de vista de los jóvenes suburbiales de pequeñas poblaciones almerienses. Con el trap y el drill de fondo, habla de ese proceso cultural globalizado que ha terminado por unificar en una misma plegaria de movimientos y estética a la población joven y precaria de todo Occidente. En ella establece una narrativa que acompaña sin juzgar, e ilustra incisivamente procesos de resistencia juveniles: la posibilidad de crear una cultura identitaria con la que conquistar –o escalar– el entramado capitalista, y lograr sobrevivir en él.
Lejos de la complacencia, sus imágenes tienen una profunda, y anómala, carga de poesía, y son una singularidad dentro del trabajo documental. Porque, más que narrar, parecen querer dar apuntes o impresiones de gran fuerza emocional y estética, sin entrar en la elaboración de una crónica clara y evidente.
Ella misma se ha definido como interesada en “las monjas, los ladrones y los jardines. En los cuerpos descompuestos, la brujería, las recepciones de los hoteles y las puertas del cielo”…; es decir, en una amalgama de todo aquello que pueda resultar inaceptable para la normatividad. Y se acerca a ello con voluntad conciliadora, tratando de crear un vínculo y un diálogo con los sujetos y paisajes fotografiados. Esta serie es un particularmente acertado ejemplo de todo esto.