Recuerda Rubio, el alter ego artístico de Francisca Straube, que la primera vez que visitó España fue en 2018, justo cuando comenzó su nueva etapa como solista con su álbum debut, con ganas de volcar todo aquello que sentía por dentro en su música. Hasta entonces había estado en distintas bandas chilenas, principalmente como baterista y cantante, pero sentía que tenía cosas muy personales que plasmar.
Ahora, sorprendida de lo bien que ha sido recibida su propuesta en los distintos conciertos que ha dado recientemente («mira que yo me preguntaba: ‘¿quién conoce a Rubio en España?»), continúa una brutal gira en la que lleva inmersa todo el año, y que llegará a su fin en diciembre. «Mi vida musical ha ido de sorpresa en sorpresa. Lo mejor es que me está permitiendo vivir de mi arte, y estoy muy agradecida», dice.
«Todos quieren cambiar el planeta, pero muy pocos se quieren cambiar a sí mismos»
No es fácil de primeras la propuesta musical de Rubio, «porque no sigo las tendencias«. Pero año a año ve que sí hay un público cada vez mayor que aprecia lo que hace. «Eso me da esperanzas», afirma sonriente. Y es que ella combina todos aquellos sonidos que van inspirándola y que le sirven como vehículo para unas letras que nacen de muy adentro. Folk, electrónica, música étnica, rock, pop, dembow…, cualquier sonido le sirve a la hora de crear, «porque soy cero hater con los estilos. Me siento muy libre cuando compongo«.
Siempre ha demostrado que apuesta por la libertad a todos los niveles, también como persona LGTBIQ+ visible. «Nunca he tenido problemas a la hora de hablar de mi orientación sexual. Y como lesbiana, que lo soy a mucha honra, me siento activista. Pero no, por ejemplo, como Javiera Mena, que utiliza sus redes también para dar voz al colectivo. Mi activismo viene de la música que hago, de mis letras y de mi defensa de la libertad de ser. Que nace de mirar hacia adentro, no hacia afuera, como hace Javiera». Para la que solo tiene halagos, por cierto. «La respeto muchísimo porque ha sido siempre muy fiel a su estilo, que sigue estando vigente después de tantos años que lleva en la música. No es lo que yo escucho, pero reconozco que es muy auténtica».
La introspección es un ejercicio clave para Rubio, y habla de ella en varios momentos porque le da una gran importancia. «Es que todos quieren cambiar el planeta, pero muy pocos se quieren cambiar a sí mismos. En este aspecto entra también mi activismo, no solo en lo queer«, explica. «Es importante que cualquier ser humano se conecte con su fuente, ese algo interior, sea cual sea su raza, su género u orientación sexual. Ese es un mensaje fundamental que comparto en mi música», añade. Y es un ejercicio que practica a diario, es importante para ella tenerlo siempre muy presente: «Porque cuanto más me conecto conmigo misma, más feliz soy; no siento envidia ni miedo, y brillo».
«Cuanto más me conecto conmigo misma más feliz soy; no siento envidia ni miedo, y brillo»
Es un mensaje que quiere transmitir no solo a través de su música, también en sus redes. «No sabes los mensajes que me manda la gente por Instagram», nos cuenta. «Siento que hago un servicio público a través de mis canciones. Me hago responsable de las reacciones que provoca todo lo que publico, y a veces me siento un poco psicóloga«, comenta entre risas. «Porque una artista solo debe hacerse responsable de lo que provoca su trabajo».
Acaba de publicar un doble single, con las canciones Yugen («un término japonés que describe un sentido profundo y misterioso de la belleza del universo y la triste belleza del sufrimiento humano”) y Shouganai. Cuenta que todavía le cuesta creer que su último álbum, Venus & Blue, haya cumplido ya un año. Tenía ganas de publicar música nueva, y demuestra una vez más lo ecléctico de su estilo. «De repente publico un tema de drum’n’bass y otro de pop agresivo… Me gusta seguir demostrando que el de Rubio es un universo propio, y no me preocupo por buscar la composición perfecta, prefiero ir desprendiéndome de las canciones que hago«. Ahora toca un break, porque asegura que el cuarto álbum tardará en llegar. Se quiere tomar su tiempo y crearlo tranquilamente.
De momento, toca pensar en la entrega de los Latin Grammy, que tendrá lugar el 14 de noviembre en Miami, a los que opta gracias a un precioso –y multipremiado– cortometraje creado a partir de dos canciones de su último disco (Kintsugi y Llorar), titulado Nacimos llorando, dirigido por el mexicano Fernando Cattori.
Compite en la categoría de Mejor Vídeo Musical Versión Larga, y en él cuenta una emotiva historia LGTBIQ+. Le hace muy feliz: «Qué lindo que una historia gay, que se siente tan real, haya sido reconocida por una academia tan importante y se le dé un espacio en unos premios que en principio se sienten tan banales. A mí me dan ganas de llorar cada vez que lo veo… Porque el rechazo a la visibilidad y el bullying homófobo que se muestra en él se sigue dando mucho en pueblos como el que aparece, y las conductas pasivo-agresivas masculinas las seguimos sufriendo todos. Es algo contra lo que debemos luchar en nuestro día a día, para seguir concienciando a quienes tenemos cerca».