'Fellow Travellers', la provocativa (y muy queer) exposición de Roberto González y David Trullo en Madrid

En 'Fellow Travelers', los fotógrafos LGTBI Roberto González exhiben en Madrid su trabajo conjunto, que combina provocación y humor, y no deja indiferente.

Detalle de una de las fotografías de la exposición conjunta 'Fellow Travelers'.
Detalle de una de las fotografías de la exposición conjunta 'Fellow Travelers'.

Guillermo Espinosa

A mí lo que me tira es el underground.

8 octubre, 2024
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Roberto González y David Trullo llevan colaborando desde 2004, y exhibiendo su trabajo conjunto cada vez que tienen la oportunidad. Ahora presentan una antología con dos de sus más gamberras series fotográficas: provocación y contra-decoro, alimentado por el humor.

Roberto González nació a finales de la década de los cuarenta, y David Trullo, a principios de la de los setenta. El primero pertenece a la primera generación de hiperrealistas españoles, que trabajaron desde los años 70 de forma muy alejada a la movida y otros grupos, como Los Esquizos, huyendo del informalismo abstracto omnipresente en la España franquista y con aproximaciones igualmente posmodernas, pero de otra índole.

Roberto González fue, además, pionero en la representación de lo homosexual en nuestro país, con series primero algo crípticas, como sus Parejas de beisbolistas (1973), y luego más evidentes, como Eróticos (1974), donde lo homosexual era tan evidente que lo apartó del circuito digamos oficial y comercial del arte español. Emigró y pasó muchos años entre Estados Unidos y Reino Unido, lo que lo separó del mundillo del arte español.

'Cuentos Chinos. Caín y Abel'.

‘Cuentos Chinos. Caín y Abel’.

David Trullo, un incansable investigador de lo queer y su representación icónica, había pasado por situaciones similares: sus primeras exposiciones, a finales de los noventa y principios de los dosmiles, algunas con alusiones al sexo adolescente gay, provocaron cierto escándalo y algún intento de censura. Él perseveró en sus revisiones generales del cuerpo, la iconografía de lo masculino y la representación histórica de lo queer, y actualmente es conocido y reconocido por sus exposiciones de investigación en torno al pasado cultural homosexual, sus comisariados en torno al queer, el camp y el folclore hispano, y su propia carrera artística en ramas como la fotografía o la cerámica intervenida.

Esta mencionada disparidad generacional no les ha impedido en absoluto generar amistad y complicidad, a fin de cuentas tenían intereses similares frente a la miopía en las libertades –sobre todo sexuales– atávicas de este país, y desde 2004 llevan colaborando de forma no tan ocasional como constante, alimentados el uno por el otro en su deseo de mostrar realidades alternativas con un punto mucho más extremo que sus coetáneos, bajo el sello común de las siglas RGF+DDT.

'Picnics. Fonainebleau'.

‘Picnics. Fonainebleau’.

En Fellow Travellers, la exposición que presentan hasta el 18 de octubre en la galería-studio de Roberto González, han escogido tres de sus series para crear una narrativa irónica en torno a la representación del cuerpo. Las dos principales, de fotografías de formato amplio, hablan de las relaciones entre ellos utilizando los recursos de la pintura historicista del siglo XIX, que dio precisamente lugar a uno de los primeros géneros “respetables” de la fotografía: cuando pioneros como el sueco Oscar Gustav Rejlander (1813-75) acudieron a ese mismo origen pictoralista para dignificar ante los ojos burgueses un nuevo arte, aún incipiente, que no se había asentado aún como tal, y era más un fenómeno científico que otra cosa. Aunque luego la fotografía evolucionara buscando su propio lenguaje, este pictoralismo no nos ha abandonado: fotógrafos como Jeff Wall o Gregory Crewdson lo han utilizado ampliamente. También Trullo y González.

Picnics, la primera de estas series, realizada a partir de 2007, alude directamente a un género muy presente desde el pre-impresionismo a la belle époque, cuando la burguesía urbana redescubre el contacto con la naturaleza, pero dándole la vuelta a través de la réplica de posturas y composiciones de pinturas históricas incluso anteriores. Los artistas ponen en el centro las relaciones de poder y dependencia en el seno de las parejas, desde una perspectiva queer.

'Picnics. Dejeneur sur l'herbe'.

‘Picnics. Dejeneur sur l’herbe’.

El reparto de roles, el deseo, la complicidad, la competencia y la imagen socialmente proyectada son retratadas con un despiadado humor negro, donde las posturas de los cuerpos y la parafernalia de objetos de alto valor simbólico desplegados a su alrededor generan un constante y muy divertido juego de decodificación para el espectador. Entre las pinturas que son objeto de jocosa reinterpretación están obras maestras como Gabrielle D’Estrées y su hermana (1595), cumbre anónima del manierismo francés de la Segunda Escuela de Fontainebleau, o el propio Dejeuner sur l’herbe (1863) de Edouard Manet, en versión playera.

Más formalmente contemporánea, pero igualmente historicista, la serie Cuentos chinos juega con la tradición orientalista de la pintura bíblica, cuyo máximo exponente quizá sea el decadentista Gustave Moreau, conocido por dejar la mayor parte de su obra inacabada. Dedicada a los grandes crímenes del Antiguo Testamento, con toda la sorna de profanación, y llevando el orientalismo al extremo geográfico, esto es, del Oriente Próximo de las leyendas originales a la China actual de barrio madrileño, es decir, los comercios chinos de toda índole –en un juego visual y de palabras de voltaje provocador–, la pareja mezcla queer y camp a sus anchas.

'Cuentos chinos. Sansón y Dalila'.

‘Cuentos chinos. Sansón y Dalila’.

Lo hace desde una perspectiva mucho más gamberra y punk, incluso con apuntes al gore y lo sangriento de la cultura visual actual, para narrarnos otras visiones posibles de esas viejas historias netamente patriarcales: la decapitación de San Juan Bautista por Salomé; la traición de Dalila a Sansón o el fraticidio de Caín a Abel. El resultado es satírico y mordaz, gráfico y violento, profanador e igualmente cargado de detalles simbólicos que permiten ampliar las lecturas y jugar con los conceptos. Y también mucho más contemporáneo al alejarse de forma más consciente de la composición historicista y aproximarlo al lenguaje actual de la fotografía. Todo, por supuesto, con una pátina marica impagable en su consciente sátira, también, de los convencionales modos y maneras homosexuales del hoy.

La última de las series, de pequeño formato, quizá la más violenta, unos Eméritos (2017) representando insignias y medallas militares que se fijan directamente al cuerpo, con dolor y sangre, y que apuntan a actitudes sociales humanas en las relaciones, como la envidia o la maledicencia, es mejor verla en directo, para poder apartar un poco la mirada si lo tuyo no es el body-art que incluya, aunque levemente, ciertos grados de mutilación corporal.

'Picnics. Vanitas vanitatis'.

‘Picnics. Vanitas vanitatis’.

Apelar al humor negro, la escatología, la provocación y otros bajos instintos es una herramienta de libertad muy poco utilizada en el contexto del arte español presente. Cuando la mayoría abraza los principios burgueses de corrección y respetabilidad, para huir de cualquier posible marginación o conflicto, reconforta ver que algunos siguen creando piezas con el loable propósito de molestar y agitar conciencias, apelando con sarcasmo a la propia historia del arte. Efectivamente: Roberto González y David Trullo son ejemplos paradigmáticos y de los muy escasos en nuestro país.

Fellow Travellers, exposición del trabajo conjunto de Roberto González Fernández y David Trullo, se puede visitar en el StudioRGF (Arriaza, 11 · Madrid) hasta el 18 de octubre.
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