Afirma Miguel Fernández –autor que ya ha buceado previamente en las vidas de Waldo de los Ríos o Amparo Muñoz– que era lógico que se reactivara el interés por la figura de Mari Trini, la cantautora murciana que desafió muchos tópicos.
Fernández contribuye a reividincarla con la recién editada biografía Yo no soy esa que tú te imaginas. Mari Trini, una memoria sentimental, sobre la que hablamos con él.
SHANGAY ⇒ ¿Por qué sientes que se ha reavivado el interés por la figura de Mari Trini en los últimos años?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ Era inevitable. Las nuevas generaciones nos empujan a revisar nuestra historia reciente, todo aquello que pensábamos que había sido impecable y, obviamente, presenta luces y sombras. Cuando Mari Trini saltó a la fama, en España las mujeres, para comprar, vender o viajar, necesitaban la firma del padre o del marido, eran ciudadanas de segunda. Al grito de «yo no soy esa», miles de mujeres se incorporaron al mercado laboral, estudiaron carreras, se divorciaron, incluso se plantearon el aborto. Sin embargo, a mediados de los ochenta, la figura de Mari Trini se oscureció. Todo lo que venía de atrás parecía antiguo, amortizado. La sociedad española cambió. En la lucha por la igualdad y la defensa de los derechos, gran parte del protagonismo recayó en el colectivo gay, nos olvidamos de la L, volvimos a invisibilizarlas. Por fortuna, la gente que ha venido detrás trata de reparar esa injusticia.
«Hay muchísimas fotos de Mari Trini junto a Claudette, su compañera. Nunca la ocultó»
SHANGAY ⇒ Dado lo (aparentemente) celosa que era de su vida privada, ¿ha sido muy complicado indagar en ella?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ No estoy muy de acuerdo con algunos adjetivos referidos a Mari Trini que se repiten estos días. El de la discreción, por ejemplo. Gran parte de la vida de la artista transcurrió bajo una dictadura que anuló a las mujeres y penalizó, incluso con cárcel, a las personas LGTBIQ+. En esas circunstancias no quedaba otra que ser discreto o discreta. No era una decisión, sino una imposición. Porque, de lo contrario, sabías a qué te arriesgabas. Aun así, hay muchísimas fotos de Mari Trini junto a Claudette, su compañera. Nunca la ocultó. Otra cosa es que los medios la presentaran como su “secretaria” o “asistente”, como pasó con Marguerite Yourcenar o Gertrude Stein. Claudette diseñó muchas de las portadas de sus discos, aparecía en los créditos, estaba en el backstage durante las actuaciones, en las entrevistas, la acompañaba a la radio y la televisión, firmaba las adaptaciones de algunas de sus letras al francés… Así durante más de treinta años. ¿A qué discreción se refieren entonces? No era discreta sino invisible, y cuidado: la invisibilidad es una forma de homofobia. No la normalicemos, por favor.
SHANGAY ⇒ ¿Con qué actitud te has acercado a Mari Trini en tu libro?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ Después de más de cuarenta años de ejercicio periodístico, he querido contar, y a veces denunciar, el tiempo que viví analizando la trayectoria de personajes que fueron famosos en los años 60, 70 y 80. Lo hice con Waldo de los Ríos y la durísima historia de homofobia que lo llevó al suicidio; con Amparo Muñoz y ese machismo que aún sigue presente en nuestra sociedad. Y lo he hecho ahora con Mari Trini, reuniendo testimonios y documentos con distancia y neutralidad durante más de cuatro años.
SHANGAY ⇒ ¿Qué es lo que más te ha sorprendido de la artista al escribir este libro?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ Su tesón, su capacidad de resiliencia, su fuerza. Lidió con la industria para que la dejaran grabar sus composiciones, para ser la productora de sus discos, fue la primera intérprete en España que lo consiguió. Pilotó coches de carreras, sabía de mecánica y estaba preparándose para dirigir un teatro cuando enfermó de cáncer. Era, como ella misma dice en una de sus canciones, pura energía.
«Mari Trini no era discreta sino invisible, y cuidado: la invisibilidad es una forma de homofobia»
SHANGAY ⇒ Si vivía su sexualidad sin ocultarse, ¿por qué despertaba tanto morbo?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ Más que morbo, yo diría una curiosidad alimentada por la industria, que inventó una imagen capaz de oscurecer, en ciertos momentos, la brillantez del personaje: la de la mujer enferma, amargada, antipática, rara. Como se decía entonces, una solterona. Constantemente le preguntaban «¿tienes novio?», «¿cuándo te casas?», «¿qué prefieres de un hombre?», «¿te gusta vivir sola?», «¿estás sola?»… Un retrato absolutamente desenfocado, al que ella respondió como pudo, incluso desnudándose en Interviú. Para muchas mujeres, sin embargo, representaba otra cosa: un modelo, una muchacha independiente, segura, con un discurso propio, que no participaba en juegos frívolos y capaz de contar historias de amor maravillosas.
SHANGAY ⇒ ¿Quieres contribuir con este libro a que se refuerce su imagen como icono visible de la comunidad LGTBIQ+?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ Mari Trini defendió decididamente la igualdad y la diversidad y aplaudió con entusiasmo los avances sociales. Es justo que salga de ese limbo al que la condujeron las mismas generaciones que la habían elevado al estrellato, porque su obra sigue vigente, aunque la gente más joven no la conozca. Situaciones como las que describe en Ayúdala, Despiértame, Una estrella en mi jardín o Cuando me acaricias resultan cotidianas, como si las hubieran compuesto hoy mismo.
SHANGAY ⇒ A quien se acerque a su figura con tu libro sin apenas saber de ella, ¿qué confías transmitirle?
MIGUEL FERNÁNDEZ ⇒ Que Yo no soy esa, de Mari Trini, enlaza directamente con La puerta violeta, de Rozalén. Que hubo gente como Mari Trini que supo sentirse libre en una dictadura, con los riesgos que eso comportaba. Que gracias a esa gente hoy estoy respondiendo a tus preguntas en un medio como este. Que nada vino del cielo ni nadie regaló nada. Que cada uno luchó a su manera.