Sobre el juicio por el asesinato de Samuel Luiz: "Los crímenes por homofobia deben recibir condenas adecuadas"

Cuando se celebra el mediático juicio por el asesinato homófobo de Samuel Luiz, Ramón Martínez reflexiona sobre la importancia del mismo para luchar contra la LGTBIfobia.

Uno de los presuntos asesinos de Samuel Luiz.
Uno de los presuntos asesinos de Samuel Luiz.
Ramón Martínez

Ramón Martínez

#Epéntico. Escribo, organizo, enseño. Erradicando la #Homofobia con #Cultura, #Feminismo y #Socialdemocracia. ¿Te vienes a cambiar el mundo?

21 octubre, 2024
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Aunque pasó de puntillas por nuestro país, la Ilustración dejó algunas ideas que aún hoy resuenan en nuestra tradición filosófica. Una de ellas es aquel principio del derecho penal que prescribe «odia el delito, compadece al delincuente», pero –ustedes me perdonen– no tengo ni intención ni fuerzas para compadecerme de la suerte que corran personas como las que estos días están siendo juzgadas como responsables de la muerte de Samuel Luiz.

El asesinato de Samuel Luiz en 2021 provocó una ola de indignación: salimos en masa a las plazas a exigir #JusticiaParaSamuel, y aún hoy conservamos esa rabia, que, si bien nunca ha desaparecido, vuelve ahora a sentirse a flor de piel, cuando comienza uno de los juicios más importantes para el movimiento LGTBIQ+ del Estado español en toda su historia.

Samuel Luiz

La cólera nos embarga ahora que los testimonios de testigos y posibles asesinos nos recuerdan cómo se produjo el asesinato de Samuel; pero creo que es necesario detenernos tan solo un momento para reflexionar en torno a qué podemos hacer con toda esa rabia, para preguntarnos de qué manera gestionar nuestra indignación de forma que resulte verdaderamente productiva.

«Si de verdad queremos justicia para Samuel y tantas otras víctimas de homofobia, no bastará con campañas en redes»

La pasada semana, cuando algunos medios de comunicación empezaron a difundir información en torno al juicio, se inundaron las redes sociales con las imágenes de los presuntos asesinos de Samuel. La publicación, compartida una y otra vez, denunciaba que, mientras el rostro de la víctima había aparecido hasta la saciedad en todas partes, las caras de sus asesinos apenas habían sido expuestas al público.

Aunque, irónicamente, las fotografías que acompañaban aquel mensaje se habían obtenido gracias a los medios que cubrían el juicio, la campaña recordaba a otras muchas denuncias sociales similares: también habíamos difundido los rostros de los violadores de “la manada” y, en Francia, una de las claves del juicio a los violadores de Gisèle Pelicot está siendo, precisamente, que todo el mundo pueda observar la aparente normalidad de quienes comenten delitos tan atroces.

Samuel Luiz

Con todo, yo me encontré con serias dudas sobre la oportunidad de difundir esas imágenes. Comprendí que era una herramienta para exorcizar la rabia que nos atraviesa al recordar el brutal asesinato de Samuel, pero me inquietaba tanto que el clamor popular de la condena se adelantase a la sentencia e ignorase la presunción de inocencia –más que cuestionable a estas alturas–; como que ese pequeño exorcismo acabara siendo el único vehículo que empleara tanta gente indignada para mostrar su enfado, cuando no me cabe duda de que si de verdad queremos justicia para Samuel y para tantas otras víctimas de la homofobia, no bastará con campañas en redes sociales.

«Detrás de un asesino se esconde todo un entramado social»

Además, me preocupó también de aquella galería de fotografías acabara consiguiendo demonizar a los seguros culpables del asesinato del joven coruñés hasta el punto de que hiciéramos caer sobre ellos todo el peso de la homofobia y olvidásemos el verdadero alcance de esta, que va mucho más allá de un pequeño grupo de asesinos de una noche de verano. Ante la urgencia a la que nos obligan medios y redes sociales, creo hoy, con más calma, que nos equivocamos tanto quienes compartían las imágenes de los presuntos culpables de la muerte de Samuel como quienes no lo hicimos. Nos equivocamos, pero tampoco podíamos hacer mucho más en aquel momento para expresar nuestra rabia.

Hace ya varias décadas, Hannah Arendt publicó una serie de polémicos artículos en torno al juicio contra Eichmann, el oficial nazi responsable de supervisar la deportación de la población judía, de la que gran parte acabó siendo asesinada en Auschwitz. Durante el proceso Arendt comprendió algo importante: la banalidad del mal. El delincuente no es el único culpable de sus crímenes, sino que detrás de un asesino se esconde todo un entramado social que a través de distintas órdenes, normas y costumbres puede conducir a cualquier persona a un momento en que la decisión de cometer o no un crimen terrible acaba pareciendo intrascendente.

Samui Luiz por Iván Soldo.

Samuel Luiz por Iván Soldo.

No quiere esto decir que no exista una culpa clara en quien empuña la pistola, golpea a alguien hasta la muerte o aprieta el botón que conduce a una persona hacia su exterminio, sino que es preciso también condenar a todo ese ambiente que facilita las armas, educa en los golpes, dispone las deportaciones y a quiénes deben destinarse. Por eso no basta con compartir las fotografías de los presuntos responsables del asesinato de Samuel, porque Samuel no es en absoluto la única víctima de la homofobia, la bifobia y la transfobia en nuestro país; porque, aunque logremos contemplar esos rostros culpables, ahí no puede acabarse nuestra rabia.

«Necesitamos canalizar nuestra rabia de la forma más inteligente, para allanar el camino de la fiscalía y las acusaciones»

Acaba de empezar uno de los juicios más importantes para el movimiento LGTBIQ+ del Estado español en toda su historia: su resultado puede marcar un antes y un después en la concienciación social del alcance de la intolerancia homófoba y, sobre todo, de sus consecuencias. Necesitamos proceder con toda cautela para que en este momento crucial el resultado del proceso refuerce nuestro mensaje reivindicativo. Necesitamos canalizar nuestra rabia y nuestra frustración de la forma más inteligente posible para allanar el camino de la fiscalía y las acusaciones –tanto las particulares como la acusación popular, en manos de la asociación LGTBI Alas, de A Coruña–, que, por lo que sabemos a través de algunos medios, están haciendo un trabajo impecable.

No dejan de insistir en preguntar a cada testigo si escuchó cómo el presunto asesino gritaba a su víctima «te voy a matar, maricón de mierda» poco antes de perseguirlo junto a otras personas y golpearlo brutalmente hasta acabar con su vida. Esa es la clave de este juicio: que se reconozca la motivación homófoba del crimen y se aplique adecuadamente el agravante del artículo 22 del Código Penal.

Así, puede que estos días sea preciso que contengamos la rabia y la respiración lo suficiente para que quienes están ahora en la primera línea puedan hacer bien su trabajo. Después, en caso de que la condena no sea la que exigimos, será el momento de desbocar la furia y el grito y, tal como sucedió en su momento con la sentencia de “la manada”, nos citaremos ese mismo día en el Ministerio de Justicia y el todas las Delegaciones del Gobierno del país para dejar bien claro nuestro mensaje: que los crímenes por homofobia deben recibir condenas adecuadas y que, en todo caso, este juicio es solo uno entre muchos.

Queremos #JusticiaParaSamuel y, también, que esta sentencia sirva de punto de apoyo para otras muchas, porque el asesinato de Samuel es un caso concreto y la homofobia ha sido, es y por desgracia seguirá siendo un problema común en España hasta que los tribunales se comprometan a aplicar adecuadamente las leyes que protegen los derechos humanos de las personas LGTBI.

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